Volver al inicio de The White Flame. Cien años de la declaración de los Derechos del Niño, 1924-2024


 

Eglantyne realizó el primer estudio social de este tipo para demostrar científicamente la pobreza y las múltiples privaciones de la clase obrera en la Cambridge de 1906, desmontando la idea imperante de que esa condición se debía a mujeres con bajos estándares morales.

La correspondencia entre ellas era frecuente y sus cartas amorosas y apasionadas; un amigo describió a Margaret como «profundamente enredada en una relación sáfica [lésbica]». Sin embargo, la madre de Margaret tenía otros planes para ella y su relación terminó cuando sus padres acordaron su matrimonio en 1913. Eglantyne prometió no alterar el matrimonio, pero escribió de manera inequívoca sobre sus sentimientos: “Extraño cada vez más a Margaret… Este gran afecto mío parece destrozarme y, sin embargo, no creo que esté mal sentirlo”.

Eglantyne Jebb

Las relaciones sexuales entre mujeres nunca fueron ilegales en Inglaterra, como si lo fueron entre hombres; sin embargo, las mujeres lesbianas y bisexuales todavía soportaban una intensa homofobia. Muchas mujeres no habrían definido sus relaciones utilizando la palabra “lesbiana”, incluso si éstas implicaban un elemento romántico o sexual, por miedo al estigma que comportaba esa palabra. Es posible que Eglantyne hubiese decidido mantener su relación en secreto debido al rechazo de la época, como hicieron tantas personas con los mismos sentimientos. Un caso similar, aunque con final dramático, fue el de Alan Turing –1912/1954- también de Cambridge. El famoso descifrador de códigos fue castrado químicamente por su homosexualidad, lo que algunos vinculan con su posterior suicidio al comer una manzana envenenada.

Este desengaño pudo haber sido la causa de que a Eglantyne se le rompiera el corazón y nunca volviera a tener una relación seria. La confusión continuó por parte de la propia Margaret, quien solicitó ulteriormente que se eliminaran líneas de sus cartas a Eglantyne de un libro publicado sobre la vida de esta en la década de 1960, alegando que sus nietos podrían «malinterpretarlas».

Sin embargo, citas extraídas de otras cartas de Eglantyne cuando habla de su amor por Margaret no admiten interpretaciones. Su relación fue para ella posiblemente la más íntima y satisfactoria de su vida. De la correspondencia que se conserva se desprende que, si bien se basaba en una estrecha amistad, amor mutuo y una profunda conexión espiritual, también tenía un componente sexual, y que ambas partes lo consideraban un acuerdo mutuamente excluyente. Incluso hablaron de la posibilidad de «matrimonio» y de comprar una casa para vivir juntas en Londres. No pudo ser.

La propuesta de su madre, viuda, enferma y probablemente interesada como Ada en acabar con la peligrosa relación, provocó el alejamiento. Tyne, tras una recaída, decide que Cambridge no es ya un buen lugar para vivir y se embarca –1910- en un tour por distintos balnearios de Europa al que arrastra a su hija. A Eglantyne le desagrada la idea, pero como única hija soltera se siente obligada a acompañar a su madre. Empieza a escribir, mientras manda cartas diarias a Margaret donde vuelca sus sentimientos. Así, de balneario en balneario, recorrerán Europa durante tres años.

Aunque no lo disfrutó, el viaje le dio la oportunidad de completar una larga e impublicable novela, The Ring Fence (La valla del círculo), plagada de apuntes autobiográficos y una detallada descripción de la vida rural inglesa descrita por su protagonista femenina, heterónimo de la autora. El libro critica acerbamente las actitudes de las clases gobernantes y analiza las miserias de un trabajador rural de aquellos tiempos. Como obra literaria resultó larga y prosaica, tanto que no logró editor ni, obviamente, éxito. Este fracaso afectó su autoestima. A posteriori, sin embargo, se puede constatar que serviría de trampolín para su trayectoria futura.

La relación con Margaret llegó a su fin en 1913, cuando Margaret se casó con Archibald Vivian Hill, fisiólogo, miembro del Trinity College de Cambridge y futuro premio Nobel en 1922. Ambas mujeres mantendrían su amistad, pero ya no su antigua intimidad. Eglantyne nunca volvería a enamorarse permaneciendo soltera toda su vida y se trasladó, pasado el tiempo, a residir temporadas en Ginebra para desarrollar la internacionalidad de Save the Children.

