Cuando la música y la palabra se hermanan

 

Discurso de ingreso como socia Numeraria de la Sociedad Erasmiana de Málaga de la doctora Paloma Soria Valle, dictado en Málaga el 31 de octubre de 2023

 

 

La palabra, hablada, cantada o escrita, es un acertijo, un jeroglífico, un ideograma que encierra un misterio. Ese misterio puede contener una idea. Y la idea es la sustancia del pensamiento. El utensilio de toda creación intelectual.

La IDEA es la primera de las revoluciones humanas.

Y junto a la idea, la palabra también puede encerrar un sentimiento, y todo ello puede constituirse en una bomba de energía que, lanzada al universo, y al que nos escucha, impacte en ellos un pedazo de espíritu, una célula de Dios si es para bien, o del diablo si es para mal.

Y la música también. Para mí que podrían ser hermanas, o enemigas. Sirven para comunicar, unir personas o atormentarlas.

 

¿Y la voz?

Porque la voz es otra cosa. No es palabra, ni música. La voz puede ser solo un sonido inarticulado, o una caricia, o un sobresalto… y la voz puede o no, ser canto. Las campanas, y los bebés, y los ruiseñores tienen voz.

Y el hombre adulto también, y además la voz es una característica única de cada individuo. En el ser humano cada uno tenemos un timbre vocal que es único.

Pero la voz sola es sólo un sonido, viene de un órgano. La voz es materia. La voz es la del animal. La de la materia. La voz puede ser música o puede no serlo. Como decíamos antes puede ser solo un sonido.

 

Sonidos hay de muchos tipos, y la voz es uno de ellos.

Sonidos naturales: Los de los animales moviéndose, viviendo, muriendo y relacionándose. Los de la naturaleza, el viento, las tormentas, el mar, las hojas crujiendo. La voz humana también es un sonido natural.

-Hay sonidos musicales: los de los instrumentos, y otra vez la voz humana, la voz humana también es un sonido musical.

-Hay sonidos ambientales: mecánicos, coches, teléfonos, lavadoras, parloteos.

-Ruidos raros experimentales, inclasificables: videojuegos. Estos ruidos también son sonidos, en general desorganizados y no deseados, suelen ser inarmónicos y carecer de significado,

 

Pero ‘los sonidos son MATERIA’. En cambio, las palabras no tienen nada de material.

LAS PALABRAS son belleza, fealdad, ingenio, creatividad, oraciones, figuras, ruegos, reproches, plegarias, metáforas, fábulas, dolor, alegría. La palabra viene del espíritu. Y la música, también.

 

Y las propias palabras entonces, si se escapan de un papel, si son pronunciadas por una voz, ¿pueden ser una música?

Pues depende… Porque es difícil expresar emoción, ira, amor, odio, desprecio, apremio, paz, tormento, por medio de una o dos palabras aisladas.

A no ser que:

  1. Vayan acompañadas de muchas otras palabras que coordinadas construyan un razonamiento completo, una escena, con detalles, con matices e intención, que las apoyen para darles un sentido.
  2. O que estas palabras vayan abrazadas por, aunque sea una discreta y cierta melodía, o simplemente que las palabras y las frases sean “entonadas” de alguna manera.

Una o dos palabras dichas planas, o escritas, por sí mismas, pueden en la mayoría de las ocasiones, expresar o decir poco si no van acompañadas de otras, muchas o pocas palabras, que las encuadren en un concepto. Y estas otras palabras compañeras mostrarán un ambiente, crearán una escena, mostrarán una intención, expresarán un deseo o un sentimiento.

Pero en cambio una o dos palabras solas sí pueden decirlo todo si van transportadas por una, aunque sea rudimentaria, entonación, con la cual puedan hermanarse, que no siempre sucede. Porque es indudable, que la simple entonación de las palabras, en una de sus posibles formas adecuadas, y más aún con la compañía de la música, es una gran potenciadora del impacto de las palabras. Y es que entonces, la propia voz, con la entonación que se origina en el sentimiento, y la música, son las grandes aliadas, las hermanas de la palabra.

 

Decíamos que una o dos palabras tan solo escritas en un papel pueden decir muy poco, pero que si les añadimos voz, entonación o música la cosa cambia, para bien, o a veces, como veremos luego, para mal.

Aunque los pentagramas y la notación musical no están diseñados para representar directamente el leguaje humano, es la música que al hablar entrelazamos, insensiblemente, inconscientemente entre las silabas y las letras, y las palabras, la que ayuda a transmitir la emoción.

 

Y cuanta más música COORDINADA con las palabras hacemos al hablar, más comunicamos. Y comunicamos una u otra cosa según la música que hagamos al hablar.

La música y la entonación pueden influir en las palabras con el ritmo, la entonación, la duración de cada golpe de voz, los acentos o la fuerza y, por lo tanto, ayudar a transmitir el sentimiento y la intención, de las palabras, creándose al hablar una especie de melodía lingüística. Y es esa melodía la que puede “hablar” junto a la propia palabra.

Entonces me pregunto: ¿hacemos música al hablar?

Depende… No es lo mismo decir “Ven aquí” como lo haría un robot, que hacerlo de forma imperativa, o como se lo diríamos a un bebé, o decirlo en un grito de terror, o enfadado, o con deseo, o con alegría, o con tristeza, o con desprecio, o perdonando.

