¿El ser mujer fue un obstáculo en mi carrera?
No parece, y sin embargo, no fue fácil.
(Dra. Hildur Ella Blythman)
Históricamente en el ámbito científico, las mujeres han pasado de la exclusión a la segregación (i). El sesgo de género en ciencia, de lo que tratamos, es evidente; e incluso, y más grave, aceptado por muchos sin excesivos problemas (ii). Como ejemplo un botón: el informe Observatorio de la mujer profesional en España, grupo Planeta, revela que el 47% de las mujeres afirma que ser madres ha modificado su situación laboral y trayectoria científica, mientras que sólo el 8% de los padres opina de esta forma sobre su paternidad.
Según diversos estudios los hombres aceptan menos que las mujeres la demostración de la existencia del sesgo de género en la ciencia; y esa diferencia de aceptación es aún mayor entre científicos e investigadores universitarios.
Muchos de nosotros crecimos en una época en la que gran parte de las ideas que se promulgaban eran las que nos enseñaban. Por eso creo que es importante que todos escuchemos lo que hicimos mal y reflexionemos sobre lo que podríamos cambiar ahora basándonos en lo que podemos aprender de errores pasados.
En 1929, las mujeres representaban solo el 4% de los inscritos en las escuelas de medicina de EE. UU. Esto aumentó al 25% en 1979 y casi la paridad a fines de la década de 2000 y la década de 2010. A lo largo de la década de 1970 en adelante, los autores comenzaron a destacar las barreras interpersonales y estructurales para la participación de las mujeres en la medicina: la carga de las responsabilidades domésticas, como las tareas del hogar y el cuidado de los niños; el sexismo y el acoso sexual; la falta de licencia de maternidad y apoyo durante el embarazo, por nombrar solo algunos ejemplos (iii).
En el mismo The New England Journal of Medicine -NEJM-, los artículos de investigación con una primera autora femenina, por ejemplo, alcanzaron un máximo del 28% en 2002 y han ido aumentando tan lentamente que los autores predicen que se necesitarán más de 725 años para que la primera autoría alcance el 50%. La pregunta sería: ¿cómo podemos intentar acortar ese período de tiempo? Podría ser sólo publicando artículos de mujeres. Esa es una declaración dramática. Es una declaración defendible. ¿Es una declaración apropiada? Estoy seguro de que la gente va a estar discutiendo sobre ese tipo de cuestiones por siempre.
Hechos
Como indica Platón (iv), una cosa son los hechos y otra las opiniones. Hechos:
-Revisores. Las revistas científicas invitan a menos mujeres que hombres para evaluar artículos que les llegan para ser publicados. Según Jory Lerback y Brooks Hanson, de la Universidad de Utah y de la Unión Geofísica Americana, en las revistas de esta organización el 80% de los evaluadores son hombres. A destacar que las mujeres rechazan con más frecuencia ser evaluadoras cuando se lo piden, mientras que los hombres aceptan con más facilidad. Las científicas alegan como razones para el rechazo la falta de tiempo, el exceso de trabajo o no ser expertas en el tema. Entre los 20 y 30 años un 22% de las mujeres no aceptan, mientras que en los hombres el rechazo se da en un 17%.
-Autocitas. Una de las maneras más habituales de aumentar el número de citas de un autor es citarse a sí mismo en sus publicaciones, son las autocitas. Molly King (v) y sus colegas -Stanford University- han revisado autocitas en un millón y medio de artículos publicados entre 1779 y 2011; los resultados indican un 56% más en hombres, y cuando el análisis se centra en las últimas décadas supera el 70%. Por contra, cuando se considera a científicos que nunca se citan a sí mismos, las mujeres superan a los hombres en un 10%. En suma, de este poco elegante modo los científicos consiguen mayor visibilidad que las científicas.
-Ponencias. Escasean las mujeres invitadas a darlas. En el trabajo de Robyn Kleyn (vi), de la Washington University, el porcentaje de científicas invitadas varía del 15% al 56%. El máximo de científicas formando parte de las comisiones organizadoras se da en las reuniones en que hay más mujeres conferenciantes invitadas, aunque escasamente sobrepasan el 50%. Dos situaciones contrapuestas: En la conferencia FASEB (Federation of American Societies for Experimental Biology) de Neuroinmunología, las mujeres científicas suponen el 100% de la comisión organizadora y el 56% de los conferenciantes. Por el contrario, en el XIII Congreso de la Sociedad Internacional de Neuroinmunología, el 85% del comité organizador fueron hombres y la misma proporción de conferenciantes; solo el 15% de estos fueron mujeres.
