Volver al inicio de Francisco Segalerva Ruiz, el héroe de Tizzi Aza y Kudia Tahar
Un segundo hito en su carrera militar será su participación en la liberación de Kudia Tahar, posición estrechamente sitiada en septiembre de 1925. Todo comenzó en agosto de ese año, cuando los tres tabores de infantería de los Regulares de Melilla nº 2 participaron en los preparativos del desembarco de Alhucemas. El día 3 de septiembre se cargó el material en los mercantes designados para el transporte de esta unidad, ‘Menorca’ y ‘Aragón’; durante la tarde del día 4 y en las primeras horas del 5 embarcó el personal repartido en dichos buques, dos tabores en el primero y el otro en el segundo.

Francisco Segalerva Ruíz. Fuente: Vida Gráfica
Las tropas de los Regulares de Melilla estaban encuadradas en las dos columnas organizadas bajo el mando del general Emilio Fernández Pérez: un tabor en la de vanguardia, mandada por el coronel Manuel Goded Llopis, y los otros dos en la de reserva, su jefe el del mismo empleo Félix de Vera Valdés. La noche del 5 al 6 de septiembre zarpó el convoy del puerto de Melilla, protegido por la escuadra francesa del almirante Hallier; todos creían que iban a desembarcar en Uad Lau para luego liberar Xauen. Una vez en alta mar, se comunicó a los oficiales y tropa la verdadera misión: desembarcar en Alhucemas.
El día 6 se realizó una demostración sobre Sidi Dris, continuando luego la navegación para llegar al anochecer frente a cala Quemada; el 7 debía realizarse el desembarco en Alhucemas, sin embargo, el desembarco se retrasó veinticuatro horas, realizándose en la mañana del 8 de septiembre.
Mientras tanto, las fuerzas de Abd el Krim habían atacado el frente de Tetuán, el día 3 de septiembre, y habían sitiado a la posición de Kudia Tahar. Aunque inicialmente el general en jefe, Miguel Primo de Rivera, no quiso retirar unidades de las embarcadas para la operación de Alhucemas, la gravedad de la situación le determinó a enviar algunas fuerzas a Tetuán; estas serían unidades de la brigada Fernández Pérez que estaban a la espera de desembarcar.
Los refuerzos fueron dos banderas del Tercio y el segundo tabor de infantería de Regulares de Melilla nº 2; con él marchó el teniente Segalerva Ruiz. El día 10 estas unidades estaban ya en Tetuán y al día siguiente se comenzó la operación para liberar Kudia Tahar. Para ello, bajo el mando del general Federico Sousa, se organizaron tres columnas; en la primera, mandada por el teniente coronel Amado Balmes Alonso, se integraban las fuerzas llegadas de Alhucemas y servicios. Sería ésta la que llevase el esfuerzo principal, avanzando por el barranco del Sequin a Dar Gazi para expulsar de aquel punto a los rifeños y, una vez conseguido esto y limpio el barranco, liberar Kudia Tahar; las otras dos, mandadas por los coroneles Fanjul y Perteguer debían proteger los flancos.
A las 8 de la mañana del 11 se inició el avance, pero éste tropezó con grandes dificultades. Segalerva, marchaba al frente de su sección en vanguardia de la segunda compañía que, a su vez, iba en vanguardia del tabor; avanzando por la ladera izquierda del barranco de Dar-Halca. Según declararía años más tarde su capitán, Manuel Gancedo Sáenz:
“En un principio la marcha se hizo sin incidente alguno, a través de la espesísima gava y numerosa arboleda que puebla dicho barranco; tanto es así, que llegamos a creer en ausencia de enemigo por aquellos lugares. Siendo esta ladera del barranco de una anchura desproporcionada para las pocas fuerzas que avanzaban por ella, se hacía punto menos que imposible reconocer todos sus accidentes con debida minuciosidad, de acuerdo con las recomendaciones que se nos hicieron antes de emprender la operación, siendo este motivo de que la marcha fuera sumamente lenta. En estas condiciones avanzamos unos tres kilómetros próximamente en hora y media, cuando repentina e inesperadamente un nutridísimo fuego del enemigo nos detuvo y nos desconcertó, por partir de todas direcciones, por su gran densidad y sernos imposible descubrir sus emplazamientos con precisión”.

