Juan Sorapán de Rieros fue un médico humanista extremeño, nacido en Logrosán (Cáceres) en 1572, hijo de Gonzalo de Rieros Sorapán y que, siguiendo la costumbre de la época, en el acto del bautismo, se le inscribe con los apellidos paternos, pero en orden inverso (Sorapán de Rieros).
Los estudios superiores de Medicina los realiza en el Hospital del Monasterio de Guadalupe que gozaba de prerrogativas pontificias para estudiar directamente sobre cadáveres humanos, cuando, justamente, esta práctica mantenía mala reputación entre las autoridades eclesiásticas. Tal debía ser la notoriedad docente del monasterio. (Ver imagen)
En la Universidad de Salamanca se graduó en Artes en 1592. Se desconoce el curso en que se graduó como médico. Sí se sabe, en cuanto a su actividad profesional, que fue ‘Médico y Familiar del Santo Oficio de la Inquisición de la Llerena y Granada y de su Real Chancillería’, como reza en la portada de su obra de idéntico título.
El año en que fallece Cervantes, Shakespeare y Garcilaso de la Vega (1616), salvando el equívoco cronológico conocido, publica una obra interesante desde el punto de vista de la historia de la medicina y de la paremiología: Medicina española contenida en proverbios vulgares de nuestra lengua. En esta obra, y con toda la autoridad que le conceden sus estudios, sus dotes de observación y el hecho de ser por entonces familiar del Santo Oficio, estima y valora los decires y proverbios vulgares en materia de curar y eleva las creencias populares a categoría de ciencia, dándoles asiento en un libro científico, engalanándolos además con los aderezos poéticos innatos en todos los refranes españoles.
La obra está dividida en dos partes glosando en cuarenta y siete refranes castellanos relacionados con la dietética antigua. La primera parte, según el propio autor, contiene “todos los refranes que pertenecen a la conservación de la salud del hombre, divididos en los que tratan de la comida, bebida, ejercicio, sueño, Venus, accidente del ánimo y mudanzas del aire y lugares, que son las cosas en las que consisten la salud usada en moderada cantidad, calidad, modo y ocasión”. La segunda parte de la obra refiere “otros refranes en que también consiste la buena educación de los hijos y preservación de la peste y algunas dudas acerca de la preñadas”.
La obra contiene muchos aforismos y es fecunda en sentencias populares, encontrando en ella tanto los que recomiendan el moderado uso que conviene hacer de la comida y de la bebida, como los que tratan del sueño y del descanso o de los cambios de aires o de la preservación de epidemias o de la buena crianza de los hijos o de la salud y su promoción: “Si quieres vivir sano, hazte viejo temprano” (el primero de los refranes del libro), indicando que esto se logra invocando desde joven a la virtud de la prudencia.
Sin embargo, hay uno que se me antoja compendio y resumen de todos los demás: “Dieta y mangueta y siete nudos a la bragueta”.
Terceto de remedios que, incorporados a la voluntad a través del conocimiento, formalizaría, sin duda, una máxima de promoción de la salud de nuestros compatriotas del siglo XVII.
Muchos son los refranes que el uso popular ha ido acumulando, referentes a la “dieta”, en cuanto a cantidad, calidad, horario y otras circunstancias, siendo los que tienen más predicamento aquellos que se refieren al moderado uso que hay que hacer de la comida y de la bebida que “el mucho comer trae poco comer”, que “quien quiera vivir sano, coma poco y cene temprano” y que “más mató la cena que sanó Avicena”. Con este muestrario representativo de los muchísimos recogidos en la literatura doy por suficientemente expuesto el primer elemento del terceto.
El segundo vértice de esta triangular máxima, la “mangueta”, tampoco necesita de muy detallada explicación, que mangueta es, según nuestro diccionario, “vejiga con pitón para echar ayudas” y siempre usóse un instrumento de parecidas características, aplicado por la vía de la evacuación para remediar el atorado vientre, y explícalo la obra comentada como “xaringa o manguilla de cuero mediante la cual se introducen en el cuerpo las medicinas apropiadas para provocar la pronta evacuación, siendo este remedio el más conveniente” -dice Sorapán-, para remediar los desaguisados de la falta de moderación en el uso de la comida o la bebida -digo yo-.
Y, finalmente, ¡cómo no iban a estar implicados en la conservación de la salud los asuntos relacionados con la lascivia! ¿Qué vieron médicos y moralistas en la fogosidad pasional para anatematizar de esa manera todo lo relacionado con la lujuria y correlacionar su uso algo desordenado con graves perturbaciones en la salud del cuerpo? Sin duda es que “de cintura para arriba todos somos buenos, de cintura para abajo, los menos”, o lo que viene a resultar algo equivalente: “de cintura para arriba reside la honradez y del cinturón para abajo habita la honestidad”, o expresado más farmacológicamente: “de cintura para arriba, bicarbonato; de cintura para abajo, permanganato”. Y es que el diafragma es un músculo que, además de separar esa zona noble que respira y siente, como es el tórax, de esa otra infame que alberga vulgares, aunque muy necesarias vísceras, divide al menos anatómicamente las pasiones, y la misma Iglesia quiso simbolizarlo con la utilización del cíngulo de la cintura, que viene a representar el compromiso de lucha contra las tentaciones infradiafragmáticas, o sea el voto o promesa de castidad.
Sea como fuere, en el siglo XVII también se intentaba poner remedio a estas alteraciones, y así lo hizo Sorapán de Rieros recomendando en su sanitario mandamiento siete nudos a la bragueta, que aquí como en otros temas de salud vale más una buena prevención que un mal y tardío tratamiento.
Vayan, pues, como colofón a este comentario las siete finales recomendaciones que completan esta tríada preventiva, y que no marcan otro objetivo que el lograr “salud para todos” a través de ejercer un freno eficaz a las braguetas animosas, salud para todos que no se logrará sino con echar estos siete nudos:
– Retirarse de la mucha comida y bebida.
– Huir de las conversaciones torpes entre hombre y mujer.
– Trabajar y ocupar las fuerzas del cuerpo y del ánimo.
– Huir de los espectáculos lascivos.
– No mirar pinturas deshonestas.
– No mirar libros deshonestos.
– Por último: contar con el favor divino.
Dicho queda. Ya sólo es responsabilidad de cada cual seguir las recomendaciones de esta “preventiva máxima sanitaria”.
Sorapán de Rieros fue un médico humanista muy prestigioso, paremiólogo con profundos conocimientos generales, tanto científicos y médicos, como antropológicos y literarios, citando, a través de su obra tanto textos de autores grecolatinos como de los más modernos o contemporáneos.
Ángel Rodríguez Cabezas
Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas,
Sociedad Española de Historia de la Medicina,
Sociedad Erasmiana de Málaga
epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Rodríguez Cabezas, A. Un paremiólogo ilustre: Dr. Juan Sorapán de Rieros. epistemai.es [revista en Internet] 2024 junio (23). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/7590