-Intervenciones. De nuevo son los varones los que más preguntan en las sesiones y conferencias. Según Amy Hinsley, Universidad de Kent, los científicos casi doblaban a las científicas: por cada pregunta de una investigadora, los hombres hacían 1,8. Diferenciaron la edad de los asistentes en grupos, mayores y menores de 50 años, y las cifras no variaron. Por cierto, en la asistencia a las sesiones eran mayoría las mujeres con el 57%.

Marie Curie
-Premios. También hay pocas científicas en las listas de premios concedidos por la labor investigadora. Un estudio de Julie Silver, Universidad de Harvard, sobre los premios concedidos a mujeres de 1945 a 2017, por sociedades médicas de Estados Unidos lo confirma. En diez de las catorce sociedades revisadas no hay ninguna mujer premiada en los 72 años examinados (vii).
A destacar la escasísima presencia femenina en los Premios Nobel, por ello, dada su especial relevancia merecen comentario aparte – o varios. ¿Por qué los Nobel siguen invisibilizando a tantas científicas?
Según Lorena Fernández y cols (viii) –Universidad de Deusto-, si bien la primera premiada, Marie Sklodowska-Curie, lo recibió en 1903, sólo dos años después de su institución en 1901, la historia de estos galardones sigue teniendo una gran deuda con las mujeres.
De datos extraídos ahora mismo de Chat GPT, hasta 2024, las mujeres representan tan solo el 6% de los premiados. Sólo 64 mujeres han recibido el Nobel desde su institución, entre más de 1000 premiados.
Un mero análisis cuantitativo refleja que únicamente en 42 de sus 121 convocatorias se premió al menos a una mujer. Centrándonos en los de ciencias, tan sólo trece mujeres (5,7 %) han recibido el de Medicina, ocho (4,1 %) el de Química, y cuatro (2,2 %) el de Física: Marie Curie, María Goeppert Mayer, Donna Strickland y Anne L´Huillier; frente a más de 200 hombres. Y no se trata de considerar las etapas iniciales del premio, en 2016 y 2017, por ejemplo, no hubo ninguna mujer galardonada -ni en ciencias ni en el resto de las categorías. En 2024 el balance -en ciencias- fue de siete hombres y ninguna mujer.
-Percepción. A tener en cuenta que muchas científicas no consideran que en su ambiente exista una desigualdad de género. Es lo que encontró Dana Brittonix -Universidad Rutgers- en Nueva Jersey – cuando entrevistó en 2009 y 2010, a 102 investigadoras de 13 universidades de Estados Unidos. Para la mayoría de ellas, el género no influía en su ambiente de trabajo; no tenían ese problema y, si lo sentían, lo minimizaban. Sin embargo, muchas definían su ambiente de trabajo como “frío”. Para estas científicas, el sesgo de género era un componente habitual en la práctica y en las expectativas de su trabajo. Sólo en contextos concretos lo sentían como una intrusión, como en el trato con los estudiantes o en la conducta de un científico importante o de un superior.
Según la autora del estudio, esta es una de las conductas sutiles y persistentes que permiten que la desigualdad de género se mantenga.
Razones
Una de las más repetidas para explicar la desigualdad de género es que la científica que quiera ser madre tiene que detener su carrera durante un tiempo, normalmente alrededor de los treinta años, y luego cuesta recuperar ese tiempo dedicado a la maternidad. A más, las mujeres de ciencia dedican unas 10 horas a la semana a las labores del hogar, incluyendo cocinar, limpieza del hogar y lavado de ropa, frente a las cinco horas, la mitad, que dedican los hombres.
Anecdótico fue el caso de la Nobel Carol Greider: Desde Estocolmo y a las 5:30 de la mañana, llamaron a su casa para comunicar que le concedían el de Medicina de 2009 por su investigación sobre la telomerasa. No estaba descansando o en el laboratorio, estaba haciendo la colada y preparando el desayuno para sus hijos. Y en las entrevistas posteriores a la concesión, cuando lo contaba, lo consideraba algo habitual y aceptable.
Las científicas olvidadas por los Nobel
Si el análisis es cualitativo, son numerosos los relatos de grandes científicas olvidadas o ninguneadas a la hora de conseguirlo. Por ejemplo, el de la física Lise Meitner (1878-1968), quien, junto con Otto Hahn, descubrió la fisión nuclear. Ella misma explicó en Nature sus hallazgos sobre la radiactividad, pero solo Hahn se llevó el Nobel de Química. Es más, al recogerlo ni siquiera la mencionó, a pesar de que ella recibió 49 nominaciones al Nobel frente a 39 de Hahn.