Audio 1 ‘Ven aquí’

La melodía lingüística se refiere a los diferentes patrones de entonación y ritmo en el habla de cada idioma y cada cultura, que pueden asemejarse a una melodía musical, y tienen un impacto en cómo percibimos y comprendemos el lenguaje. La SENSUALIDAD elegante del francés, la sensualidad visceral del brasileño, la dureza del alemán, la musicalidad del italiano, el pentagrama y las entonaciones del chino…

Algunas características clave de la melodía lingüística española son por ejemplo que el español:

-Es un idioma con acento de intensidad.

-Tiende a tener un ritmo más equilibrado en comparación con algunos otros idiomas. Las sílabas se pronuncian con una duración más uniforme, lo que contribuye a su musicalidad; las preguntas tienden a tener una entonación ascendente al final de la frase, mientras que las afirmaciones tienen una entonación descendente, cosa que no en todos los idiomas sucede.

En conjunto, estas características y otras más contribuyen a la melodía única del español y le dan su distintiva musicalidad al hablar o al recitar un poema.

Y es diferente de la melodía del francés, del italiano, del alemán o del brasileño. Y ya no digamos de idiomas como el danés. Respecto al danés me di cuenta de que nunca lo aprendería, porque su melodía, sus sonidos, sus voces, son absolutamente ajenos a mi alma. Como sus raíces. Lo mismo que el chino, es ajeno a mi estructura. Indudablemente podría terminar aprendiéndolos, pero me haría falta una motivación extra muy poderosa y muchísimo tiempo y voluntad, algo que no me sucede con el italiano, el portugués o el francés.

Y es que mi alma es latina, y más lejos griega, y desde allí está configurado mi pensamiento. Me guste o no, ahí están mis códigos, y entiendo una manera de expresar sentimientos y actitudes internas, en una conjunción de sonidos, palabras y silencios que son uniformes con mi entorno.

Porque mi pensamiento está conformado y configurado con las palabras, los sonidos y los silencios que me impregnan desde mi historia, desde mi pasado desde generaciones, y que empapan también mi presente. Y mis pensamientos y mis palabras.

Y por lo tanto mis sentimientos se expresan, suenan en el aire y cantan de una forma determinada ante las diferentes situaciones de la vida.

Y lo hacen apoyados y desde las bases de mi historia. Por ejemplo, ante la muerte.

En la liturgia romana, el Réquiem (del latín requiem, ‘descanso’, de la missa pro defunctis o missa defunctorum) es un ruego por las almas de los difuntos. Su nombre proviene de las primeras palabras del introito:

Requiem aeternam dona eis, Domine,

et lux perpetua luceat eis.

Te decet hymnus Deus, in Sion,

et tibi reddetur votum in Jerusalem.

Exaudi orationem meam;

ad te omnis caro veniet.

Requiem aeternam dona eis, Domine

et lux perpetua luceat eis.

 

Y, entendamos o no entendamos el latín, ese son es igual a éste:

Dales, Señor, el eterno descanso,

y que la luz perpetua los ilumine.

En Sion, cantan dignamente tus alabanzas.

En Jerusalén, te ofrecen sacrificios.

Escucha mi plegaria,

hacia Ti a quien van todos los mortales.

Dales, Señor, el eterno descanso,

y que la luz perpetua los ilumine.

 

Esto no puede decirse que sea un poema, es una forma de hablar. Pero la forma en la que hablamos, aunque no tenga ritmo ni rima ni cadencia, puede tener una musicalidad propia, y más cuando dejamos explotar la emoción. Y a veces, es ese mismo verbo el que es capaz de cantar por sí mismo, libre de tiempos y de medidas.

Lo mismo sucede con la plegaria del Ave María en latín.

Audio 2 ‘Ave María’

Es una oración sentida por todos, vivida por todos, y ya no sé si es música u oración. Y será dicha de diferente forma por el rezandero que por el que está orando. Porque la diferencia entre rezar y orar radica en lo más profundo del alma de quien lo hace. Rezar es repetir, tal vez como un loro. El Réquiem -o un Ave María- dichos sin alma, rápido, para cumplimentar un responso o un trámite no serán lo mismo que formulados en un canto.

Pero: “cuando oréis no lo hagáis como los gentiles, repiten en voz alta las mismas palabras sin sentirlas”. Y qué forma hay más sublime de sentir las palabras que dejándolas volar al viento, libres. Así, cuando se deja volar a las palabras, estas se esculpen en el aire, liberando energías evanescentes que sólo quedan después en la memoria.

Desde antes de la Edad Media hasta nuestros días, cuando se quiere intensificar de forma superlativa el ruego, convertimos las palabras en un canto. Y uno se imagina entonces un corazón dolorido, hincado en tierra, tratando, con todas sus fuerzas que su plegaria llegue a lo más alto. Parece difícil no orar si el Ave María o el Réquiem brotan de nosotros cantados.

La relación entre las palabras y la música es profunda y fascinante. Ambas formas de expresión juntas tienen la capacidad de evocar emociones, transmitir mensajes y crear conexiones con uno mismo y con el prójimo de maneras únicas.

Un canto así, como el Réquiem, cuando la música es la que persigue a las palabras y camina pegada tras sus pasos, es una fórmula que sale tan profundamente del corazón, que a nadie deja impasible. No puede dejar impasible ni al mismo Dios.

 

Sigue


epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Soria Valle P. Cuando la música y las palabras se hermanan. epistemai.es [revista en Internet] 2023 octubre (21). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/6735

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