Ciguatera. Morir en la orilla (volver a primer apágina)
En búsqueda de las Molucas
La noticia del descubrimiento del “paso” que llegó a Sevilla con la Victoria, nao sobreviviente de la expedición de Magallanes y de nombre casi homónimo a la que nos ocupa, se extendió por España como un reguero de pólvora. Carlos I, apremiado económicamente por sus empresas bélicas, auspició una nueva y rápida expedición con rumbo a las Molucas; haciendo caso omiso a las protestas de Portugal, que alegaba derechos conforme a la demarcación alejandrina. Así, se organizó apresuradamente la expedición de fray García Jofré de Loaysa, comendador de la Orden de San Juan –Malta(4)-. Como segundo jefe de esta armada –a la cual aspiraba a mandar, siendo relegado por no ser noble- fue designado Juan Sebastián Elcano (quien años antes había comandado la primera expedición que consiguió circunnavegar la Tierra), y su oficialidad estaba integrada por los pilotos que habían regresado entre los dieciocho de la Victoria. Con ellos viajaban también Rodrigo de Triana –el primer hombre en avistar América– y el joven piloto vasco Andrés de Urdaneta.
La segunda expedición a la especiería -bien armada y pertrechada, con 450 hombres a bordo- se hizo a la mar en La Coruña el 24 de julio de 1525; era la flota más grande enviada hasta entonces y su misión ya no era sólo comercial, también tenía un carácter militar para asegurarse el dominio de las posesiones disputadas con los portugueses.
Se componía de siete naves, cuatro eran naos: Santa María de la Victoria, de 300 toneladas, capitana con Loaysa; Sancti Spiritus, de 240, al mando de Juan Sebastián Elcano; Anunciada, de 204, cuyo capitán era Pedro de Vera; y San Gabriel, de 156, a cargo de Rodrigo de Acuña. Las carabelas Santa María del Parral, mandada por Jorge Manrique, y la San Lesmes, de 96 toneladas, por Francisco de Hoces; el patache Santiago, de 60 toneladas, a cargo de Santiago de Guevara, completaba la escuadra. Entre los hombres que componían la tripulación viajaban personajes conocidos, como el citado Andrés de Urdaneta, más tarde fraile y cosmógrafo; los pilotos Martín de Uriarte y Rodrigo Bermejo, el factor general Diego de Covarrubias, los contadores Toribio Alonso de Salazar y Martín Íñiguez de Campuzano y el tesorero Diego Alonso de Solís.
Realizaron numerosos descubrimientos geográficos y marítimos, como la ruta del cabo de Hornos, el descubrimiento de varios archipiélagos del Pacífico, y probablemente llegaron a Australia; pero su travesía fue una sucesión de desastres, calamidades y deserciones. Durante el viaje murieron, entre otros, el almirante Loaysa, Elcano y Rodrigo de Triana, que merece una reseña.
Rodrigo de Triana era vecino de Los Molinos (Sevilla). Al parecer su verdadero nombre era Juan Rodríguez Bermejo, tal nos indican autores de prestigio, entre los que destaca la investigadora norteamericana Alice B Gould. Según ella indica, por un error de trascripción -achacable al escribano que copió en Barcelona el Diario, que Colón entregó a los Reyes Católicos tras su regreso en 1493- pasó a la historia como Rodrigo de Triana. Según esto Rodrigo no es nombre, sino el apellido ‘Rodrigues’ mal copiado.
El sevillano participó como marinero en el primer viaje de Colón, enrolado en la carabela Pinta, capitaneada por Martín Alonso Pinzón, que era más rápida que la nao Santa María, capitaneada por Cristóbal Colón, y la carabela Niña, capitaneada por Vicente Yáñez Pinzón. Según la tradición, fue quien, en la madrugada del 12 de octubre de 1492, gritó “¡tierra!” desde el palo mayor de la Pinta. Aunque Colón, cicatero él, intentó apropiarse el mérito. Pero esa será otra historia.
En esta ocasión Bermejo viajó con el cargo de piloto de la nao capitana Santa María de la Victoria. Ahora lo encontramos sujeto a las vicisitudes vividas por los tripulantes de la armada que zarpó de La Coruña en la madrugada del 24 de julio de 1525. Cuando todavía estaban en el Atlántico una tormenta sorprendió a las siete naves, que se dispersaron. Cuando vuelve la calma, se agrupan de nuevo, pero la Santa María de la Victoria no aparece y, tras buscarla durante tres días, el grueso de la flota decidió continuar rumbo al sur.
Nuevas tormentas dificultan el camino haciendo peligrar las naves que continuamente se separan y vuelven a reunirse, aunque con grandes dificultades. Así, el 22 de enero de 1526 aparece nuevamente la Santa María de la Victoria reuniéndose el grupo, con excepción de la Sancti Spiritus, que está demasiado maltrecha y tiene que desguazarse, siendo necesario repartir pertrechos y tripulantes entre las demás embarcaciones (Andrés de Urdaneta, que realiza una crónica de los acontecimientos, irá desde entonces en la capitana). Cuando parece que todo está preparado para continuar camino, una nueva tempestad que duró cuatro días deja inservible la capitana, lo que retrasa el avance.
El desánimo hace que los hombres de la Anunciada decidan regresar a la Península, siendo imitados poco después por la San Gabriel. El cuatro naves restantes se refugiaron en el río de Santa Cruz, para reparar y nuevamente intentar continuar su camino hacia las Molucas, a través del estrecho recientemente descubierto por Magallanes. En esta ocasión tuvieron éxito, pero tardaron nada menos que cuarenta y ocho días en atravesarlo, cuando el descubridor que le dio su nombre había tardado menos de un mes.