Lise Meitner
Incluso la mismísima Marie Curie (1867-1934), pionera en el campo de la radiactividad, primera mujer en conseguir un Nobel y la primera persona en recibir dos en distintas especialidades (Física y Química), a punto estuvo de quedarse sin el primer galardón, dado que inicialmente se le había otorgado únicamente a su marido. Si Pierre Curie no se llega a plantar ante la Academia indicando que, o se lo daban a los dos o a ninguno, ahora estaríamos hablando de otro final (de hecho, para el Nobel de 1903 ella solo tuvo tres nominaciones, frente a ocho de Pierre).
Este mismo año (2024) nos hemos encontrado con una situación parecida, pero resuelta con bastante menos elegancia. En un tuit en el que se le daba la enhorabuena a Víctor Ambros, galardonado en Medicina, la propia Academia Sueca reconocía el papel de Rosalind Lee, su esposa y colaboradora, en el trabajo pionero sobre la materia premiada.
La polémica está servida. ¿Es Rosalind Lee una nueva damnificada por el machismo de los premios o ser primera autora es meramente una posición en un listado de autores que no tiene mayor importancia? Las reacciones no se hicieron esperar. Lo cierto es que la posición de Rosalind Lee como primera autora en el artículo mencionado no es anecdótica, ya que su trabajo y colaboración va mucho más allá de ese lugar en la autoría. Lo importante en este caso es que Lee es coautora de una proporción muy notable de los artículos del flamante Nobel; y es ese trabajo, esa autoría intelectual y experimental, la que se desdeña al no haberla incluido entre los premiados. Sobre todo, si consideramos que la forma de hacer ciencia y los avances científicos hace mucho que no dependen solo de una sola persona o mente brillante, sino que son producto de un trabajo colectivo, en muchas ocasiones gracias a grupos multidisciplinares. Esto no parece tenerse en cuenta a la hora de conceder un Nobel.
El orden y la importancia que se le da a la autoría de un artículo científico depende del área de investigación en el que se adscriba. Así, hay áreas como matemáticas en que es habitual que los autores figuren por orden alfabético. Lo más frecuente, sin embargo, es que el orden indique algo más, siendo los primeros firmantes quienes tienen una mayor dedicación al desarrollo del trabajo –sus verdaderos artífices– seguidos por quienes tienen una menor participación en el mismo, supervisores, especialistas en alguna de las técnicas empleadas o personas que se ocupan de aspectos muy concretos. Al final suele figurar el investigador principal o jefe del equipo, inspirador y responsable último del trabajo, incluida la obtención de financiación.
¿Cómo funciona el proceso de selección de las personas premiadas con el Nobel?
Excepto en el caso del de la Paz, que tiene un funcionamiento particular, cada categoría (Física, Química, Fisiología/Medicina, Literatura y Economía) tiene asignado un comité que en septiembre se encarga de mandar invitaciones confidenciales a unas 3.000 personas cualificadas de cada ámbito para que propongan nombres (obviamente, no se pueden autoproponer). Aquí entra profesorado universitario, personas que están investigando en esa área y Nobel previos, que tienen hasta el 31 de enero del año siguiente para emitir su lista de nominados.
En concreto, este año la composición de los comités ha sido la siguiente: Física (seis hombres y dos mujeres), Química (seis y dos) y Medicina (cinco hombres y una mujer).
En febrero, cada comité evalúa las candidaturas recibidas (las llegadas después del 31 de enero se guardan para la edición del año siguiente). Suelen llegar en torno a 300 nombres porque tienden a repetirse por parte de las personas nominadoras. Entre febrero y mayo se elabora una lista más corta que se remite a quienes asesoran de manera permanente y se han contratado especialmente por su conocimiento de candidaturas específicas. Entre junio y agosto, el comité prepara el informe con sus propuestas, que remiten en septiembre a la Academia. Y es ésta la que, en octubre, elige los galardonados por mayoría simple y los hace públicos. La entrega de los Premios Nobel tiene lugar el 10 de diciembre, fecha conmemorativa del fallecimiento de Alfred Nobel.
Y en este proceso, ¿en qué momento se ignora a las mujeres?
Tras tener una única galardonada en 2021, se le preguntaba a Göran Hansson, secretario general de la Real Academia Sueca de las Ciencias, si habían pensado incluir cuotas de género o etnia, a lo que respondía que no, aludiendo a la traicionera meritocracia y aquello de que se premiará a las contribuciones más importantes sin importar género o etnia.
