Volver al inicio de Cuando la música y las palabras se hermanan
¿Y la poesía?
Cuando a las frases les damos ritmo, rima y hacemos que coordinen unas con otras, le llamamos poesía.
La poesía a menudo se asemeja a la música en términos de ritmo, cadencia e inflexiones. Los poetas utilizan estructuras métricas, como el número de sílabas en un verso o el patrón de acentos, para crear un ritmo armónico y muy frecuentemente matemático que hermane los versos entre sí. Además, las elecciones de palabras, las pausas y la disposición de las mismas en el poema también contribuyen a crear una musicalidad única en cada creación poética.
En la poesía la melodía lingüística puede combinarse intencionalmente para crear un efecto artístico. Y de hecho los «poemas líricos» evocan musicalidad y emociones similares a una canción. Luego está la verbalización del poema que puede tener ritmo o no, pero una poesía mal recitada no es nada. Una de las virtudes de un buen comunicador verbal, es que parezca que está cantando. Y una de las virtudes más apreciadas del cantante, es que parezca que está hablando. Curioso, ¿no?
Hay cantantes a los que no se les entiende nada de lo que dicen. Y no hay que olvidar que el canto es la sublimación de la parte orgánica de la palabra, es decir, de su voz, del sonido de la misma. Y también hay oradores cuya exposición es tan plana, y tan carente de música que resulta insufriblemente aburrida su perorata, por muchos datos que dé, y por mucha información que trate de transmitir.
Hablar, recitar y cantar son tres cosas diferentes, todas tienen que ver con la armonía, pero ¿quién parece tomar el mando en cada caso?
Al hablar el mando parece que lo toma cada palabra con sus acentos y características, o a lo sumo unas pocas en hilera. Pero cuando recitamos un poema, el mando, ya no está solo a cargo de las palabras aisladas, está a cargo también de las frases enteras y su conjunción, de la métrica, del ritmo, porque los versos han de elevarse y caer con una cadencia que no se presenta en una conversación normal.
¿Y cuándo cantamos? El mando lo toma la música, aunque esta música haya emanado de las palabras. La música puede potenciar o destruir el significado de las palabras. La elección de melodías, ritmos y armonías puede realzar o subvertir la intención o la emoción de un poema.
Una canción triste con una melodía melancólica transmitirá una sensación de tristeza mucho más intensa que las palabras dichas solas. Unas palabras tristes, serán menos tristes si la melodía que las impulsa es alegre; pierden parte de su dolor y muy probablemente no conseguirán el efecto buscado. Y al revés, unas palabras alegres cantadas melancólicamente, no serán tan alegres, y probablemente tampoco lograrán la intensidad del efecto buscado.
Del mismo modo puede que te hagan explotar de júbilo o de dolor cuando música y palabras tienen la misma intención, cuando la música y las palabras se hermanan, las palabras enriquecerán a la música al proporcionar significado y contexto. Y la música enriquecerá a las palabras.
Antes decía que la unión de la música con las palabras ha de ser coordinada para poder cantar, ya que una música, en general, aunque no siempre, tiene características en tiempos, acentos, pausas, y espacios, y estos tienen que coincidir con los de las palabras, y con las frases, ya sean estas dichas, recitadas o cantadas.
Para construir una canción, es necesario que las palabras sean protagonistas de cierta poesía y de cierta matemática que camine al mismo paso de la música. Hay canciones en las que la música y la poesía están descoordinadas, a veces el autor debe forzar a las palabras para meterlas dentro de un corsé que no está hecho a su medida. Podemos sufrirlo con frecuencia.
Sí, hay canciones en las que se dan de tortas la música y el poema. El autor tiene que comerse sílabas, cambiar los acentos a las palabras, e infringir agresiones inimaginables a la gramática, para embutir una idea en una estructura musical. Pero cuando van a la par, cuando vuelan a la par… pueden transmitir juntas una amplia gama de emociones, desde la tristeza y la alegría hasta la esperanza y la desesperación.
La elección de melodías, ritmos y armonías en la música, así como la selección de palabras, imágenes y estructuras en la poesía, puede evocar emociones profundas y permitir a los artistas y oyentes o lectores conectarse a nivel emocional. Ambas formas artísticas tienen la capacidad de tocar los corazones y las mentes de las personas de maneras únicas y significativas.
Veamos algo en concreto: escuchemos dos poemas
En el audio 3, escucharemos dos bellos poemas: ‘Vente a la mar amor mío’ y ‘Uno vuelve siempre’, dichos y entonados con músicas tan diferentes que esta circunstancia última resulta demoledoramente determinante a la hora de percibir el sentido del poema.
