¿Qué es la ciguatera? La ciguatera es una forma común de intoxicación alimentaria, endémica de trópicos y subtrópicos, debida a la incursión en la cadena trófica humana de peces contaminados que se encuentran en los arrecifes coralinos. La enfermedad es causada por toxinas producidas por dinoflagelados –microorganismos unicelulares del fitoplancton, base nutricia de pequeños peces– que viven en los detritus y las macroalgas asociadas a sistemas de arrecifes. Las toxinas responsables son ciguatoxina, maitotoxina, escaritoxina, palitoxina, ácido okadaico, y posiblemente algunas otras. Éstas se acumulan en la cadena alimentaria marina y hacen más tóxicos a los peces más grandes. Se ignora por qué la mayoría de los peces no se afectan por las toxinas y sí algunos otros animales, que incluyen mamíferos, aves, reptiles, anfibios, insectos y hasta ciertos peces. Se reporta mayor toxicidad de estas toxinas en algunas islas tropicales, donde es mayor la fuerza de las olas al dañar a los arrecifes en los que se encuentran macroalgas; las tormentas y ciclones tropicales con lluvias abundantes, terremotos y olas gigantes o tsunamis, preceden a los brotes de ciguatera. Los arrecifes afectados pueden permanecer tóxicos durante años.
Los transmisores de la enfermedad son los peces semipelágicos y los que habitan en los arrecifes coralinos; entre ellos la aguja, pez vela, barracuda, dorado, peto, coronado, cubera e incluso el mero; aquí intervienen sus hábitos de alimentación, donde se involucran peces herbívoros que consumen los dinoflagelados, así como los que forman parte de la cadena alimentaria (piscívoros).
Aunque endémica de los trópicos y subtrópicos, la ciguatera se reporta también en áreas no tropicales.
Su patogenia se resume como sigue: los microorganismos que sintetizan la toxina colonizan el coral, principalmente Gambierdiscus toxicus. Allí, peces herbívoros los ingieren y concentran en su organismo las ciguatoxinas; los piscívoros se vuelven tóxicos al alimentarse de los anteriores. Como consecuencia, la concentración de toxinas aumenta proporcionalmente con la ubicación de la especie en la pirámide alimentaria. El hígado, cerebro y gónadas de los peces son los órganos donde se acumulan preferentemente las toxinas.
Como quedó, las toxinas no afectan a los peces contaminados, por lo que es imposible determinar con un simple examen cuál conlleva riesgo si se consume. Por el mecanismo de concentración los ejemplares mayores presentan mayor peligro para el hombre al ser ingeridos. La barracuda es una de las variedades más preocupante, según las estadísticas, y la morena la que da cuadros más graves.
Tras la ingesta y transcurridas de doce a veinticuatro horas, aparece el cuadro clínico de intoxicación con esta secuencia: manifestaciones gastrointestinales (dolor abdominal, diarrea, náuseas, vómitos), neurológicas (calambres, hormigueos, dolores musculares, fatiga intensa, trastornos del equilibrio, sensación de sabor metálico) y cardiovasculares (bradi o taquicardia e hipotensión arterial). Estos síntomas son comunes a muchos trastornos, pero hay dos cardinales: la inversión de la sensación térmica -sensación de calor o quemadura al tocar objetos fríos y sensación de frío al tocar objetos calientes-. El otro son parestesias como hormigueo peribucal y/o en labios y lengua.
Otro dato peculiar es el de su reagudización. Los que la hayan padecido pueden experimentar un cuadro similar mucho tiempo después al ingerir pescado sano, alcohol o nueces.
Esta intoxicación afecta especialmente a la franja más pobre de la población, que se alimenta de lo que pesca. En ese entorno han crecido muchos mitos, todos ellos peligrosos. Dicen que si a la carne de pescado se le frota una moneda y esta brilla tiene ciguatera. La devaluación de la capacidad adquisitiva de los marinos hizo que al principio se creyera en las monedas de oro, luego en la plata y ahora parece que cualquier aleación funciona. Se dice que sólo se produce (en el hemisferio norte) en los meses que no tienen la letra «r». Lo que sí es cierto es que cuando aumenta la temperatura del agua aumenta el riesgo, pero de ahí a apostar la salud a una sola letra hay mucha distancia.
