Los malos modos

 

Hace ya más de veinte años –el día de Reyes de 2002– Javier Marías nos regalaba el siguiente párrafo: “España no ha sido nunca, me temo, un país educado, en el sentido de cortés, atento, urbano. En algunas épocas fue ceremonioso, que es algo distinto y a veces mero disfraz o disimulo de la mala educación predominante. Pero si ya existía un denso y duradero poso de zafiedad y grosería más o menos espontáneas, sólo [sic. Entonces la tilde era obligada; hoy, académicamente defenestrada de mala manera…] ha faltado que llegara el gusto [sic] por la chabacanería, y su consiguiente y deliberada búsqueda, para que nuestras calles, y sobre todo nuestras prensa, televisión y radio estén permanentemente tomadas por lo soez, por los malos modos, por la tosquedad enorgullecida, por la más inaudita descortesía y por la obscenidad voluntarista y satisfecha de sí misma” (El concepto más funesto, El Semanal, 6 de enero de 2002, p. 10).

En lo cual –con notable retraso de 10 meses– parecía abundar Arturo Pérez-Reverte: “Cuando todo se va al carajo, en mitad del caos en que nos toca vivir, las reglas son lo único que ayuda a mantener la compostura. Convencionales o retorcidas, claras o sombrías, compartidas o personalísimas, son necesarias incluso aunque tú mismo no las practiques. Por lo menos como referencia. Hasta para transgredirlas, llegado el caso, hacen falta las putas reglas” (Son las reglas, El Semanal, 6 de oct. 2002, p. 10). Claro que ninguno de ellos pensaba en el asunto que nos trae hoy aquí; pero, aun fuera de su contexto original, lo que dicen conviene a nuestro propósito, porque su referencia expresa a la prensa, radio y televisión afecta necesariamente al habla.

Manuel Seco. Gramática esencial del español. 1991

Cierro estas líneas introductorias con las palabras de uno de los grandes referentes lingüísticos del español, Manuel Seco Serrano: “Socialmente, la corrección del habla tiene una importancia comparable a la del aseo personal. La aceptación social de una persona está condicionada –entre otras cosas– por la corrección de su lenguaje…” (Gramática esencial del español, Madrid, Espasa-Calpe, 2ª ed. r. y a. 1991, p. 257). Los años citados (1991 y 2002) nos permiten asegurar que en 2022 el trato al lenguaje, lejos de mejorar, [observad el sonido estropajoso de la /j/ repetida] marcan una derrota nauseabunda, en estrictos términos de marinería.

Centramos, pues, nuestro asunto gramatical de hoy en el uso (malo o abusivo) de los modos verbales. Recurro en primer lugar al ya citado –y sólo relativamente reciente– Libro de estilo de la lengua española según la norma panhispánica (Real Academia Española, Espasa, 2018). En su apartado G57, páginas 46-48, lo trata así: “EL MODO: ¿INDICATIVO O SUBJUNTIVO?” Y, sin más preámbulos –admitiendo, eso sí, que “la cuestión es compleja”– pasa a la casuística. Pero, como toda casuística, la gramatical es también inagotable y los ejemplos que en él se aducen, necesariamente limitados, reducen en igual medida su función de libro guía.

Como pretexto y base de la posterior discusión del uso de los modos gramaticales, propongo el siguiente ejemplo –entre los muchos posibles– que he leído estos días en la prensa:

¿Cambiaría la 14ª Champions del Madrid por una mayoría amplia que permita a J [omito el nombre] gobernar? (2022-06-15)

 

Subrayo los dos verbos para centrar el problema. Estamos ante dos modos (potencial y subjuntivo, respectivamente) y dos tiempos –mal correspondidos– (condicional simple y presente de subjuntivo). Ambas estructuras, modal y temporal, son inseparables: no hay modos sin tiempos, ni tiempos sin un modo de valorarlos. Seco Serrano (1991: 100) lo concreta así: “…el verbo es una palabra cuyo papel fundamental es situar en el tiempo el ‘tema’ de la oración, esto es, insertarlo en la secuencia de las cosas que ocurren, atribuirle una realidad. Hay, sin embargo, distintos grados en esa realidad atribuida.” Y luego (1991: 177) distingue tres actitudes (modos) posibles del hablante ante el hecho del que habla, ya sea considerándolo como ‘real’ –llamado indicativo [susceptible de señalarse con el dedo índice]–; ya sea como ‘no real’ –llamado subjuntivo [subjetivo, como algo pensado o deseado]; ya sea como ‘pro-real’ –llamado imperativo [exhortando a alguien a que haga realidad lo pensado o deseado]–. Seco no incluye el potencial como un modo, sino sólo como un tiempo. No es el único, pero afortunadamente también hay otros que opinan lo contrario…