¿Pero qué sucede cuando te mueves en un sistema endogámico? Analizando la composición de los comités y el archivo de nominaciones anteriores (en el registro se mantienen de manera privada las nominaciones durante cincuenta años), vemos que nos enfrentamos a lo que se conoce como el old boys club, un sistema endogámico informal que, aunque no necesariamente de manera intencionada, nomina a personas de su círculo social, dejando en ocasiones fuera a mujeres y grupos minoritarios. En definitiva, las mujeres no están porque no son tan visibles. Y para que alguien te nomine, tiene que verte.
Y ¿por qué no se las ve? Por una parte, porque el talento femenino se va perdiendo a través de la tubería que gotea. Pero no solo eso: el hecho de que los cuidados familiares recaigan todavía mayoritariamente en las mujeres hace que ellas desaparezcan de los círculos sociales del trabajo. Una cerveza después del horario laboral, un seminario o una reunión a deshora o lejos del lugar de residencia –en definitiva, la falta de tiempo– las aleja de ser visibles en ese ‘club de chicos’.
¿Qué pasa con el resto de los premios?
Un estudio examinaba en 2021 las disparidades de género en los 141 premios internacionales de investigación más prestigiosos del mundo -incluyendo los Nobel, la Medalla Fields para las matemáticas y el Robert Koch para ciencias biomédicas-. Los resultados mostraban que -aunque el estudio no examinó las causas del sesgo de género- las mujeres no están recibiendo menos premios debido a la calidad o cantidad de su investigación, sino que esto se debe más bien al sesgo implícito, junto con la falta de esfuerzos proactivos para abordar las desigualdades en la ciencia.
Las mujeres presentan tasas de publicación y citas comparables a los hombres, pero tienden a tener carreras más cortas y publican menos artículos como primera o última autora. Así que se cae la hipótesis de que, de aquí a 30 años, cuando las mujeres lleven más tiempo en puestos de responsabilidad, siendo líderes de grupo, y sus ideas y proyectos hayan demostrado una contribución importante al desarrollo de la sociedad, entonces sí recibirán los premios. Se cae porque las mujeres llevan ya más de 30 años escuchando esta misma explicación sin que nada cambie.
El hecho de que los hombres blancos estén sobrerrepresentados entre los galardones de ciencia nos indica que, como sociedad, nos estamos perdiendo una amplia gama de nuevas ideas y descubrimientos que dependen de una diversidad de ideas y antecedentes. Además, quizás deberíamos reconsiderar la práctica de otorgar premios individuales, cuando la ciencia es un esfuerzo colectivo.
Dicen que los Premios Nobel son para quienes ven lo que otras personas no ven… Difícil ganarlo cuando quienes miran no te ven.
Con respecto a lo más parecido al Nobel que tenemos en España, los datos de los Premios Príncipe de Asturias pueden corroborar que no somos tan avanzados como algunos presumen de ser, aunque si más que los tan avanzados nórdicos:
-Hasta el 2024 han sido distinguidas 355 personas, de las cuales sólo 69 han recaído en mujeres, lo que supone que el 80,6 % de los premiados han sido hombres y menos del 20 % mujeres. Curiosamente es casi la misma proporción que se mantiene, históricamente, entre los jurados -79,9 % hombres, 20,1 % mujeres.
Conclusión
Con los resultados obtenidos se puede concluir que la persistencia de inequidades en ciencia se relaciona directamente con la transmisión y reproducción de los estereotipos de género (i).
De todas maneras, no todo parece perdido, a juzgar por el estudio de A. Gómez y cols., de la Universidad de La Laguna (x), que concluye que la experiencia docente tiende a modificar este sesgo, y cuantos más años ejerciéndola menos sesgo de genero se aprecia en el profesorado. Además, este sesgo es, en su inicio, más marcado en los profesores de mayor edad.
El sesgo de género en la ciencia existe. Parte del problema reside simplemente en reconocer que existe y cómo esta sociedad impacta a la ciencia, pero también cómo la ciencia impacta a la sociedad. Va en ambos sentidos. Y cómo enmarcamos e influimos en la cultura y lo que se acepta y lo que no, lo que es normal y lo que no.
Mencionamos los tiempos que estamos viviendo hoy. No es la primera vez que estamos viviendo tiempos difíciles. Como quiera que quiera describirlos, siempre ha habido desafíos. Y la cuestión es si queremos seguir buscando la verdad y la comprensión mutua, porque así es como se avanza. Queda trabajo por hacer. Si lo hacemos juntos, juntos avanzaremos.
Javier Pérez Frías
Catedrático de Pediatría, Universidad de Málaga
Sociedad Erasmiana de Málaga
epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Pérez Frías J. Apartheid (de género) en la ciencia. epistemai.es [revista en Internet] 2025 febrero (25). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/8243