Pedro Luis Pérez Frías
Doctor en Historia. Academia Andaluza de la Historia
Entre las numerosas calles malagueñas relacionadas con la familia Segalerva destaca, por los escasos datos que aporta el callejero municipal, la denominada ‘Alcalde Segalerva Sierra’. En efecto, la reseña histórica de la web se limita a decir: “Antonio Segalerva y Sierra, alcalde de Málaga desde enero hasta mayo de 1854. Se aprobó darle este nombre en Comisión Permanente del 20 de octubre de 1972”. Lo cierto es que la consulta a las fuentes de internet, como páginas de genealogía y repositorios de prensa, permiten al curioso ampliar esta escueta cita sobre el personaje.
En efecto, en la prensa se daba cuenta a principios de noviembre de 1853 de los resultados electorales para el ayuntamiento de la ciudad de Málaga, en la larga lista de los que habían obtenido mayoría figuraba ‘Antonio Sierra Segalerva’:
“En las elecciones para el ayuntamiento de Málaga han tenido mayoría las Sres. D. Pedro Rímbaú, D. Simón Castel, D. José María de Llanos, D. Gaspar Ramos y Tellez, D. Ramón Franquelo Martínez, D. Joaquín Jiménez Fernández, D. Salvador Toro, D. Antonio Mameli, D. Fernando Carreras, D. José Novillo, D, Manuel Santa Marta. D. Miguel Torres Galvez, D. Jorge Witemberg, D, Joaquín Olmo, D. José Mercado, D. José Vázquez Galbez, D. Antonio Torres Bonifaz, D. Antonio Sierra Segalerva (sic), D. Antonio Senarega Luchardi.” (fuente: La Época 5 nov. y La España 6 nov 1853)
Dos meses después, el 5 de enero de 1854, el periódico El Avisador Malagueño daba la noticia de que el día anterior se había recibido el nombramiento por el Gobierno de Antonio Segalerva y Sierra como alcalde de la ciudad, y cinco tenientes de alcalde: 1º José Rafael Casado, 2º Manuel María Fernández, 3° Miguel Moreno Masson, 4° José Mercado y 5º Joaquín García Fernández.

Ubicación en el plano de la calle Alcalde Segalerva Sierra en el callejero de Málaga
El mismo día 5, Antonio prestó juramento como alcalde constitucional de Málaga, así como Miguel Moreno Masson, José Mercado y Joaquín García Fernández lo hicieron como tenientes de alcalde; no lo hizo José Rafael Casado que, según aseguraba el mismo periódico malagueño, presentó su dimisión del cargo de primer teniente de alcalde; ni tampoco el nombrado como segundo teniente, Manuel María Fernández que lo haría días más tarde.
A pesar de ello, el nuevo alcalde no se demoró en demostrar su interés por los asuntos de la ciudad. En la mañana del día 7 de enero inspeccionó la bóveda de la iglesia de la Victoria, acompañado por el arquitecto municipal y los concejales Salinas y Mapelli, ante las noticias de que aquella estaba resentida y podía ofrecer algún peligro; después de una minuciosa revisión se pudo comprobar que la bóveda era completamente segura y no existía ningún peligro. Después la comisión municipal se dirigió al cuartel de Capuchinos, para estudiar la posibilidad de utilizarlo como cárcel, ante el mal estado de la utilizada hasta entonces. Segalerva y sus acompañantes pudieron comprobar que el establecimiento castrense no era adecuado para el uso carcelario; por lo que, acto seguido, se dirigieron a entrevistarse con el comandante general de la plaza, al que solicitaron que se usase como cárcel el cuartel de Levante, a pesar de que estaba ocupado por unidades militares. Ese mismo día firmaba el que creemos su primer bando:
“Estándose formando en la actualidad el padrón general del vecindario, invito y encargo a todos los vecinos gefes de familia, tengan la bondad de prestar a los encargados de este servicio las noticias necesarias con el esmero y cuidado que exige el interés general y particular, para no incurrir en responsabilidad y evitarme el disgusto de poner penas, con arreglo a las leyes en caso de omisión de algún individuo, o inexactitud en dato esencial. Málaga 7 de enero de 1854.- Antonio de Segalerva y Sierra”.
El Avisador Malagueño informaba de estas visitas el día 8, publicaba el bando y, en nota separada, saludaba así al nuevo ayuntamiento:
“Es probable que la municipalidad proyecte algunas mejoras en la población, pues suponemos a los individuos nuevamente entrados en ella con el buen ánimo que tienen todos al principiar a desempeñar el cargo concejil. Por consiguiente es de esperar que se haga algo de lo mucho que hay que hacer, antes que las dificultades materiales que se encuentran en la realización de los planes y proyectos, entibien ese primer impulso”.
