El órgano, ese desconocido

 

El órgano es el “Instrumento” musical por excelencia (“organum”), como la Biblia (“Biblos”) es considerada el “Libro” por antonomasia. Al órgano se le puede calificar de instrumento “familiar”, por su presencia habitual, que rara vez pasa desapercibida en los templos; también de misterioso” por su ubicación en lo alto del coro, lejos de la curiosidad de los oyentes, que sólo pueden contemplar el magnífico estuche (la caja) que oculta sus misterios. También es considerado como el instrumento orquesta”, porque es el único instrumento que no suena siempre con el mismo timbre. Analizamos un poco sus principales características.

 

Instrumento “variado”

-En función de la época, entre los siglos XVI y XXI, la construcción de cada órgano está condicionada, lógicamente, por el estado de evolución no sólo de la técnica y de los medios disponibles, sino también de la Teoría musical vigente en cada momento. Es cierto que este fenómeno evolutivo se ha dado en todos los instrumentos y artilugios en general. La novedad en nuestro caso es que esos órganos no son simples referencias históricas o piezas de museo, sino que están en perfecto uso habitual, siguen vigentes, incluso en algunas regiones españolas superan en número los ejemplares originarios del siglo XVIII a los construidos en épocas posteriores. Es como si hoy fuera normal encontrarse circulando por nuestras calles coches de los diversos momentos de su evolución.

Esta adaptación a la época de su construcción, lleva consigo una variadísima oferta real que va a condicionar, hoy mismo, la actividad del organista. Por citar sólo algunas variables a modo de ejemplo: el número de teclas del teclado, de 40 a 70 aproximadamente; el número de teclados, de 1 a 6; con teclado de pies o no, o poco desarrollado; con diversos tamaños de teclas; con la primera octava “corta” o no; con afinación “temperada” o no… A todo esto podrían añadirse también los “secretos profesionales” con que cada escuela artesanal desarrollaba su actividad en sus zonas geográficas de influencia, bien lejos de la estandarización.

El autor junto al puesto de mando del órgano de la catedral de Passau

-En función de las distintas dimensiones de cada ejemplar, con arreglo al local que iba a acogerlo (no es lo mismo una pequeña ermita que una gran catedral) y también a los medios económicos disponibles para su financiación. Así encontramos ejemplares con unos pocos cientos de tubos, otros, los de la Catedral de Málaga, por ejemplo, cuentan con 4.537 cada uno, y el de la catedral de Passau, en Baviera, cuenta con 17.200. Lo mismo ocurre con el número de registros (timbres y tesituras), que van desde 1 o 2, a 107 (Málaga), 320 (Passau). Estos son sólo ejemplos de una variedad inmensa de instrumentos que están hoy en día en perfecto uso habitual y convivencia.

En este aspecto, hablar de “órgano” es como hablar de “biblioteca” en general. Todo es colección de libros, pero qué diferencia de unas a otras, en número, en orientación, en medios, etcétera.

 

Breve visita a los órganos de la Catedral de Málaga

-Lo primero que aparece a la vista, evidentemente, es “la caja”. Es el continente, y también un condicionante, en parte, del órgano que se encuentra en su interior. Ha sido objeto de muy buenos estudios desde el punto de vista de la arquitectura, la escultura, la pintura, la decoración, su encaje perfecto en el medio en que está insertada, etcétera.

Las cajas, como auténticos retablos, han sido objeto también, sobre todo desde la Ilustración, de vigilancia y control por parte del Estado, que debía autorizar cualquier cambio en su configuración. Estas cajas podían ser obra del propio organero, sobre todo en instrumentos pequeños, o no. En el caso de la catedral de Málaga, las cajas monumentales se deben al gran arquitecto D. José Martín de Aldehuela y su brillante equipo, procedente de la Catedral de Cuenca, lo mismo que el organero, D. Julián de la Orden, que seguramente sería quien lo propusiera. Este arquitecto dejaría después grandes obras en Málaga y provincia, que no es el momento de analizar.