Tras el regreso de madre e hija a Inglaterra para la boda de Margaret, Charles Roden Buxton –su cuñado– convenció a Eglantyne para que viajase a los Balcanes en nombre del Fondo de Ayuda a Macedonia (MRF), del que Charles había sido cofundador en 1903 en respuesta a la masacre de insurgentes macedonios perpetrada por el Imperio Otomano. Allí, Eglantyne invirtió toda su energía en su labor social y vivió una experiencia que le cambió la vida y que sería el embrión de su mayor logro: fundar Save the Children.

Desde 1912 se estaba gestando una nueva grave crisis humanitaria y la animaron a ir para organizar la distribución de fondos en los Balcanes (Skopje y Prizren), pensando que una mujer sería menos sospechosa. Se lo pidieron porque, además de hablar varios idiomas, era una viajera experimentada, no temía estar sola y confiaban en su astucia y habilidad en situaciones difíciles. Viajó por tren a Belgrado, se reunió con el cónsul británico y le proporcionaron un oficial serbio como escolta e intérprete de confianza; así pudo evaluar el impacto de la guerra sobre la población civil y elaborar informes fiables de primera mano, que llevó secretamente a Inglaterra.

Su tarea consistía en repartir y fiscalizar los fondos recaudados para paliar la tragedia; el objetivo era ayudar no solo a los victoriosos serbios y sus aliados, sino también a los albaneses, musulmanes en su mayoría, que como aliados de los turcos habían perdido.

La complicada situación, producto de rivalidades ancestrales y discrepancias étnico-religiosas, unida a las atrocidades vistas sobre el terreno, afectó profundamente a Eglantyne. Allí documentó la tragedia de miles de niños albaneses que, huyendo de la persecución de los serbios, morían de hambre en los campamentos de refugiados. El conflicto y sus consecuencias la empujaron a regresar a Inglaterra para recaudar más fondos y concienciar a los políticos de que debían intervenir para mejorar la situación de los niños.

Regresó, impotente e impresionada por la experiencia, poco antes de que estallara la Primera Guerra Mundial y aceptó el ofrecimiento de su hermana Lill -agrónoma- para trabajar como directora de la revista de agricultura social The PloughEl Arado-.

Edición de ‘The woman who save the children’ de Clare Mulley con la mención al Centenario de Save the Children

Al comenzar el conflicto -julio de 1914- se manifestó pacifista convencida. En 1915 su salud se resintió y se vio obligada a dejar la dirección de la revista, refugiándose en sus diarios. Resulta interesante observar que, en sus anotaciones personales, parecía casi ignorar la guerra y sus sufrimientos.

Mente inquieta y con tendencia a la ciclotimia, pronto se implica en un proyecto organizado por Dorothy, quién preocupada por la falta de objetividad de los periódicos británicos que sólo transmitían una cara de la guerra, consiguió permiso del Gobierno para importar prensa “enemiga” y publicar noticias más objetivas. Al parecer fue Dorothy quién, con gran determinación, negoció dicho permiso directamente con Lloyd George, entonces Primer Ministro. Importó más de un centenar de periódicos de toda Europa, especialmente de Austria-Hungría y Alemania.

Conscientes de la difícil situación de los niños afectados por las hostilidades, las hermanas publicaron semanalmente «notas de la prensa extranjera». Tras la publicación y reparto de sus folletos, Dorothy fue invitada a incluir ese material en el Cambridge Magazine, que, a su vez, tuvo un seguimiento internacional como fuente de informaciones exactas sobre el estado de la guerra en relación con temas económicos-sociales. Entre sus lectores estaban personalidades como el general Smuts y Maynard Keynes. Sus informes revelaban que la vida en los países enemigos era mucho peor de lo que sugería la propaganda gubernamental.

En 1916, Eglantyne –casi seguro hipertiroidea- fue operada finalmente de bocio por el Dr. James Berry, cirujano pionero en esa técnica, con lo que su estado de salud mejoró.

Muy crítica con las divisiones clasistas, clamó contra la pobreza en todas sus formas: se la empezó a conocer en su entorno próximo como la ‘Llama Blanca’ –The White Flame- debido a su prematura cabellera canosa y la ardiente convicción pasional que ponía en defensa de sus ideas (4).

