La psicología contemporánea presenta el alentador fenómeno del acercamiento entre las diferentes escuelas, aunque todavía estamos lejos de una teoría psicológica aceptada de manera general (1).
Los cimientos de la teoría psicológica contemporánea y de sus aplicaciones prácticas deben situarse entre finales del siglo XIX y principios del XX, y van a ir precedidos o acompañados de avances espectaculares de las ciencias naturales, sobre todo en los saberes médicos, biológicos, neurológicos y psicofisiológicos. Entre otros autores, podemos citar a Gustav Fechner, Elementos de Psicofísica, 1860; Paul Broca, descubrimiento de que distintas partes físicas del cerebro corresponden a distintas funciones, 1861; Carl Wernicke, El síndrome afásico, 1874; Thorndike, Inteligencia Animal, 1898; Charles Darwin, La expresión de las emociones en el hombre y en los animales, 1872; y Pávlov, Teoría del condicionamiento clásico, 1902.
Wilhem Wundt: los orígenes de la psicología científica
Para la ruptura de la psicología moderna con la filosofía fue fundamental la presencia de alguien como Wilhem Wundt que conociera la psicología, la filosofía y la fisiología contemporáneas, y que fuera capaz de entrever las relaciones de estas disciplinas entre sí (2). Wundt afirmó en el prólogo de la primera edición de su libro Principios de psicología fisiología (1873) (3) que “la nueva disciplina descansa sobre unos conocimientos anatómicos y fisiológicos”. A partir de ese momento la psicología iba a convertirse en una ciencia experimental dedicada al estudio de los estímulos y respuestas mensurables. En 1879, Wundt funda en Leipzig el primer laboratorio psicológico. Para él, “el objeto de la psicología es la experiencia”. Podemos entender la estructura de los procesos mentales a través de la definición y de la categorización de los elementos que conforman la psique, particularmente de los contenidos mentales y de los procesos por los cuales estos tienen lugar.
Estructuralismo
Dado que la psicología es la ciencia de la consciencia, su principal método de estudio es la introspección rigurosa dirigida por individuos adiestrados de manera especial.
La psicología a principios del siglo XX. ¿La rata o el diván?
Dos escuelas psicológicas y contrapuestas van a dominar el panorama de la psicología durante los primeros 50 años del siglo XX: el psicoanálisis y el conductismo.
El psicoanálisis
Podemos situar el nacimiento del psicoanálisis en 1900, con la publicación por Sigmund Freud de La interpretación de los sueños (4). El psicoanálisis tiene su origen en la medicina, más concretamente en los intentos de ésta por comprender y tratar el trastorno mental. En un principio, Freud no intentaba crear una teoría psicológica completa, pero finalmente terminó elaborando algo más que un sistema psicológico. Estudió en primer lugar el trastorno mental y sus factores etiológicos; esta investigación iluminó la psicología infantil y las leyes del crecimiento y el desarrollo humano. Fue entonces cuando formuló una teoría general del dinamismo dentro de la persona (5). Cuestionó que la conciencia fuera el gran tema de la psicología y situando al inconsciente y sus pulsiones como centro de la vida psicológica.
Freud rechazó el método experimental. No se comprometió con la construcción de una psicología experimental del inconsciente y ni siquiera acogió con agrado los intentos de verificar experimentalmente sus ideas. Se había propuesto que la psicología psicoanalítica se convirtiera en una ciencia por lo que consideró las intervenciones de sus pacientes como datos científicos y las sesiones analíticas como un método de investigación científicamente válido. Para Freud, el éxito terapéutico no era un fin en sí mismo, pero constituía una clara evidencia de que la teoría psicoanalítica era cierta. El rechazo de la metodología experimental contribuyó a incrementar el aislamiento del psicoanálisis respecto a la corriente principal de la psicología.
El conductismo
Es una proposición radical de la psicología positivista, que descarta la conciencia y los procesos mentales y solo considera como temas de estudio los aspectos visibles de la conducta humana (el comportamiento).