Órgano de la catedral de Málaga

Puesto de mando del organista

Vista parcial de la Cadereta exterior sobre la nave

La caja en el chaflán entre las fachadas principal y lateral

Pasamos a su interior

-Lo primero que se observa en el interior de un órgano son “los tubos”, muchos tubos en cualquier caso, que no admiten manipulación ni en su longitud ni en su configuración. Por tanto, cada tubo sólo puede dar un sonido, siempre el mismo, por ejemplo DO, luego para el RE necesito otro tubo un poco más corto… En consecuencia, si el teclado tiene 60 teclas, necesito 60 tubos que únicamente se diferencian entre sí en el tamaño. Si a esto añadimos que el órgano, a diferencia de lo que sucede en cualquier otro instrumento, tiene la posibilidad de sonar con distintos “timbres” y “tesituras” (como una orquesta), tocando siempre las mismas teclas, la cifra se nos amplía casi sin límites.

El timbre depende de la materia del tubo (metales diversos con variadas aleaciones, o madera) y de su configuración y forma externa (como pueden comprobar en las imágenes): tapados, abiertos, semiabiertos, etcétera. Lo que está claro es que para cada timbre y tesitura serán necesarios de nuevo tantos tubos como teclas. En cualquier caso, “muchos tubos”, más o menos en función de la amplitud y riqueza de cada instrumento. En concreto, el órgano de la catedral de Málaga que estamos visitando cuenta con 4.537 tubos. De ellos, 376 están situados en el exterior de la caja en sus diversas fachadas, y como tales están sujetos a la misma estética y por eso están adornados, cada uno de ellos, con una decoración en su boca y en los bordes superiores realmente admirables. Forman parte también de las fachadas otros 510 tubos, pero en sentido horizontal bien llamativo. El resto de los tubos, 3.651, se encuentran ocultos en el interior.

Vista parcial de tubos semitapados

Detalles de la decoración y su colorido

Registros con sus cartelas originales

Detalles del interior del órgano

-Evidentemente, estos tubos necesitan ser “soplados” para que suenen, como todos los tubos. En este caso es imposible que los sople el propio ejecutante. Esa labor la realizan unos “fuelles”, proporcionados al consumo previsto. Estos fuelles eran accionados manualmente por una o varias personas, en función de su tamaño. Podían estar a la vista del organista, o en un plano muy distinto. Por ejemplo, aquí, en Málaga, están situados en la planta inferior donde la comunicación entre el organista y los manipuladores del fuelle era totalmente inviable.

Para solucionar esta incomunicación se idearon ingeniosos sistemas, diversos en cada sitio. Por ejemplo, aquí, en Málaga, uno conocido como “la culebra”, una figura cuya cabeza sale a la vista del organista a medida que crece el aire disponible y decrece cuando éste desaparece. (ver imagen). La llegada de la electricidad hizo innecesaria la aportación humana a los fuelles y un motor electroventilador realiza esa función con mucha mayor eficacia y estabilidad. Concretamente en la catedral de Málaga se instaló el primer motor electroventilador en 1925. Sin embargo, no faltan órganos, sobre todo los no usados habitualmente, en los que todavía existen fuelles manejados manualmente.

Tubos horizontales. Vista parcial

Series de tubos: madera, metálicos; tapados, abiertos.

La «culebra», indicadora del aire

-Por otra parte, es bien sabido que la “calidad” del sonido emitido por un tubo se debe en gran medida a que reciba la presión de aire adecuada a su rendimiento óptimo. ¡Cuántas veces admiramos la “dulzura” del sonido que obtiene un flautista frente a otro, que también toca correctamente, pero…! A mi entender, aquí está uno de los mayores misterios del órgano y de los méritos de un constructor. El aire producido por el fuelle se almacena en un depósito común, pero ¿cómo se logra que llegue a cada tubo con la presión justa, proporcionada a su tamaño y necesidad? No olvidemos que conviven tubos muy grandes y pesados (el más grande de Málaga mide 6 metros de largo y pesa 67 kilos) con otros de unos pocos centímetros y toda una gama intermedia. El organero ha debido calcular certeramente el calibre necesario de cada conducto para que a cada tubo le llegue el aire con la presión adecuada a su rendimiento óptimo… ¡Y normalmente no habían estudiado la carrera de Física, ni de Acústica, ni de Matemáticas…! Admirable.