La expedición de Loaysa, en la que mostraron su pericia los distintos pilotos que la compusieron como Rodríguez Bermejo, tampoco tuvo suerte al conseguir llegar al Océano Pacífico que, lejos de hacer honor a su nombre, recibió a las naves que aún resistían con una fuerte tempestad que las separó de nuevo.
Los hombres ven peligrar una vez más sus vidas. En esta ocasión, el patache Santiago pone rumbo a Nueva España, alcanzando sus costas en julio de 1526. De la San Lesmes no se tuvo más noticia –aunque hay indicios de que podría haber naufragado en costas australianas o islas aledañas– y la Santa María del Parral embarrancó sin poder continuar camino. Tan sólo continúa, intentando lograr el objetivo previsto de llegar a las Molucas, la nao capitana Santa María de la Victoria, dirigida por su piloto Rodríguez Bermejo; con Loaysa, Elcano y Urdaneta a bordo.
La Santa María de la Victoria, de nuevo sola el 4 de junio, a 41º 30′ de latitud sur, prosiguió el viaje. Su situación empeoraba por momentos, pues, a causa de los temporales, sus reparaciones se habían resentido y comenzaba a hacer agua; tanta que las bombas de achique no daban abasto para desalojarla. Además, el escorbuto –unido a la reagudización de la ciguatera, no lo olvidemos– comenzó a causar estragos entre los tripulantes, dando inicio a una triste y larga lista de fallecidos a bordo. El 24 de junio de 1516 falleció el piloto Rodrigo Bermejo –Rodrigo de Triana–; el 13 de julio le siguió el contador Alonso de Tejada; el día 30, cuatro días después del paso del Trópico de Capricornio, moría el jefe de la expedición, capitán general García Jofré de Loaysa, siendo nombrado general de la expedición Juan Sebastián de Elcano, ya muy enfermo, que falleció cinco días después, el 4 de agosto. Andrés de Urdaneta fue uno de los testigos que firmaron el testamento del insigne marino(5).
La situación es cada vez más lamentable pues los hombres se ven afectados por el escorbuto, algunos también por el recrudecimiento de la ciguatera, enfermando de manera generalizada. La nao hace aguas, pues en el río de Santa Cruz antes de cruzar el estrecho, el improvisado astillero no sirvió para repararla de manera adecuada con los restos de la naufragada Sancti Spiritus. Los tripulantes enfermaban y las raciones disminuían por miedo a que faltase alimento, ya que en la nao viajaban la mayor parte de los marinos de la perdida Sancti Spiritus.
Tres de las naves, como quedó relatado no llegaron a cruzar el estrecho de Magallanes y sólo una, la Santa María de la Victoria, alcanzó las Molucas, donde la tripulación tuvo que enfrentarse con los portugueses durante casi un año. Tras sufrir innumerables vicisitudes a lo largo de un durísimo y amargo viaje, sólo 24 hombres de esta nave regresaron a España, vía Lisboa, en barcos portugueses; Urdaneta entre ellos.
Pero eso ya es parte de otro de los épicos y prácticamente olvidados episodios de nuestra historia: el tornaviaje.
Javier Pérez Frías, SEMA y Universidad de Málaga
Carmen López Castillo, Universidad de Málaga
Bibliografía:
- Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias. Libro XX, cap. VI
- Ibidem
- Mazón Serrano, Tomás. Elcano. Viaje a la historia. Encuentro SA. Madrid 2020. Pp:255.
- La Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, más conocida como la Orden de Malta, es una orden religiosa católica fundada en Jerusalén en el siglo XI por comerciantes amalfitanos.
- A.G.I. Patronato,38.R.1, folio 1r. Documentos sobre Juan Sebastián Elcano: testamento y otros instrumentos relativos a su familia.
Referencias de las imágenes
a. Barracuda with prey. Photographer: Florida Keys. National Marine Sanctuary. reef2567, The Coral Kingdom Collection. Public domain, via Wikimedia Commons.
b. Blue-spotted grouper (Cephalopholis argus). Author: Adrian Pingstone. Bristol Zoo, Bristol, England. Public domain, via Wikimedia Commons.
c. Retrato oficial de James Cook, 1776. Attribution: Nathaniel Dance-Holland. National Maritime Museum, United Kingdom. Public domain, via Wikimedia Commons
d. Trazado del viaje capitaneado por García Jofré de Loaisa. Author: Holger Behr Hobe. Public domain, via Wikimedia Commons. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Loaisas_journey.PNG
e. Juan Sebastian Elcano. Grabado de J. Lopez Eguindanos en Las glorias nacionales: grande historia universal de todos los reinos, provincias, islas y colonias de la Monarquía Española, desde los tiempos primitivos hasta el año de 1852. Fondo Antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla. Public domain, via Wikimedia Commons
f. Escultura de Rodrigo de Triana en el barrio de Triana de Sevilla. Creada en 1973 y restaurada en 2013. Attribution: CarlosVdeHabsburgo, CC BY-SA 3.0 <https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0>, via Wikimedia Commons. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Escultura_de_Rodrigo_de_Triana.JPG
g. Andrés de Urdaneta (1498 – 1568). Pintura del S.XIX de autor desconocido. Attribution: CarlosVdeHabsburgo, CC BY-SA 3.0 <https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0>, via Wikimedia Commons. htps://commons.wikimedia.org/wiki/File:Escultura_de_Rodrigo_de_Triana.JPG