- Acerca de la voz “genealogía” y de su familia semántica
Parece oportuno exponer un pórtico lingüístico -etimológico y semántico-, de la voz “genealogía”. El término procede de dos voces homófonas. En su pasado próximo deriva del latín tardío “genealogía”; mientras que, en su pasado remoto, proviene del griego γενεαλογία. Procedo a enunciar un elenco de sus significados procedentes de algunos Diccionarios académicos, y no solo. Comienzo por una serie de Diccionarios extranjeros de prestigio histórico internacional en los que se define así genealogía:
-En el Diccionario de Vittori (2): “Racconto di antichi”.
-En el Diccionario de Minsheu (3): “Stemma. Pedrigree”.
-En el Diccionario de Franciosin (4): “Abolorio defeendenza, estirpe, familia. Lignaggio”.
-En el Diccionario de Henriquez (5): “Genus, profatpia, estirpe, feries avorum”.
-En el Diccionario de Autoridades de la RAE (6), la voz genealogía se contiene en el Tomo IV (7) y de ella se dice:
La serie de progenitores y ascendientes, de quien cada uno desciende. Es voz griega, de quien la tomó el latín genealogia. COMEND. sob. las 300. Copl. 271. Genealogía es vocablo griego, y quiere decir sucessión de linage. CIENF. Vid. de S. Borj. lib. 1. cap. 1. §. 2. Y que el noble tronco de su genealogía tiene dichosamente oprimidas sus ramas con el peso Tiaras y Diademas.
Me parece de interés señalar el significado que este Diccionario le otorga a una voz derivada de aquella y de su propio árbol semántico. Así el adjetivo “genealógico”:
Lo que pertenece a la Genealogía: como libro, papel, o otra cosa semejante. Latín. Genealogicus. ZUÑIG. Annal. Año 1647. num. 3. Sus escritos todos fueron en la historia, y con particular inclinación a la genealógica.
Me parece asimismo oportuno reseñar las distintas semánticas de las voces correlatas, en el sentido del conjunto de términos que corresponden a otro en una relación de dependencia lingüística. Y lo hago desde el desfilar histórico de los Diccionarios de la RAE. Así, en el Diccionario de 1780 se introduce por vez primera la voz “genealogista”, siendo definida como: “El que hace profesión y estudio de saber genealogías y linajes. Y escribir sobre ellos.”
En el Diccionario Alemany y Bolufer (8) se define como “Persona versada en genealogías y linajes”. A la “genealogía” se la identifica con: “Avorum series genealógica.” Y respecto de “genealogista” se dice: Genealogiae deditus studio.
En los Diccionarios de 1782 y de 1817 se refiere “genealógico”, procedente de “genealogicus” y se añade: Ad genealogiam pertinens. El Diccionario de 1852 afirma su procedencia de “genealogus”.
La voz “genearca” se introduce por vez primera en el Diccionario de la RAE de 1822 diciendo: “El que es cabeza o principal de algún linaje”.
Tengo para mí, que Jerusalén, Atenas y Roma son “genearcas” de Europa y, por extensión, del resto de la estirpe occidental. La voz “genealógicamente”, se introduce en el Diccionario de la RAE de 1846, y la determina así: “De un modo genealógico, por genealogías”.
La voz genealogía es define por primera vez como “ciencia” en el Diccionario de la RAE de 1853. Y asevera: “Ciencia que trata de la exposición analítica del origen, filiación y propagación de las distintas razas estirpes y familias”. Para referirnos a Occidente, podríamos preguntarnos: ¿qué somos raza estirpe o familia?
Dentro de la voz “genealógico”, el DRAE de 1853 introduce la expresión bimembre, “árbol genealógico” o “libro genealógico”. La voz “geneantropía” se introduce por vez primera en el Diccionario Salvá, suplemento de 1879 y es definida así: “Se entiende por tal, el Tratado acerca de la especie humana o de la genealogía universal, demostrando la serie de generaciones hasta llegar a Adán”.
