La España vaciada. La hipocresía de un participio

 

Quintín Calle Carabias
Doctor en Filología Moderna, profesor titular de la UMA y Presidente de la SEMA

 

 

Es una frase recurrente en los diversos medios de comunicación españoles, audiovisuales o impresos de cualquier tirada, nacional, regional o provincial. Lo que no es corriente es la reflexión que tal sintagma debería llevar consigo.

Era habitual en los tiempos en que se enseñaba gramática –¿desde cuándo la lingüística sustituye a la gramática?– calificar de ‘irregular’ el participio menos frecuente. Y como la costumbre es una ‘segunda naturaleza’ (Pascal, Pensamientos), se da por sentado que el más frecuente es el correcto. Y así, encontramos en sesudos libros de grandísima tirada y valor inmenso por otros motivos, frases como esta:

“Eso le había impreso un sello más firme en cuanto a la defensa de la independencia judicial” (Fuego cruzado, 2024, p. 314).

Así está ‘impreso’, por más que hubieran de ‘haberlo imprimido’. Del dicho al hecho va un trecho, el mismo que va de la acción al estado. Los dos verbos auxiliares –haber y estar– de los que dichos participios pueden servirse marcan la diferencia de su uso y su diferente función: la acción (eventual) o el estado (perenne). Tras haber ‘corregido’ la frase (acción puntual, transitoria), está ‘correcta’ (estado perenne, duradero).

Consulto algunas gramáticas –para mí, de absoluta referencia, las de Manuel Seco (Gramática esencial del español, Espasa Calpe, 1991) y Emilio Alarcos Llorach (Gramática de la lengua española, RAE Espasa Calpe, 1994), sin demérito de otras, claro está– sobre el problema del uso del doble participio –culto y derivado– en español, y veo con desagradable sorpresa que no le dedican la atención que merece.

Manuel Seco aplica el término ‘irregular’ a la forma culta (no evolucionada, próxima al latín) del participio, y ‘regular’ a la derivada del infinitivo. Así: freído es regular, frente a frito irregular; imprimido es regular (del que sólo dice que “se usa menos”), frente a impreso, irregular. Y ello lo incluye en un recuadro dedicado a “verbos con participio irregular” (Seco, 1991:190-191).

Por su parte, Emilio Alarcos coincide con M. Seco en llamarlos ‘irregulares’ y añade que “Han existido muchos participios de este tipo [irregulares], pero en general se han ido regularizando. He aquí algunos casos: de prender, preso y prendido; de encender, encenso y encendido; de ver, visto y veído; de querer, quisto y querido; […] de freír, frito y freído; romper, roto y rompido; de traer, trecho y traído; de conducir, conducho [conducto] y conducido; de ceñir, cinto y ceñido […]” (Alarcos, 1994: 147 §206).

En ninguno de los autores citados aparece la menor referencia al distinto auxiliar que cada forma participial –culta o derivada– lleva consigo. Si por ‘regular’ entienden la forma más frecuente, habrá que concluir que ‘irregular’ (carente de regla) no es la denominación más apropiada, pues hay participios ‘irregulares’ (cultos: frito, impreso, bendito…), más frecuentes que sus versiones derivadas. No está, pues, bien traída esa denominación, por muy larga que sea su tradición.

El Libro de estilo de la lengua española según la norma panhispánica (Real Academia Española, Espasa, 2018, G54.b, p. 43), hablando del participio, opone llenado frente a lleno y dice: “En pares como un cubo lleno o un cubo llenado, la primera opción muestra únicamente el resultado de la acción de llenar (‘un tanque que está lleno’), mientras que en la segunda se hace visible dicha acción (‘un tanque que ha sido llenado’). Contrastan de forma similar delincuentes sueltos y delincuentes soltados por el juez. Otros casos: vaciado – vacío; secado – seco; madurado – maduro; corrompido – corrupto”.