-John B. Watson (1878-1958, Estados Unidos): La psicología como ciencia de la conducta. Fue el hombre que cruzó el puente y cubrió la sima existente entre el estudio de la conducta animal y el estudio de la conducta humana. El sistema de Watson estaba basado en el determinismo, el empirismo, el reduccionismo y el ambientalismo. “Dado el estímulo, la psicología puede predecir cual será la respuesta”, escribió (6). De acuerdo con su empirismo radical rechaza todo lo que no pudiera ser observado desde el exterior (7).
-B.F. Skinner (1904-1990, Estados Unidos): La psicología es la ciencia de la conducta. Según él, “los procesos mentales internos no son los responsables de originar la conducta humana, sino los factores externos y medibles”. A la hora de modular la conducta importan más las consecuencias que los estímulos que la preceden. Es lo que llamó ‘condicionamiento operante’. Lo fundamental son los resultados de las acciones, ya que a partir de éstas se revela la verdadera utilidad o no de las mismas. Una conducta sobre el medio es considerada operante porque tiene una serie de consecuencias constatables, y son estas respuestas del entorno (incluyendo en esta categoría también a otros seres vivos) las que van alterando la frecuencia con la que se vuelve a reproducir esa conducta o una parecida. Skinner utiliza básicamente la forma de aprendizaje asociativo del condicionamiento operante, basada en el aumento o disminución de ciertas conductas dependiendo de si sus consecuencias son positivas o negativas (8).
El nacimiento de la psicología humanista
Hacia la década de 1950, del pasado siglo la psicología estaba en una encrucijada. Por un lado, se encontraba el enfoque conductual centrado exclusivamente en la conducta observable y el método científico riguroso. En el otro extremo, las corrientes influenciadas por el psicoanálisis se enfocaban en la patología, en el determinismo del inconsciente y las pulsiones.
El enfoque humanista de la psicología va a surgir como una rebelión contra lo que algunos psicólogos consideraban las limitaciones de estas perspectivas teóricas. Por un lado, rechazaban los supuestos del conductismo, por determinista, demasiado centrado en el refuerzo, el paradigma de estímulo-respuesta y dependiente de la investigación con animales. Por el otro lado, rechazaban el enfoque psicodinámico por centrarse solo en fuerzas irracionales e instintivas inconscientes como determinantes del ser humano. Los supuestos fundamentales de estas dos corrientes fueron considerados deshumanizadoras por Abraham Maslow (1968) (9), uno de los fundadores del enfoque humanista en la psicología. Los psicólogos humanistas van a dar importancia al crecimiento personal, la autoexploración y el desarrollo del potencial humano. Este nuevo enfoque se desarrolló gracias a los trabajos de varios teóricos clave, entre los que destacan el propio Abraham Maslow y Carl Rogers. En 1943, Maslow publicó Una teoría de la motivación humana (10), donde describió su jerarquía de necesidades.
Posteriormente, a finales de la década de 1950, Maslow y otros psicólogos se reunieron para discutir la creación de una organización profesional dedicada a un enfoque más humanista de la psicología. Estos profesionales acordaron que la autorrealización, la creatividad, la individualidad y otros temas relacionados eran los temas centrales de este nuevo enfoque.
Abraham Maslow (1908 – 1970)
El desarrollo teórico más conocido de Maslow, la ‘Pirámide de las necesidades’ es un modelo que plantea una jerarquía de las necesidades humanas, en la que la satisfacción de las necesidades más básicas o subordinadas da lugar a la generación sucesiva de necesidades más altas o superordinadas. Ideó una ayuda visual para explicar su teoría que llamó “jerarquía de necesidades”, consistente en una pirámide que contiene las necesidades humanas, psicológicas y físicas.