Tengo para mí, una pregunta y una reflexión a raíz de la definición. La pregunta: ¿puede hablarse de genealogía universal o es una contradictio in terminis? Parecería que genealogía sería siempre particular, pues distingue a unos individuos de otros por sus genes pertenecientes a una estirpe, raza o familia. La reflexión: me emociona que en un diccionario se mencione sin reparo científico a Adán. Ello prueba el respeto por la Sacra Escritura que tenían los redactores del diccionario, expresión de lo que ocurriría en su tiempo. También la expresión “Genesiología” se incorpora, por vez primera, en el mismo Diccionario Salvá, suplemento de 1879, y se identifica con: “Doctrina de la generación”.
Los siguientes catorce Diccionarios de la RAE no aportan nada nuevo, en la cuestión que nos ocupa. Hay que esperar al Diccionario de 1984, que introduce una tercera acepción a la voz genealogía que reza: “Documento en que se hace constar la ascendencia de un animal de raza”. Y así, nada nuevo hasta el último Diccionario de la RAE, en el que la voz Genealogía contiene siete acepciones, de ellas seis generales:
1.f. Serie de progenitores y ascendientes de una persona; 2.f. Escrito que contiene la genealogía de una persona; 3.f. Ascendencia de un animal de raza; 4.f. Documento en que se hace constar la genealogía de un animal de raza; 5.f. Disciplina que estudia la genealogía de las personas; 6.f. Origen y precedentes de algo; 7.f. Biol. filogenia (origen y desarrollo evolutivo de los seres vivos).
- Los tres “fundamentos clásicos” de Europa
La voz “fundamentos”, sustantivo, quiero adjetivarla con “clásicos”, y desde esta expresión bimembre me parece oportuno, realizar una somera aproximación lingüística, etimológica y/o semántica, de ambos términos. Un preludio que no presenta un planteamiento meramente formal, sino que es una constante metodológica en mis estudios y escritos.
Toda persona culta debe ponerse como tarea previa al estudio de su parcela de saber, haber adquirido, y por ello poseer, una sólida formación lingüística. Así, ad exemplum, en mi campo, señala Bambi que la escritura jurídica debe nacer “dall’incontro delle regole del diritto con quelle della lingua” (9). El buen jurista no lo es solo por ser titular de un saber técnico, ni siquiera por su conocimiento profundo del Derecho, sino también por ser un hombre culto y humanista. Lo mismo puede predicarse para todas las demás ramas del conocimiento.
Sólo desde el correcto uso del lenguaje puede definirse y analizarse, cualquier categoría o concepto, al ser aquel el vehículo de expresión de categorías que toda parcela científica incorpora, a veces, de ámbitos ajenos. Y cuando aquellas presentan significados diferentes es preciso conocerlos bien, y saber diferenciarlos, para decidir cuál de ellos adopta nuestro saber, a los efectos de ser capaz de comprender, de forma adecuada, el contenido analizado. En muchas ocasiones el concepto, la categoría o su contenido responde a construcciones complejas, no solo de comprender sino también de expresar (10). Así, el estudioso no puede adolecer de ambigüedad o laxitud en la utilización de los términos que expresan sus categorías. En este sentido, debería ser habitual en la labor de todo “investigador” (11) que se precie, el acudir a los tesoros que la Real Academia española nos ofrece, en el contenido de su valioso sitio www.rae.es permanentemente actualizado.
Comienzo con la voz “fundamento” de fundamentum. El Diccionario de la Lengua Española lo define, en su primera acepción, como: “Principio y cimiento en que estriba y sobre el que se apoya un edificio u otra cosa”. Se hace referencia a una realidad física, sólida. Su finalidad es servir de apoyo a otra cosa que se construye desde, y sobre aquello que la sustenta.
Debe repararse que el Diccionario comienza con la expresión “principio”. Ello nos lleva a la conclusión de que el fundamento es con lo que comienza aquello otro que, desde su inicio, encuentra su sustento en la base que le sirve de apoyo. El fundamento puede ya descubrirse en la fase de conformación, de nacimiento o surgimiento de la realidad sostiene.
Los fundamentos, como cimientos -que un día resultaban visibles-, según se avanza en la construcción se van a ver enterrados y, por ello, se vuelven invisibles una vez que la obra comienza a tomar cuerpo y altura. No obstante, en ningún momento puede esto llevarnos a negarlos. Si procediésemos a intentar prescindir de ellos, el edificio quedaría en ruinas, al perder el apoyo. Es necesario que los cimientos sean construidos con firmeza, para que la edificación no se resienta en su solidez y conserve, en todo momento, su seguridad.
