El año 2022 el decano del cuerpo consular en Málaga, Rafael Pérez Peña, en la introducción al libro Historia del Cuerpo Consular en Málaga 1641 – 2002, afirmaba: “Málaga tiene presencia consular desde 1641, con ocasión de la firma de un tratado comercial Dinamarca / España, donde se menciona la apertura de un consulado en nuestra ciudad”; y recordaba que la principal función de las representaciones consulares era, y es, la “protección y tutela de sus nacionales en el país extranjero”, enmarcando esa protección y tutela en la asistencia a aquellos en los ámbitos “económicos, culturales, idiomáticos, académicos o sociales”.
El Diccionario de la lengua española recoge seis acepciones de la palabra consulado. Las dos primeras hacen referencia a la persona que está al frente de él y, por lo tanto, responsable de desarrollar las funciones ya señaladas: “Dignidad de cónsul” y “Cargo de cónsul de una potencia”; las dos siguientes atañen al espacio físico, bien donde tiene atribuciones: “Territorio o distrito en que un cónsul ejerce su autoridad”; bien donde tiene su sede: “Casa u oficina en que despacha el cónsul”. La quinta se circunscribe a lo temporal: “Tiempo que duraba la dignidad de cónsul” y la sexta abandona el campo diplomático para referirse al comercial en épocas pasadas: “Tribunal de comercio que juzgaba y resolvía los pleitos de los comerciantes de mar y tierra“.
Ciertamente, el cónsul se convierte así en el protagonista. El Diccionario panhispánico de dudas recoge la definición de cónsul como “Diplomático encargado de defender a los ciudadanos de su país en una ciudad extranjera”; mientras que el Diccionario de la lengua española, al tratar el mismo término recoge distintas acepciones, la primera de ellas es “Persona autorizada en una población de un Estado extranjero para proteger las personas e intereses de los individuos de la nación que la nombra”, citando como sinónimos de ella: diplomático, delegado, representante y canciller. Además, recoge otras que nada tienen que ver con la diplomacia: “Magistrado de algunas repúblicas o municipios”, “Cada uno de los jueces que componían el consulado como tribunal de comercio” y “Cada uno de los dos magistrados que durante un año tenían en la república romana la suprema autoridad”.
Sin embargo, durante algún tiempo el término cónsul, a pesar de ser comúnmente empleado para designar a aquel que ejercía labores de representación diplomática y comercial de un país en determinadas ciudades de otros, no fue recogido así en los tratados y diccionarios españoles.
Así, en 1611, Sebastián de Covarrubias, en su Tesoro de la Lengua castellana o española, se limitaba a recoger en el término cónsul su relación con el antiguo cargo del imperio romano: “El ditado y cargo más principal entre los romanos fue el de cónsul; introdújose después que Junio Bruto echó de Roma los reyes, doscientos y cuarenta y cuatro años después de la fundación della”. Además, citaba al consulado como “la dignidad de cónsul”.
170 años más tarde, en 1780, la Real Academia de la Lengua (RAE), creada en 1713, amplía las acepciones del término “cónsul” en su diccionario usual, incluyendo, además de la referencia a Roma: “Qualquiera de los magistrados que tenían la suprema autoridad en la república romana, la cual duraba solamente un año”, otras dos relacionadas con el comercio, la primera de ámbito interno: “Uno de los jueces, que componen el tribunal de comercio que hay en algunas ciudades llamado consulado” y, la segunda, apuntando ya a las relaciones entre países o reinos:
“Persona pública que en los puertos y plazas principales de comercio de Europa, tiene cada nación comerciante, y está autorizada con patente de su Soberano para favorecer y proteger la navegación y el comercio que los de su nación hacen en aquellos parages; y para componer las diferencias que ocurren entre los marineros y comerciantes de su misma nación que arriban a aquel puerto. En algunas cortes suele haber una persona pública con el nombre de ‘cónsul’, encargado de la correspondencia con los ‘cónsules’ particulares de su nación y con otras facultades.”