Teclados bellamente decorados

-Imaginemos que ya está todo el material sonoro dispuesto. Pero para poder utilizarlo es necesario un “puesto de mando”, el lugar desde el que el organista maneja todos estos recursos. Consta esencialmente de dos elementos: “el/ los teclados” (en este caso, tres, pero otros ejemplares hay que pueden tener desde uno a seis teclados), que funcionan en manos del ejecutante como cualquier otro instrumento de teclado, piano, clavicémbalo,… Cada tecla abre una válvula que permite que el aire pase al tubo correspondiente. Por su parte, “los registros” seleccionan el timbre y la tesitura de esos tubos. Cada uno de ellos abre y cierra el paso, no a un tubo individualizado, un DO por ejemplo, sino a toda la gama de tubos (en este caso 60) que comparten la misma materia prima, forma y configuración. El órgano que se puede ver en las imágenes cuenta con nada menos que 107 registros, que combinados entre sí proporcionan unas posibilidades “infinitas” de matices sonoros.

-Ahora bien, a diferencia de lo que ocurre en un piano, por ejemplo, en el que las teclas no distan mucho de los macillos que golpean las cuerdas, en el caso del órgano las teclas siempre están lejos de los tubos que abren y en algunos casos, como el de Málaga, muy, muy lejos, en función de sus dimensiones. ¿Cómo lograr que el impulso del organista sobre la tecla llegue “instantáneamente” al tubo correspondiente y sin un “peso” insoportable? Hoy no ofrecería problema con un simple contacto eléctrico, e incluso electrónico, lo que permitiría además el desplazamiento del “puesto de mando” al lugar que más convenga en cada momento, por ejemplo en un escenario… Pero no era así, evidentemente, en el siglo XVIII. En ese momento se imponía un “sistema de transmisión mecánica”. Todo un bosque de varillas de madera que, arrancando de cada tecla del teclado, se va bifurcando, subiendo, bajando,… hasta llegar a cada tubo, la mayoría muy alejados de la vertical de los teclados y, desde luego, a mucha distancia. El sistema es tan eficaz, que todavía sigue siendo el sistema de transmisión preferido por los organistas, y en el caso de Málaga, sigue respondiendo, después de 237 años de existencia, con una precisión y eficacia sencillamente asombrosas. Otro tanto ocurre con el sistema mecánico de apertura de los diferentes “registros”. ¡Qué prodigio de ingeniería! Por supuesto en este “puesto de mando” hay otros muchos artilugios, derivados de las dimensiones y complejidad de este instrumento concreto y que no consideramos “esenciales” y por ello omitimos en esta conferencia.

Detalle de las cartelas originales de los registros

Decoración en la boca de cada uno de los tubos exteriores

Barras metálicas en la transmisión de los registros

Series de tubos de la Cadereta interior

Detalle de la complejísima transmisión mecánica

El organista

Permítanme que añada una leve consideración sobre la persona del organista. Forzosamente ha de ser muy “flexible” y acomodaticio. Antes de elaborar un Programa de concierto tiene que conocer obligatoriamente las condiciones del órgano concreto que va a tocar y acomodarse, no sólo a las posibilidades mecánicas del instrumento, tan variables como hemos visto, sino también al estilo y la época a la que pertenece.

Por otra parte, el organista debe ser “creador,” muy alejado de la rutina en cada concierto. Nunca un mismo programa suena igual tocado en un instrumento u otro, aunque sean de la misma época y cuenten con medios parecidos. El mucho trabajo previo a cada concierto, no se dedica a la preparación de unas obras que se dan por dominadas, sino a buscar la máxima rentabilidad a los concretos elementos sonoros disponibles.

La conferencia termina con una demostración práctica obtenida de la grabación en directo de una pieza que formaba parte del programa de un concierto real.

Espero que esta “visita” al interior del órgano les haya resultado grata y haya servido para un mayor conocimiento del “instrumento” por antonomasia.

 

    Dr. Adalberto Martínez Solaesa

                         Catedrático jubilado del Conservatorio Superior y de la Universidad de Málaga.

                         Organista Titular de la Catedral. Miembro de la SEMA.

(Resumen de la Conferencia pronunciada en el Aula del Ámbito Cultural de “El Corte Inglés” de Málaga el día 29 de mayo de 2018 por el autor)

Ver también publicación del Discurso como socio numerario de la SEMA


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