En 1917 se ofrece para ayudar en el Cambridge Magazine, ocupándose de traducir y extractar periódicos italianos y franceses. Quedó evidente que no solo fue la marcha de la guerra lo que llevó al cierre de la publicación, con atentado a su sede incluido, sino también la continua denuncia en sus páginas de las terribles consecuencias sociales causadas por el bloqueo de los aliados al término de la contienda.

El Cambridge no sólo sirvió para galvanizar la resolución de las hermanas, sino que las convirtió en las personas mejor informadas sobre la situación de la sociedad europea al final de la guerra. Las noticias eran malas: gran escasez de alimentos, de ropa para niños y recién nacidos, así como de otros artículos básicos. Acuciada por estos horrores, Eglantyne advirtió de la necesidad de reclamar protección especial para la infancia; con ese objetivo ambas hermanas fundaron en Londres -1919- Save the Children Fund, concebido como una organización para ayudar, alimentar y proteger exclusivamente a niños afectados por la guerra. Pero la preocupación por la infancia no se adscribiría a su Gran Bretaña natal, sino a todo el mundo.

Portada de la web de Save the Children Fund en la actualidad

Aunque es cierto que no tenía instinto maternal, quedó tan impresionada por las imágenes que llegaban a través de la prensa italiana y alemana que, al final de la contienda en la primavera de 1919, se propuso crear una organización –oficializada el 6 de enero de 1920- que llamó Save The Children, con objeto de cubrir el vacío de otras organizaciones que destinaban su ayuda a adultos. “Cada generación de niños ofrece a la humanidad la posibilidad de reconstruir el mundo. Son la mayor esperanza para una paz duradera. Por eso deben ser los primeros en recibir ayuda en momentos de angustia”, escribió.

Ese mismo año de 1919 fue detenida, por alterar el orden público, acusada de repartir fotos muy duras de niños desnutridos austriacos, esto es, hijos del enemigo en la guerra recién terminada (5). Su intención era informar a la sociedad para que se levantara el bloqueo sobre los países derrotados, con consecuencias terribles en la población civil, muy especialmente en la infantil.

Angustiada al conocer que después del armisticio cada semana fallecían alrededor de 800 niños, Jebb, en compañía de la sufragista Barbara Airton, distribuyó en Trafalgar Square cientos de fotografías, folletos y carteles; algunos relatos las mencionan pintando las aceras, una táctica sufragista tradicional, lemas como «Poned fin al bloqueo» y «Luchar contra la hambruna». El gobierno británico, preocupado por evitar la llamada de atención sobre su política de mantener el bloqueo como medio para conseguir reparaciones de guerra, trato de aislar a Jebb; lo que se demostraría como un grave error estratégico. No resultó ser mujer a la que se pudiera silenciar.

En el juicio asumió ella misma su defensa y, entre otros argumentos, justificó el uso de aquellas durísimas imágenes diciendo que “el único lenguaje internacional que todo el mundo entiende es el llanto de un niño”. Reconoció que había infringido la ley, pero insistió en el argumento moral dando a los taquígrafos material para llenar sus columnas; entre otras, la frase “No child is an enemy” –“Ningún niño es un enemigo”-. El fiscal de la Corona -Sir Archibald Bodkin, quizás la única persona en esta historia capaz de rivalizar con ella- pidió y consiguió la condena; sin embargo, una vez emitido el veredicto, Sir Archibald le entregó un billete de cinco libras, la suma de la multa. Con ese gesto mostró que, incluso para la acusación, Jebb fue la vencedora moral. Eglantyne dijo con dignidad: “Puedo pagar mi propia multa, muchas gracias. Pero tomaré sus 5 libras y las destinaré a ayudar a estos niños.”

A la mañana siguiente la noticia apareció en todos los periódicos. Aprovechando la publicidad las hermanas organizaron una cuestación pública en el recinto más grande de Londres: el Royal Albert Hall. Inmediatamente se hizo una colecta en el salón; junto con las libras del fiscal esta donación puso en marcha lo que Eglantyne llamó el Save the Children Fund – Fondo para salvar a los niños-. Con ese acto cambiaron de forma permanente la manera en que el mundo considera y trata a los niños, con quienes curiosamente nunca se sintió particularmente cómoda y, obviamente, nunca tuvo hijos.

 

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epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Pérez Frías J. The White Flame. Cien años de la declaración de los Derechos del Niño, 1924-2024. epistemai.es [revista en Internet] 2025 junio (26). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/8756

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