Estas tres acepciones se mantendrán, sin variaciones, en el diccionario de la RAE hasta 1817; en ese año el diccionario incluye la denominación de “cónsul general” para describir al que está en la capital de la nación: “En algunas cortes suele haber una persona pública con el nombre de ‘cónsul general’, encargado de la correspondencia con los ‘cónsules’ particulares de su nación y con otras facultades”. Observación que pasará a ser una cuarta acepción en el diccionario de 1884, quedando la referente a los cónsules y el comercio marítimo-terrestre reducida a la primera parte, con ligerísimas modificaciones:
“Persona pública que cada nación tiene en los puertos y plazas principales de comercio de las demás, autorizada para favorecer y proteger la navegación y el tráfico que sus compatriotas hacen en aquellos parajes, y para componer las diferencias que ocurren entre los marineros y comerciantes de su misma nación que arriban al puerto en donde reside”.
Habría que esperar al siglo XX, para que la Real Academia de la Lengua diese cabida en su diccionario a la diplomacia además del comercio, a la hora de describir el término ‘cónsul’ en esa acepción que, en 1925, pasó a ser descrita como: “Persona autorizada en puerto u otra población de un estado extranjero para proteger las personas e intereses de los individuos de la nación que lo nombra, y arreglar en ciertos casos las diferencias que hubiere entre ellos”. Definición que 70 años más tarde, en 1992, quedaría en la redacción que ha llegado hasta hoy, al desaparecer la facultad de arreglar las diferencias entre ellos.
Como es sabido, la Real Academia Española incluye en su diccionario usual las palabras que ya tienen cierto arraigo en el uso común de la población, por lo que la evolución en la definición del término cónsul no haría más que recoger las modificaciones que, a lo largo del tiempo, han tenido las funciones consulares en general y en Málaga en particular.
Al margen de la evolución funcional, los archivos dan fe de la presencia de cónsules en Málaga ya en el siglo XV, si bien relacionados con la protección del comercio. En efecto, el 14 de octubre de 1493 se nombraba a Guillén Brete, o Breto, mercader residente en la ciudad de Málaga, como “cónsul de los mercaderes catalanes en Málaga”, nombramiento que sería aprobado por sobre carta el 18 de enero de 1495 (documentos existentes en el Archivo General de Simancas).
A principios del XVI, entre 1515 y 1520, tiene lugar un pleito entre Lope López de Arriarán, vecino de Málaga, y Cristóbal Marrufo, regidor de Cádiz y cónsul de los genoveses en el aquel puerto, por la propiedad de diversas mercancías llegadas desde Canarias (Archivo General de Simancas).
A pesar de la afirmación de Rafael Pérez Peña, el primer rastro documental que hemos podido localizar en el Archivo Histórico Nacional relativo a la presencia de cónsules de otros países en Málaga se remonta al año 1701, cuando el 12 de septiembre de ese año, el Consejo de Estado respondiendo a una consulta recomienda el nombramiento de Stiene, o Etiene, Fleury como cónsul de Francia en Málaga, el cual sería aprobado por real resolución.
Según el libro coordinado por Pérez Peña, en el siglo XVII se crean 3 consulados en Málaga: Dinamarca (1641), Países Bajos (1648) y Alemania (1652). En el XVIII se crearían otros 6: Italia (1758), Portugal, Reino Unido, Francia, Suecia (los cuatro en 1791) y Estados Unidos (1793). En el XIX se abren 15 más: Austria (1817), Noruega (1832), Bélgica, Brasil (los dos en 1838), Ecuador (1841), Chile, Uruguay (los dos en 1861), Turquía (1863), Costa Rica (1872), Polonia (1876), República Dominicana (1879), Mónaco (1881), Haití (1885), Perú (1888) y Rumanía (1900). En el XX se crean otros 11: Panamá (1905), Finlandia (1922), Suiza (1936), Filipinas (1969), Marruecos (1971), Islandia (1973), Canadá (1975), Irlanda (1980), Arabia Saudita (1986), Senegal (1987) y Luxemburgo (1999). Y ya en el presente siglo completan la lista otros 13: Hungría (2001), Ucrania (2006), Letonia (2007), Paraguay (2008), Israel (2010), Albania (2011), Costa de Marfil (2013), Eslovaquia (2013), Armenia (2017), República Checa (2018), Guinea-Bisáu, Moldavia (las dos en 2021), Cabo Verde y Kazajistán (las dos en 2022).