Otro de los mitos es que si el pescado sospechoso se cuece con leche no hay riesgo. Uno de los más extendidos dice que, si se le agrega mucho limón o vinagre, la toxina se inactiva; en este concreto caso la realidad es bien distinta y peligrosa, ya que los ácidos aumentan la absorción y la gravedad del cuadro. Otras creencias falsas: las moscas, los pájaros y los gatos no comen el pescado contaminado.
Cada toxina tiene un mecanismo patológico diferente y complejo pero, en general, todas inducen la despolarización de la membrana neural al abrir los canales del sodio.
Cuadro clínico
Se han reportado más de un centenar de síntomas, que se agrupan en tres categorías: gastrointestinales, neurológicos y cardiovasculares. La duración, severidad y orden de ocurrencia varían considerablemente en cada paciente según la cantidad y porción de pescado ciguato ingerido (cefálico-caudal). La enfermedad comienza a veces antes de que finalice la comida, pero por lo general se inicia pasadas las primeras doce horas con una combinación de síntomas gastrointestinales -náuseas, vómitos, diarreas y dolor abdominal-; neurológicos, con disestesias y parestesias típicas en la región perioral, lengua y partes distales de las extremidades, sobre todo en palmas de las manos y plantas de los pies. Es llamativa y habitual la sensación de inversión térmica descrita, especialmente al beber. También ataxia, prurito, disminución de la fuerza muscular en los miembros inferiores y sensación de pérdida de los dientes. Los síntomas cardiovasculares son los más graves con hipotensión arterial, bradicardia, bloqueo A-V y shock cardiogénico, que puede desencadenar el fallecimiento del enfermo.
La mortalidad es escasa (0,1%) y ocurre por fallo respiratorio asociado. Si se recupera del cuadro inicial, las manifestaciones neurológicas se prolongan semanas o meses, presentando remisiones y reagudizaciones, a veces desencadenadas por la ingesta de mariscos, pescado, nueces, semillas o bebidas alcohólicas. Se han reportado recaídas tras la ingestión de carne de pollo, huevo y pescado enlatado.
Otros síntomas incluyen: exacerbación de acné, hipo, sialorrea, fotofobia, sabor metálico en la boca – disgeusia o parageusia -, oftalmoplejía, agitación, delirio, parálisis de los músculos faciales, espasticidad muscular, hiporreflexia, lesiones cutáneas, ceguera temporal, caída del pelo y uñas o descamación de la piel.
Existen vagas referencias a la ciguatera en el Pacífico Sur desde 1606. El primer relato detallado del cuadro clínico lo realizó -1774, Nueva Caledonia- el navegante inglés James Cook. La zona de riesgo va desde los 35°N. hasta los 35°S.; en especial en las islas del Pacífico Sur, Indias Occidentales y el Mar Caribe.
Pero quizás los españoles -ágrafos y malincheros, como somos-, también podríamos haber dicho algo más sobre el tema. Y antes que los ingleses; que tanto, y tan bien, nos copiaron.
Una larga relación entre la ingesta de peces y los síntomas
El 26 de julio de 1526, en mitad de la Mar del Sur–Océano Pacífico- la nave Santa María de la Victoria, capitana de la armada comandada inicialmente por García Jofré de Loaysa, se encontraba navegando cerca del paralelo ecuatorial, rumbo noroeste, superado ya el trópico de Capricornio, a más de 1000 millas de cualquier tierra conocida, cuando los casos de enfermedad entre su tripulación empezaron a recrudecerse de forma alarmante, hasta el punto de poner en peligro la vida de quienes la gobernaban. La primera señal de alarma había aparecido meses atrás, cuando los barcos estaban todavía en el Atlántico:
Un día se tomó un pescado que parescía corvina, tan grande como un salmón de veynte libras, y todos los que comieron a la mesa del capitán general enfermaron por le come r(1) …
… vido este pescado , y que tenía los dientes como un grand perro, y que él mismo mató otro tal pero mayor, que los tenía de la misma manera, que peso más de cinquenta libras, pero que no ossaron comer dél(2) …
Queda claro que nuestros marinos establecieron una relación con la ingesta de aquel pez y los síntomas que afectaron a una parte señalada de su tripulación. Los que comieron de aquel gran pez -muy posiblemente una barracuda– se fueron sobreponiendo, aparentemente, a la enfermedad que les causó; pero la ciguatera puede reactivarse al cabo de meses y llegar a causar la muerte(3).
Ahora quien acababa de dictar sus últimas voluntades era su nuevo capitán general; el anterior había iniciado su último viaje el día 30 de julio de 1526, arrebatado en aguas cercanas por la misma enfermedad que estaba acabando con él.