Carlos García Gual, Socio de Honor de la SEMA, a la Real Academia Española

El pasado mes de diciembre empezó con buen pie. Dos grandes diarios impresos de carácter nacional, ABC y El Mundo (EM), daban el día 1 la noticia del nombramiento para la Real Academia Española (RAE) del eminente helenista Carlos García Gual. Al día siguiente, 2, El País (EP) difundía una entrevista de urgencia con el recién elegido.

El alcance de tan grata y gran noticia no va parejo con el relieve que luego se le otorga. La cultura, ¡ay!, no suele ocupar las primeras planas. ABC pone entre sus «Protagonistas» (p. 4) del día a nuestro admirado académico y desarrolla la noticia en la página 53: «Carlos García Gual entra en la RAE al segundo intento». Unamuno, el Rector de Salamanca por antonomasia, necesitó catorce intentos para lograr su cátedra, precisamente de Griego. Visto así, la «entrada» en la Docta Casa del nuevo académico es francamente brillante. El Mundo recoge su perfil en «Vox populi» (p. 20) y lo amplía en texto de A. Vivas quince páginas después: «Esa escena al final de La Ilíada, en que el viejo Príamo se encuentra con Aquiles, que ha matado a su hijo Héctor, y ambos se abrazan, le parece a García Gual que abre las puertas al humanismo occidental». El País incluye, sin preámbulos, en su página 27 la entrevista que M. Morales hace al nuevo ocupante del sillón «J» de la RAE, de la que extraemos su impactante respuesta cuando le recordaron que hace 20 años ya había alertado de la honda crisis de las Humanidades en la enseñanza: «Es una batalla perdida porque a los gobernantes no les interesa la formación cultural de la gente. Van a lo rentable […] Que los ciudadanos sean más tontos o listos les da igual.»

Erudito, culto (no todos los eruditos lo son), persona magnífica (que hace grande su entorno y a quienes lo rodean) y bondadosa, Carlos García Gual lleva también a gala, a fuer de gran humanista, ser Socio de Honor de la Sociedad Erasmiana de Málaga (SEMA). Pequeño galardón para tan gran persona. Sabemos que al aceptar nuestra pequeña insignia comprometía su natural disposición a favor de los que (aún) luchan por difundir y defender los valores humanísticos. ¿Y eso para qué sirve?, pregunta E. Landaluce y no poca gente. «Las Humanidades –responde el profesor J. Manuel Roldán– sirven precisamente para hacernos humanos. Yo creo que ésa sería la mejor definición. Simplemente para saber de dónde venimos y adónde vamos, para ser un hombre (si fuera políticamente correcto, tendría que decir «o mujer»), libre e inmune a cualquier intento de manipulación.» (EM2017-12-02:4)

¿Y la cultura? Pocas palabras con tan claro y asequible significado han sido peor tratadas. J. S. Kahn publicó en su día un libro recopilatorio titulado El concepto de cultura: textos fundamentales (Anagrama, 1975). Luego, son incontables los que han seguido la misma senda. Tengo para mí que, si un concepto necesita tantas explicaciones, es porque ninguna vale, al menos para justificar su uso desde un punto de vista estrictamente funcional. La lengua, nuestra paciente notaria de la realidad, que en las manos de García Gual encontrará mejor acomodo, recoge este concepto de una sociedad eminentemente agrícola: cultura, cultivo. Es decir, proceso y resultado del proceso. Como proceso, comprende: educación (e-ducar, «sacar de» su natural estado salvaje el terreno, la mente, y «llevarlo a» ser capaz de recibir la semilla, conocimientos); instrucción, siembra, (in-struir, sembrar conocimientos; erudición, grado máximo de instrucción, pulir el conocimiento hasta su última rudeza, e-rudus). Tras la educación y la instrucción, la semilla ha de transformarse multiplicándose (un grano, en espiga; un trozo de patata, en kilos de ellas…) y los conocimientos, transformarnos enriqueciéndonos. Sólo si hay transformación y multiplicación hay cosecha; sólo si hay transformación y enriquecimiento personal hay cultura. Fin del proceso. No es posible que un hombre culto actúe como lo haría sin saber lo que sabe. El cambio que implica la cultura (educación + instrucción + transformación enriquecedora) hace del hombre un ser capaz de competir consigo mismo, su principal enemigo. ¿Es éste acaso, querido maestro, el motivo de tu desánimo en ganar la batalla de las Humanidades en la enseñanza?

Profesor García Gual, eminente humanista y brillante académico, entrañable amigo Carlos, te deseo en nombre propio y de todos los ilustres colegas de la SEMA la mejor suerte del mundo en tu nuevo quehacer. Cuentas con nuestra amistad y admiración. Ad multos annos!

 

 

  Quintín Calle Carabias
Presidente de la Sociedad Erasmiana de Málaga


 

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