Los 49 consulados relacionados, presentes en Málaga en 2022, son los herederos de una historia que se prolonga por más de cuatrocientos años, en la que los protagonistas no siempre han sido los mismos países. Así, en 1868 sólo existían 25 representaciones consulares en Málaga, mientras que en 1895 ya eran 35 y en 1908 habían bajado a 33. Algunas de estas representaciones desaparecieron con el tiempo, bien por la evolución política de los países que representaban, bien por la pérdida de interés en mantenerlas en nuestra provincia.
Así ocurrió con los consulados de Argentina, Bolivia, Guatemala y Rusia, presentes en la capital en las tres listas citadas, pero que en 2022 ya no funcionaban en Málaga. Grecia mantiene cónsul en 1868 -Tomás de Arsú- y en 1895 -Carlos Huelín, ambos españoles- pero no está ya en 1908 ni en 2022. Por el contrario, Méjico estuvo representado por el mismo cónsul en 1895 y 1908, el español Manuel Gil González, pero no tenía representación en 1868 ni tampoco en 2022.
Algunos países tenían consulado en 1868, todos ellos a cargo de españoles, pero en las siguientes relaciones ya no tienen representante: los Estados Pontificios, Tomás Heredia; Venezuela, Gabriel Nicolich; Prusia, Enrique Roose; Gran Ducado de Oldemburgo, Juan Rein; Gran Ducado de Mecklenburg, Enrique Pettersen Zea Bermúdez; y las ciudades libres de Alemania (Hamburgo, Bremen y Lubeck), Gustavo Rein. Salvo el representante de Prusia que tenía categoría de vicecónsul, el resto eran cónsules.
A finales del XIX, en 1895, ya se había consolidado Alemania como unidad nacional y las representaciones consulares anteriores de Prusia, las ciudades libres y los ducados habían desaparecido; en este año era cónsul de Alemania Adolfo Pries. Además, en aquel entonces también tenían cónsul en Málaga: Hawai, Francisco Torres de Navarro; Liberia, Carlos Félix Finge; Honduras, Obdulio Castel y Sáenz; Mónaco, José Rodríguez Laguna; y Sajonia, Pedro Calvo Manescau.
Estos ejemplos dan idea de la importancia del cuerpo consular en Málaga, durante más de cuatro siglos, y la alta representación que en las tareas consulares han tenido los españoles. A pesar de ello, en el callejero de la capital malagueña sólo existe una calle dedicada, explícitamente, a uno de esos cónsules que pasaron por nuestra ciudad; se trata de la denominada ‘Cónsul Porfirio Smerdou’, dedicada al que fue representante de Méjico en nuestra capital durante la Guerra civil y que tuvo una destacada actuación humanitaria durante ese conflicto. Si bien hay otras dedicadas a otros personajes destacados de la ciudad que, entre sus muchas cualidades y méritos, tuvieron la de ser cónsul de otro país en nuestra capital. A algunos de ellos dedicamos La Plancheta de este número.
Pedro Luis Pérez Frías
Doctor en Historia y miembro del Grupo de Investigación HUM333 “Crisol Malaguide”
Universidad de Málaga
Mas información:
Los Príes, una saga consular en Málaga
Porfirio Smerdou Fleissner, un cónsul humanitario
epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Pérez Frías PL. Diplomacia y comercio en Málaga. Aproximación a la historia consular en nuestra capital. epistemai.es [revista en Internet] 2024 junio (23). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/7674