Con respecto a las gramáticas anteriores –que justificaban la denominación ‘regular’ / ‘irregular’ del doble participio por su frecuencia–, el Libro de estilo –en lo sucesivo, LE– supone un gran progreso, pues el uso de uno u otro no es indiferente a su significado. Y nos remite a su Glosario para las particularidades de los participios de los verbos bendecir, contradecir, elegir, freír, imprimir, maldecir, predecir, proveer, resolver, romper o suspender. De dicho glosario nos limitamos entresacar los participios que justifican este artículo: imprimir y vaciar. Del primer doblete dice en la voz imprimir: “participio: imprimido o impreso: He imprimido el texto; He impreso la tesis.” (p. 407)

El problema lingüístico de los dobletes no ocurre sólo en las formas verbales (p. e., fuera – fuese), también en las nominales. Así, pértiga – percha (<lat. pertica); delicado – delgado (<lat. delicatus <deliciae); colocado – colgado (<lat. collocatus) y otros muchos, entre los que están los participios. La solución a este problema no se halla en la frecuencia de uso (regular / irregular) ni en aparentar que no existe tal problema y que pueden usarse indistintamente, como sugiere el Libro de estilo de la RAE. La solución, o al menos la explicación, más aceptable la da la lingüística estructural.

En Principios de semántica estructural, Eugenio Coseriu (Madrid, Gredos –vers. esp.: Marcos Martínez Hernández, revisada por el autor–, 1977) estudia el fenómeno funcional diacrónico del léxico y habla original y hermosamente de ‘arquitectura de la lengua’, entre cuyos elementos descubre ‘unidades funcionales’ o ‘hechos de estructura’. Partiendo de la estructura semántica básica según Saussure –significante y significado– o según Hjelmslev –expresión y contenido–, Coseriu centra su estudio en la estructura del significado o contenido del léxico, describiendo ‘estructuras lexemáticas’ a partir del principio de “la naturaleza polisistemática de toda lengua histórica” (Coseriu, 1977: 14). Y más adelante concluye:

“La lexicología tradicional no ha sido nunca estructural, es decir, fundada, al menos implícitamente en las oposiciones funcionales; y no lo son siquiera los intentos de una lexicología “ideológica”, puesto que en tal lexicología, las más de las veces, se trata de los dominios de la realidad designada por las palabras, y no de las estructuras propiamente lingüísticas.” (Coseriu: 1977: 18-19)

Aclaremos: un ‘sistema’ es un conjunto cerrado de elementos de igual o similar naturaleza. Por ejemplo, los participios forman un sistema, como los nombres forman otro; los adjetivos, otro; los verbos, otro; etcétera. Una ‘estructura’, en cambio, es un conjunto cerrado de elementos (sistema) en tanto en cuanto se oponen entre sí, justificándose y completándose. Así, el sistema de verbos auxiliares del español (haber, ser y estar) es una estructura por cuanto ‘ser’ se opone a ‘estar’ y éste a ‘haber’. Los tres se oponen en la medida en que se oponen sus funciones: pasividad (en curso, por ejemplo: yo soy parecido a mi padre); estado (concluso, por ejemplo: el coche está parado; y acción (ejemplo: he comido mucho). Y estas tres funciones, a la vez que necesarias, impiden intercambiar dichos verbos.

A su vez, el sistema de participios –así llamados por ‘participar’ de la naturaleza del nombre (tienen género y número) y del verbo (tienen tiempos: presente pasado y futuro)–, en concreto, el sistema de los participios dobles del español, forman una estructura (se oponen entre sí por sus funciones; y se completan, justificando con ello su existencia y por tanto la imposibilidad de intercambiarse). Esta doble naturaleza funcional (sistémica y estructural) delimita nítidamente su uso y significado.

En nuestra primera referencia al Libro de Estilo de la RAE, unos párrafos más arriba, los ejemplos que aporta para mostrar el ‘estado’ y la ‘acción’ respectivamente (un cubo lleno o un cubo llenado) van sin auxiliar. Precisemos, pues, que ambas estructuras (verbos auxiliares y dobles participios) se refuerzan en la medida en que explicitan las mismas funciones e impiden usarse indistintamente. Este refuerzo pretende garantizar el mensaje, primera de todas las funciones de la lengua, según André Martinet (Éléments de linguistique génerale, 1973), clarificando de paso su uso.

Así pues, según lo que precede, no todo vale: He imprimido el texto; He impreso la tesis del LE, por más que se diga –y se escriba– habitualmente –producto de la dejadez, la ignorancia o la irreflexión– debería decirse he imprimido el texto y la tesis está impresa. Más pecado tiene aun la hipocresía del sintagma del título que motiva este artículo: ‘la España vaciada’ implica que alguien o algo ha llevado a cabo dicha acción, a causa de la cual España está vacía. ¡Qué triste, encima de tirar la piedra, pretender esconder la mano!

 


epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Calle Carabias Q. La España vaciada. La hipocresía de un participio. epistemai.es [revista en Internet] 2025 octubre (27). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/9044

Marcar como favorito enlace permanente.

Comentarios cerrados.