Escucharemos ‘Vente a la mar’:
1º Como lo diría un robot.
2º Hablado normalmente como en una conversación.
3º Recitado.
4º Con una música de marcha. Aquí poema y música se hermanan en métrica, en acentos, en silencios, en inflexiones, pero en absoluto se coordinan en intención. El poema ‘Vente a la mar’ es un poema romántico, delicado y suave, sugestivamente amoroso, sin embargo, la música de marcha que lo acompañe induce sensaciones completamente diferentes a las buscadas por las palabras del poema.
Para seguir con el hilo de lo anterior, escucharemos primero un ejemplo bellísimo de hermanamiento entre música y palabra en la canción ‘Uno vuelve siempre’.
Y como esta música, tiene la misma intención, romanticismo y suavidad que el poema ‘Vente a la mar’, cantaremos después ‘Vente a la mar’ con la música de ‘Uno vuelve siempre’
En el primer tema que hemos escuchado están bellísimamente coordinados todos los elementos. En el segundo coinciden en intención las… matemáticas. El resultado es demoledor.
Vente a la mar amor mío,
que está esperando mi barca
y están los vientos dormidos
y están las olas en calma…
La música era bella, el poema de ‘Vente a la mar’ bellísimo, sintonizan en intención, romanticismo, suavidad, pero ambos no sintonizan ni en medida, ni en acentos, ni en ritmo, ni en matemáticas. A ver si podemos arreglarlo:
La relación entre la poesía y la música ha sido una fuente constante de creatividad a lo largo de la Historia.
La música derivada de un poema se conoce como música poética o música basada en poesía. Los compositores a menudo encuentran inspiración en textos poéticos y los convierten en composiciones musicales que capturan el tono, el ritmo y el significado emocional del poema original. La música puede resaltar aún más las emociones y las imágenes evocadas por las palabras. Algunas obras famosas, como los Lieder de Franz Schubert o las Canções de Heitor Villa-Lobos, son ejemplos de cómo la poesía se ha transformado en música.
Nosotros tenemos ejemplos bellísimos como el Romancero gitano, las canciones de Lorca, los cantares gallegos de Rosalía de Castro o Las coplas a la muerte de mi padre de Jorge Manrique.
Los compositores han de considerar la estructura, el ritmo del poema, las pausas, la cadencia y el contenido emocional para dar forma a la estructura musical. Porque para que las palabras canten, como hemos oído anteriormente, hay que infundirles un ritmo sin destruir el suyo propio, respetándolo.
He tenido el privilegio de poder crear música poética. Hace poco tiempo musicando poemas de nuestro gran poeta malagueño Ibn Gabirol, para la celebración del milenario de su nacimiento. O también cuándo desde la Fundación Miguel Hernández me pidieron que pusiese música a algunos de los poemas de Miguel, para la celebración de su centenario. Estuve a punto de declinar porque me parecía una empresa muy difícil. Pero acepté.
En ambos casos me dediqué en cuerpo y alma. Primero la elección de los textos, que han de ser respetados. Luego la interiorización de los poemas. Más tarde dejar sentir al corazón libremente para que sea ese poema, el que cante por sí mismo y poder escucharlo. Lo único que hice fue ir apuntando lo que escuchaba dentro de mí, escribir lo que el poema me cantaba, como si cada poema fuera un ser vivo, revoloteando, jugando, danzando, entrando y saliendo de mi cabeza y de mi piel.
En el caso de Miguel Hernández, por ejemplo:
Tu puerta no tiene casa
ni calle, tiene un camino
por donde la tarde pasa como un agua sin destino
Tu puerta tiene una llave
que para todos rechina en la tarde hermosa y grave ni una sola golondrina
hierbas a tu puerta crecen de ser tan poco pisadas
todas las cosas padecen sobre la tarde abrasada
Tu puerta no tiene casa, tu puerta no tiene casa, tu puerta no tiene casa, tu puerta no tiene casa… en mi cabeza empezó a sonar como un 6:8. Y acabó saliendo al aire de esta manera:
Muchas gracias por su atención.
Doctor en Inteligencia Artificial aplicada a la Nutrición Clínica.
Especialista en Anestesiología y Reanimación. Profesora de la UNED
Académico de Número de la Real Academia de Gastronomía
Bibliografía y transmisión oral
Diccionario de la Real Academia de la Lengua
El dardo en la palabra, Lázaro Carreter
La obra completa de Miguel Hernández
Virgilio Soria
Sinónimos Castellanos, Roque Barcia
epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Soria Valle P. Cuando la música y las palabras se hermanan. epistemai.es [revista en Internet] 2023 octubre (21). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/6735