Cortejo fúnebre del teniente Segalerva atravesando calle Larios. Vida Gráfica, 5 de octubre de 1925
El capitán decidió atacar al enemigo con las dos secciones restantes de su compañía, dejando a la de Segalerva en la posición que había alcanzado; pero durante el combate se vio amenazado por fuerzas enemigas que pretendían envolverle por el flanco izquierdo. Al observar esto Francisco “inmediatamente, sin la menor vacilación, les salió al encuentro, no obstante la gran inferioridad numérica de las fuerzas a sus órdenes, y, al hallarse completamente dominado por los contrarios”. La situación era tan apurada que, en opinión de este capitán, el enemigo “no solamente destrozaría esta sección” sino que aislaría a la compañía del grueso de la columna.
En estos momentos críticos el teniente Segalerva se lanza decididamente con su sección hacia el enemigo oculto y combaten con granadas de mano encarnizadamente, “sin que las malas condiciones del terreno, la inferioridad numérica y el nutridísimo fuego hicieran vacilar ni detener un momento a la pequeña fuerza”. Segalerva cayó herido sin llegar a ocupar el emplazamiento enemigo, pero su actuación hizo que aquel abandonase sus posiciones y permitió que el resto de la compañía se estacionara en él.
Al inspeccionar la posición tomada, el capitán Gancedo descubrió que se trataba de una profunda trinchera de gran longitud, que era imposible de distinguir desde donde se encontraba al inicio del combate; en ella encontró a Francisco Segalerva “gravísimamente herido en la cabeza” al que curó personalmente y le preguntó cómo estaba, a lo que el teniente respondió con estas palabras: “Muero, pero muero por España”.

Ubicación en el callejero de Málaga de la calle
El 14 de septiembre la revista Vida Gráfica publicaba una necrológica titulada ‘Paco Segalerva Ruiz’ en la que, entre otras cosas, se decía “Paco Segalerva era un valiente. Sencillo y de una modestia exagerada, jamás dió importancia a sus actos”. Al conocer la noticia, su padre y otros familiares se trasladaron a Tetuán, para asistir a su entierro, que tuvo lugar a las cinco de la tarde del día 15. La prensa recogió las palabras del padre en el sepelio: “cuantos hijos tuviera los daría para el servicio de la Patria”. Según algunas noticias de prensa, Primo de Rivera acudió al cementerio de Tetuán e impuso sobre la tumba de Segalerva la Medalla Militar. Esta “concesión” no se vería rubricada de forma oficial posteriormente.
Poco tiempo permaneció el cadáver del teniente Segalerva en tierras africanas, el 4 de octubre llegaban a Málaga sus restos, a bordo del vapor ‘Cabo Páez’; su traslado hasta el cementerio de San Miguel fue una gran manifestación de duelo en la que no faltó la escolta de una compañía del Regimiento Álava. El duelo fue presidido por D. Manuel González García, obispo de Málaga; Enrique Cano Ortega, gobernador militar de Málaga, y otras autoridades. Antes de dar sepultura definitiva al teniente, el general Cano pronunció estas palabras: “Malagueños: los que ofrendan la vida por la Patria no mueren, viven eternamente en la memoria de sus conciudadanos. ¡viva el Teniente Segalerva!”.

Vista actual de la calle Teniente Segalerva Ruiz
Pocos meses después, el 20 de diciembre de 1925, se publicaba una real orden por la que se concedía a una extensísima lista de jefes y oficiales la cruz del Mérito Militar con distintivo rojo, por: “las operaciones realizadas en nuestra zona de Protectorado en África desde 1º de febrero a 31 de julio de 1924”. Entre los condecorados estaba Francisco Segalerva, al que por su empleo le correspondía una cruz de 2ª clase.
Ya en 1928, la orden general de las Fuerzas Militares de Marruecos del día 28 de junio insertaba el extracto del expediente de juicio contradictorio instruido a favor del teniente Francisco Segalerva Ruiz, para la posible concesión de la cruz laureada de San Fernando. Extracto que era publicado en el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra el 11 de julio de ese año. Este expediente se había cerrado el 5 de mayo anterior por su juez instructor; su publicación habría un plazo de diez días para que los que supiesen algo “en contrario o capaz de modificar la apreciación de los hechos citados” se presentasen a declarar.
A pesar de esta publicación, el expediente cayó en el olvido y la cruz laureada de San Fernando nunca llegó a concederse al teniente Segalerva. Pero cuatro días después, el 15 de julio, se publicaba la confirmación, por real orden del día anterior, de la concesión de la Medalla Militar otorgada en 1923:
“El Rey (que Dios guarde), de acuerdo con el Consejo de Ministros y por resolución fecha 5 del actual, se ha servido confirmar la concesión de la Medalla Militar al expresado oficial, por haberse comprobado debidamente que los hechos de armas que realizó y servicios que prestó le hacen acreedor a tan preciada recompensa”.
Este sería el último homenaje a un militar malagueño que murió hace cien años y que, aún hoy, está presente en una de nuestras calles.
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epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Pérez Frías PL. Francisco Segalerva Ruiz, el héroe de Tizzi Aza y Kudia Tahar. epistemai.es [revista en Internet] 2025 octubre (27). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/9109