Antes de un mes Antonio Segalerva daría prueba de su talante como alcalde y de su interés por el bien de la ciudad. El 27 de enero firmaba un bando estableciendo normas de policía y sanidad, en realidad una actualización de un bando publicado el 6 de septiembre de 1852, en el que indicaba a modo de justificación:
“Los repetidos mandatos publicados en diferentes épocas con el fin de precaver, ya parcial, ya generalmente sobre el orden de policía urbana, no han sido suficientes para extinguir los abusos que diariamente se observan en este importante ramo tan preferente á todo pueblo civilizado. Las calles y plazas se hallan siempre obstruidas con los puestos ambulantes; las puertas de las tiendas afean el ornato público con la esposición de los géneros fuera de ellas é impidiendo el paso y molestando á los transeúntes; el vecindario mismo en su mayor parte vertiendo las basuras é inmundicias en diversas horas de las designadas para esta operación, y por todos lados se echa de ver este olvido absoluto de los bandos espedidos por las autoridades, que pudiera llegar á poner en duda la cultura é ilustración de los habitantes de esta capital. = Encargado por la ley de ejecutar y hacer cumplir las determinaciones concernientes a este ramo, procuraré que en adelante sean una verdad, castigando con rigor sin distinción de clases ni personas, cualquiera falta á que de lugar el abandono de los vecinos, y con inflexible severidad la más leve omisión de los dependientes, que, por razón de sus destinos, tienen la obligación de velar y denunciar las que se cometan en contravención de las órdenes siguientes».
El bando establecía, en 32 artículos, medidas que abarcaban muy diversos aspectos. Como la prohibición de que los niños estuviesen desnudos, o “de modo ofensivo a la moral y decencia”, en las calles y portales; regla que se extendía a los aserradores y otros que solían despojarse de las ropas en su trabajo; la prohibición de rifas y juegos de suerte y azar; o la restricción de la venta de carbón al llano de San Rafael, en la Goleta, entre otras.
Dos semanas después de este bando, el alcalde firmaba un nuevo bando, el 11 de febrero, en el que señalaba nuevas normas de salud pública, justificándolo así en su inicio:
“Aunque gracias á la Divina Providencia es inmejorable hasta el presente el estado de la salud pública de esta Capital, en satisfacción á uno de los principales deberes de la autoridad local, cual es la vigilancia higiénica, he creído conveniente recordar y resumir en un solo bando, en cuanto me ha sido posible, las diversas órdenes que se encuentran consignadas en nuestra legislación y reglamentos municipales sanitarias de los pueblos; preceptos que con razón han sido siempre considerados de mucha importancia para permitir su olvido, máxime cuando su observancia conviene é interesa en todo tiempo y se dirige á tan grandes fines. A la vez cumplo con las recientes disposiciones del Gobierno de S. M. y de la Autoridad superior de la provincia, con cuya aprobación y de acuerdo con las Juntas Provincial y Municipal de Sanidad he ordenado lo siguiente”.
En otros 32 artículos se establecían normas, en algún caso redundantes con las que ya se habían establecido el 27 de enero. Destacaba la división de la ciudad en seis demarcaciones, en cuanto a la vigilancia de la higiene: el barrio de la Trinidad, el del Perchel, el de Capuchinos, el de San Rafael y la Goleta, el de la Victoria y “la parte que comprende la ciudad y muelle”.
Sin embargo, las esperanzas de El Avisador Malagueño duraron poco. La cuestión de la cárcel seguía sin resolverse a principios de mayo y el día 2 de ese mes publicaba este periódico una información sobre su estado en la que se incluía una llamada de atención al ayuntamiento:
“No creemos, no podemos creer que la municipalidad ignore todo esto. ¿Y cómo había de ignorarlo, cuando a no dudarlo diariamente se harán reclamaciones sobre el particular? Sin embargo, no sabemos que se haya tomado determinación alguna; ni que se haya tratado de los medios necesarios a remediar el conflicto con la prontitud que esto exige”.
El 25 de mayo se hizo cargo de la alcaldía, de forma interina, Manuel María Fernández. El Avisador Malagueño del día siguiente daba la noticia, sin añadir ninguna explicación a esta ausencia del alcalde Segalerva Sierra. Tres días antes, Antonio había firmado varios bandos y decretos, quizás los últimos de su mando. Ya no volvería a hacerse cargo de la alcaldía. En junio de ese año era Miguel Moreno Masson el alcalde accidental. Antonio volvería a la política local formando parte de la candidatura ganadora en las elecciones municipales de febrero de 1857; aunque no parece que asumiese el cargo de concejal, ya que el 7 de marzo de ese año se le nombró administrador principal de loterías en la ciudad de Málaga.