Para Maslow, únicamente aquellas necesidades no satisfechas generan una alteración en la conducta, ya que una necesidad suplida no genera por sí misma ningún efecto. Otro principio fundamental de su teoría es el que sugiere que las únicas necesidades que nacen con el individuo son las de la base, es decir, las necesidades fisiológicas, y las demás surgen a partir de éstas una vez que ya han sido suplidas (11). En la base de la pirámide se encuentran las necesidades fisiológicas básicas, que incluyen la alimentación, la respiración, la eliminación (orinar, defecar, sudar, etc.), el descanso y el sueño y, en general, el mantenimiento involuntario e instintivo de las funciones corporales que hacen posible la vida. El siguiente nivel es el de las necesidades de seguridad y protección: seguridad, orden y estabilidad. Estos dos primeros escalones son importantes para la supervivencia de la persona. Una vez que los individuos tienen satisfecha su nutrición, cobijo y seguridad vital, tratan de satisfacer otras necesidades. El tercer nivel es el de necesidad de amor y pertenencia, compuesto por necesidades psicológicas; cuando los seres humanos han cuidado de sí mismos físicamente, están listos para compartirse a sí mismos con otros. El cuarto nivel se alcanza cuando los individuos se sienten cómodos con lo que han conseguido; este es el nivel de necesidad de estima, que incluye el éxito y el estatus, fundamentalmente en la percepción propia (autoestima), aunque también en la percepción que los demás le transmiten (heteroestima). La cima de la pirámide es la necesidad de autorrealización, y se supera cuando se alcanza un estado de armonía y entendimiento (12).
Carl Rogers (1902- 1987)
En 1942 publica Counseling and Psychotherapy (13), donde sienta las bases de su terapia centrada en el cliente que es considerada la piedra angular del movimiento de la psicología humanista. Rogers supone la relación entre el cliente y el terapeuta como el elemento fundamental para que se desarrolle la cura del consultante. Esto se consigue mediante el uso de la escucha empática, la congruencia propia del consejero y la aceptación incondicional, intentando promover un ambiente libre de amenazas donde el cliente, que no el paciente, pueda expresarse libremente. Es en este escenario donde el cliente podrá, a su tiempo, conocerse a sí mismo y así disminuir su ansiedad y tratar aquellas situaciones que le acomplejan.
La diferencia frente a otro tipo de enfoques terapéuticos reside en que la terapia centrada en el terapeuta se basa en la capacidad de interpretación del profesional, mientras que, en la terapia centrada en la persona, el marco de referencia deja de ser el conocimiento teórico del terapeuta y se centra en cómo vive el cliente aquello que le está sucediendo. Dicho en palabras de Rogers: “Qué pasa con lo que le pasa”. Deja así de ser una terapia focalizada en resolver el problema, y pasa a estar más bien interesada en empatizar en lo que está viviendo el cliente (14). La palabra ‘cliente’ pretende enfatizar un matiz semántico distinto a ‘paciente’, ya que un cliente permanece con la responsabilidad y libertad sobre el proceso terapéutico como un agente activo, en contraposición al paciente como indica este término en su sentido literal («ser paciente con el problema») (15).
Rogers enfatiza que las emociones, en muchos casos disfuncionales, se manifiestan visceral o fisiológicamente, pero que estas expresiones emocionales no han sido representadas (o simbolizadas según sus propias palabras) adecuadamente en la consciencia, ya que su representación podría suponer un peligro para la propia percepción que se tiene de sí (sí-mismo) y peligrar con ello la propia autoestima. A través de esta psicoterapia, el cliente toma conciencia de tal expresión fisiológica y puede representarla e integrarla en el conjunto de sus percepciones sobre sí mismo y el mundo.
Principios básicos de la psicología humanista
Los seres humanos tienen libre albedrio.
Desde la perspectiva humanista, se parte del supuesto existencial de que los seres humanos tienen libre capacidad de elección. La agenda personal o la capacidad de obrar, implica las elecciones que tomamos en la vida, los caminos que seguimos y sus consecuencias. Las personas son en esencia buenas y poseen una necesidad innata de mejorarse a sí mismas y al mundo. El enfoque humanista destaca la importancia del individuo y su valor personal, reconociendo la naturaleza activa y creativa del ser humano, además, se centra en los valores humanos y en el desarrollo de la autorrealización, enfatizando el potencial de crecimiento y superación personal.