Desde esta realidad material de la expresión que acabo de exponer, podemos trascender del mundo más sensible -por más visible, no por más real-, y elevarnos a una categoría abstracta, en la que el Diccionario de la RAE, sitúa el sentido de la tercera acepción de nuestra voz “fundamento”. Dice así: “Razón principal o motivo con que se pretende afianzar y asegurar algo”.
Nos encontramos, en este caso, con una significación que nos reconduce a “razón principal o motivo”. Es decir, el fundamento de algo es aquello que le da sentido, aquello que explica su nacimiento y significación. Aquello que, en suma, traduce su genuino contenido. Se trata ahora de situar el centro de gravedad, no en una finalidad de apoyo sino en un propósito de afianzar o asegurar lo que hemos configurado. Esta tercera acepción debe de ser completada con la cuarta que expresa nuestro Diccionario cuando refiere que fundamento es: “raíz, principio y origen en que estriba y tiene su mayor fuerza algo no material”. Es evidente que, de nuevo, debemos situarnos en un plano ideal y abstracto para su compresión.
A pesar de que comienza con referencia expresa al comienzo, al decir: “raíz, principio y origen”, no obstante, en la primera acepción el “principio” se proyectaba como cimiento material, mientras que ahora el “fundamento” no tiene por finalidad servir de sustento sino convertirse en el origen en que el “que estriba y tiene su mayor fuerza algo no material”. Fundamento, pues, como parte esencial que da vida, que configura, que principia una idea, un pensamiento, una construcción intelectual o un producto del ingenio. De su fundamento toma la mayor fuerza lo que después se manifiesta. Esta acepción de fundamento que expreso puede encajar en el sentido con el que Ortega habla de “últimas instancias” al decir: “Sin últimas instancias no hay orientación y hemos perdido las últimas instancias que pudieran dirigir nuestra vida” (12).
Procedo ahora a intentar señalar cuál es el sentido del término “clásico”. La voz procede, como fácilmente puede deducirse, del término latino classicus. Según el historiador romano Aulo Gelio con esta voz se nombraba a las “Centurias de la primera clase de los Comicios” y refería que ellas eran modelo o paradigma de las demás. El Diccionario de la Lengua de la RAE, en su primera acepción, expresa: “Se dice del período de tiempo de mayor plenitud de una cultura, de una civilización, etc.” Lo clásico es tal, como puede deducirse de lo expresado, por su plenitud, por su perfección y por haber alcanzado su conformación nuclear definitiva. Por eso, lo clásico no pasa, permanece con independencia del tiempo, ya que expresa una realidad de la que, por ser plena, no puede prescindirse.
Así, es clásico lo que siempre está vigente por ser atemporal. Por el contrario, y como concepto antitético a lo clásico, se encuentra lo que está moda. Si lo clásico permanece la moda pasa, pues es moda porque, por definición, “pasa de moda”, ya que si permanece se convertiría en clásica y deja de ser tendencia temporal para devenir modelo permanente. No pretendo con lo expresado decir que cualquier realidad humana clásica no sea susceptible de un cierto y particular desarrollo posterior. Es evidente que todo actuar humano presenta la nota peculiar de su eventual progreso y perfeccionamiento.
Lo clásico es aquello que siempre se configura como punto de partida para seguir progresando. Así, aquello que en un tiempo nació -y más tarde, a través de un consolidado proceso de evolución y perfeccionamiento-, se conformó como clásico, permanece ya indisolublemente unido a esa realidad a la que ha dado a luz, en todo momento posterior de desarrollo y adaptación.
En este sentido es en el que se debe entender la cuarta acepción del Diccionario de la voz “clásico” cuando afirma: “Perteneciente o relativo al momento histórico de una ciencia, en el que se establecen teorías y modelos que son la base de su desarrollo posterior”. Entiendo la cultura, de acuerdo con Tylor como un “todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias. El arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualquiera otros hábitos y capacidades adquiridas por el hombre en cuanto a miembro de la sociedad” (13).
epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Fernández de Buján F. Genealogía de Europa. epistemai.es [revista en Internet] 2025 febrero (25). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/8410