Lo cierto es que su paso por la corporación municipal malagueña supuso un breve paréntesis en su carrera como funcionario del ministerio de Hacienda, desarrollada entre 1815 y 1858, y en la que llegó a ser nombrado intendente honorario de provincia.

Árbol genealógico del alcalde Antonio Segalerva Sierra
En cuanto a los datos familiares y biográficos, se puede destacar que Antonio nace en Málaga en abril de 1797, siendo bautizado en la iglesia de los Mártires el 25 de ese mes. Era hijo de Juan Segalerva Bonifaz y de Cristobalina Salinas López Bueno, ambos naturales de Málaga. Nieto por línea paterna de Miguel Segalerva Sierra y María Bonifaz Chápuli; y por la materna de Francisco Salinas y María López Bueno. Si bien existen ciertas discrepancias en las fuentes genealógicas en cuanto a sus apellidos, algunas lo citan como “Segalerva Salinas”, otras como “Segalerva Sierra” y otras “Segalerva – Sierra y Salinas”; así como en la fecha de su nacimiento, ya que algunas fuentes lo fijan en el año 1809, otras en 1797, e incluso en 1798.
Lo cierto es que Antonio Segalerva, era sobrino de Francisca, Antonio y Ana Segalerva Bonifaz y hermano de Rosario, María y Juan Segalerva Salinas. Padre prolífico, contrajo matrimonio por dos veces. El 14 de febrero de 1823 casó con Ana María del Castillo Jáuregui, de cuya unión nacieron María Dolores, Antonio, Eduardo, Luisa y José Segalerva del Castillo; tras el fallecimiento de Ana María, en 1835, contrae nuevas nupcias con María Josefa Linares Llosa, el 21 de diciembre de 1836, fruto de esta nueva unión fueron otros ocho hijos: Francisco, Adolfo, Leonor, María Josefa, Elisa, Amelia (o Amalia), Antonia María y Ramón Segalerva Linares.
Tan numerosa prole propició un amplio círculo de relaciones familiares que permitió la expansión del apellido y de las influencias en todos los ámbitos de la sociedad malagueña. Ejemplo de ello fue el casamiento de dos de los hijos de Antonio Segalerva Sierra con dos hermanas: Josefa y Dolores Mercado Aguirre. La primera contraería matrimonio con Francisco Segalerva Linares, el 10 de febrero de 1868, en la iglesia de Santiago de Málaga; dos años después, hacía lo propio su hermana Dolores con José Segalerva del Castillo, el 28 de febrero de 1870, en el mismo templo que Josefa; si bien, para José éste era su segundo matrimonio tras fallecer su primera esposa, María del Carmen Muñoz Mercado.
Estas hermanas eran hijas de José Mercado Muñoz y de Josefa Aguirre Coronado; Dolores era la primogénita y Josefa la segunda de una prole completada por otros seis hijos: José, Isabel, Cristóbal, Concepción, Victoria y Ana María Mercado Aguirre.
Precisamente, una de ellas, Concepción Mercado Aguirre, es la que aparece citada como propietaria de los almacenes de Segalerva en las actas capitulares del ayuntamiento malagueño, cuando se inicia el proceso de alquiler de esas instalaciones para convertirlas en cuartel. Concepción se casaría, el 12 de octubre de 1876, en la misma iglesia que sus hermanas, con José Agustín Gómez García, un comerciante riojano natural de Laguna de Cameros, de cuyo matrimonio nacieron: Concepción, Agustín, Juan, Francisco, Trinidad, Josefa y José Gómez Mercado.
La aparente falta de relación directa de Concepción Mercado con la familia Segalerva, plantea la duda de cómo llegó a sus manos el almacén de Segalerva.
De una forma u otra, el alcalde Antonio Segalerva Sierra no llegaría a ver estos matrimonios, ya que falleció el 5 de marzo de 1866, en su domicilio de la calle de la Victoria nº 33, a la edad de 69 años, dejando para la historia de Málaga sus pregones sobre el buen gobierno, del 27 de enero de 1854, y sobre sanidad, del 11 de febrero del mismo año.
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epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Pérez Frías PL. Antonio Segalerva Sierra, un alcalde olvidado. epistemai.es [revista en Internet] 2025 octubre (27). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/9095