Las personas están motivadas para autorrealizarse.
Tanto Carl Rogers como Abraham Maslow, dos de los principales exponentes del humanismo, conciben la autorrealización como una necesidad humana básica y un objetivo a alcanzar en la vida. Según ellos, cada persona tiene una tendencia innata hacia el crecimiento, la mejora constante de sí misma, buscando continuamente su propio desarrollo y bienestar. Lo más importante son las experiencias subjetivas y conscientes del individuo.
Los psicólogos humanistas creen que la realidad objetiva es menos relevante que la percepción y comprensión subjetivas del mundo por parte de la persona. Por eso, a veces se utiliza el término ‘fenomenológico’ para referirse a este enfoque, ya que la personalidad se estudia desde el punto de vista de la experiencia subjetiva del individuo. Para Rogers, el centro de la psicología no es la conducta, el inconsciente, el pensamiento o el cerebro humano, sino cómo los individuos perciben e interpretan los acontecimientos. Por tanto, Rogers reorientó la psicología hacia el estudio del yo.
El humanismo rechaza la metodología científica.
Tanto Rogers como Maslow mostraron poco interés por la psicología científica y el uso de laboratorios para estudiar el comportamiento humano y animal. La psicología humanista, por su parte, tiende a rechazar la metodología científica tradicional y prefiere en su lugar utilizar métodos de investigación cualitativos como relatos diarios, cuestionarios abiertos, entrevistas y observaciones no estructuradas. Estos métodos son útiles para estudios a nivel individual y para conocer en profundidad la forma de pensar o sentir de las personas, como en los estudios de casos. Para comprender realmente a otras personas, se considera importante sentarse a hablar con ellas, compartir sus experiencias y estar abiertos a sus sentimientos.
El humanismo rechazó la psicología comparada (el estudio de los animales) porque no dice nada sobre las propiedades únicas de los seres humanos. Considera que los seres humanos son fundamentalmente distintos de otros animales, principalmente porque son seres conscientes capaces de pensar, razonar y comunicarse mediante el lenguaje. Por esta razón, los psicólogos humanistas le otorgan poco valor a la investigación en animales como ratas, palomas o monos. Según su perspectiva, este tipo de investigaciones nos dicen muy poco sobre el pensamiento, comportamiento y experiencia humana.
La psicología humanista y sus métodos psicoterapéuticos ha recibido numerosas críticas, como la falta de fundamentación científica rigurosa: el enfoque humanista se basa más en la experiencia subjetiva que en la evidencia empírica; y la falta de un marco teórico sólido: el enfoque humanista carece de una teoría unificada que explique todos los aspectos de la experiencia humana.
La Psicología humanista, ¿una tercera vía terapéutica?
¿Es la psicología humanista únicamente una nueva vía terapéutica, una ‘Tercera Fuerza’, como la llamó Abraham Maslow, su fundador, ¿o es algo más?
Para mí, pese a mi estricta formación cognitivo-conductual, es un anhelo el intento de desarrollar un nueva psicología que se ocupe de la subjetividad y la experiencia interna, de la Persona como un todo, sin fragmentaciones como la conducta o el inconsciente; el contemplar a la Persona en su conjunto y el que se desarrolle una disciplina que investigue los fenómenos más positivos y sanos del ser humano como el amor, la creatividad, la comunicación, la libertad, la capacidad de decidir, el cambio terapéutico, y sobre todo, la autenticidad y el arte de ser uno mismo.
Agustín Moreno Sánchez
Psicólogo clínico
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epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Moreno Sánchez, A. La terapia humanista, ¿una tercera vía terapéutica? epistemai.es [revista en Internet] 2024 junio (23). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/7571