Emilio Alarcos Llorach, cuya Gramática de la lengua Española (Madrid, Espasa-Calpe, 1994) escribió por encargo de la Real Academia Española y –según Ricardo Senabre en su oportuna recensión de ABC Literario– “debía ser la nueva “Gramática de la lengua española” de la Academia. No lo es, debido a diferencias de criterio entre la corporación y el redactor y aparece bajo la exclusiva responsabilidad de éste, aunque en una colección académica que el volumen inaugura.” Pues bien, en el nº 214 de dicha Gramática, dedicado a INDICATIVO, SUBJUNTIVO Y POTENCIAL (CONDICIONADO) dice: “También se ha empleado el término de potencial o condicional [sic] para denominar el modo particular de la forma cantarías [sic]. Pero si su comportamiento combinatorio es análogo a las formas del indicativo, y si sus peculiaridades son compartidas por la forma cantarás [sic] también incluida en el indicativo, convendrá o dejar las dos dentro de este modo, o bien segregarlas como un modo especial intermedio entre indicativo y subjuntivo.” (1994: 153-154).

Real Academia Española. Libro de estilo de la lengua española según la norma panhispánica. Espasa, 2018

Visto el parecer de ambos (evitamos diluirnos en el prolijo parecer de otros lingüistas neolatinos), voy a mostrar algunas de las ‘peculiaridades’ de las que habla Llorach. Primera, tanto el futuro como el condicional son tiempos no heredados del sistema verbal latino –a diferencia de los demás tiempos simples–, sino de creación posterior en forma perifrástica: ambos se componen sobre el infinitivo, al que se añade –como desinencia– el presente o el imperfecto del verbo haber. Así, sobre cambiar (verbo del ejemplo que aportamos hoy), el futuro es cambiar+(h)e, cambiar+(h)as, cambiar+(h)a, cambiar+(h)emos, cambiar+(hab)eis, cambiar+(h)an. Y el condicional: cambiar+(hab)ía, cambiar+(hab)ías, cambiar+(hab)ía, cambiar+(hab)íamos, cambiar+(hab)íais, cambiar+(h)ían.

Junto a estas creaciones perifrásticas neolatinas (en realidad, significan he de comer, has de comer, ha de comer… / había de comer, habías de comer, habías de comer…) coexisten otras dos formas derivadas respectivamente del pluscuamperfecto de indicativo (cantáveram> cantara) y de subjuntivo (cantávissem>cantase), de donde el imperfecto de subjuntivo español cantara o cantase, con un valor de hipótesis, de potencialidad, de duda… Es decir, el ámbito de lo hipotético (dudoso, incierto) lo recoge en español, no el presente (de subjuntivo), sino el imperfecto de subjuntivo, equiparable en todo al modo potencial (condicional) en su tiempo simple, como muestra el último verso de la Rima XXIII de G. A. Bécquer:

Por una mirada, un mundo; / por una sonrisa, un cielo; / por un beso… ¡Yo no sé / qué te diera por un beso!

 

“Te diera” es en todo equiparable al condicional (qué te daría…) y en ambos se incluye implícitamente el cumplimiento de una hipótesis o condición, generadora precisamente de la duda e incertidumbre. Por eso en el ejemplo de inicio (¿Cambiaría la 14ª Champions del Madrid por una mayoría amplia que permita a J gobernar?) sólo es aceptable el imperfecto de subjuntivo, equiparable al condicional de la proposición principal. Es decir, nos habríamos sentido muy felices de haber podido leer: ¿Cambiaría la 14ª Champions del Madrid por una mayoría amplia que permitiera a J gobernar?

Ejemplos de los malos modos habituales que emplean los profesionales de la escritura serían interminables, porque más que legión son plaga. Aquí van algunos, no obstante: “Los legisladores del Parlamento Europeo condenaron ayer en una Resolución la “represión sistemática” a la oposición en Nicaragua y pidieron que se sancione [sancionara] a los jueces que avalan esa “deriva represiva”, informó Afp. […] Pidieron al Consejo Europeo que incluya [incluyera] en su lista de nicaragüenses sancionados a 14 jueces y a los países de la UE y el Consejo de Seguridad de la ONU que inicien [iniciaran] una investigación sobre Nicaragua y Ortega a través de la Corte Penal Internacional.” (2022-06-10) “Sería bueno tener un Gobierno estable que apoye [apoyara] la economía y reduzca [redujera] las dudas.” (2019.12.19)

Y hasta aquí, basta por hoy, que todo tiene su dosis. Visto que hace 20 años –y mucho antes– ya se decía lo mismo o parecido y las cosas, lejos de mejorar, van en sentido contrario, con las lluvias de abril y las nuevas leyes de educación en mayo, pocas hojas verdes va a recoger nuestro Antonio Machado…

 

 

Quintín Calle Carabias
Doctor en Filología Moderna, profesor titular de la UMA y Presidente de la SEMA


epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Calle Carabias Q. Los malos modos. epistemai.es [revista en Internet] 2022 junio (17). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/4931

Marcar como favorito enlace permanente.

Comentarios cerrados.