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12. Diabetes mellitus

No hay ninguna duda de que Carlos V padecía diabetes mellitus tipo 2 o diabetes del adulto. Bajo el término de diabetes mellitus se engloba un grupo de enfermedades metabólicas de base genética que se caracterizan fundamentalmente por la hiperglucemia. El trastorno es el resultado de defectos en la secreción de insulina, de su acción o de ambos. En el argot médico a la diabetes se le denomina la enfermedad de las tres polis, poliuria, polidipsia y polifagia. Es decir, el enfermo tiene estos tres síntomas o dos o uno de ellos. Orina mucho y muchas veces, tiene mucha sed y tiene mucha hambre. El voraz apetito y la sed imperiosa aparecen en todos los manuales de historia al uso. Razonablemente se puede deducir que el Emperador padecía diabetes mellitus, tipo 2.

Pero, aunque el emperador Carlos padeciera todos estos procesos descritos desde su llegada a España y durante su ejercicio como rey de España y Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, no estaría mal, metodológicamente hablando, abrir un apartado para tratar las patologías durante su estancia en tierras extremeñas.

 

13. Gota

Quizás fue la gota, la enfermedad que más le mortificó durante toda su vida. La gota es una enfermedad que afecta a varias articulaciones, especialmente a la del primer dedo de los pies, dedo gordo (articulación metatarsofalángica), con depósito de urato en la articulación y elevación en sangre de los niveles de ácido úrico. La sintomatología de la gota consiste en dolor articular, con signos inflamatorios (tumefacción, calor y enrojecimiento) (37).

El primer brote de gota lo sufrió en Valladolid, en 1528. En esa misma ciudad, en 1542 sufrió el noveno ataque de gota. Y uno de los brotes mejores documentados, lo padeció en 1546; hizo su viaje en litera hasta Muhlberg, ya que no podía soportar cabalgar debido a las hemorroides que padecía. Durante la batalla de Notdlingen (1546), debido a la necesidad de cabalgar durante horas, con objeto de mitigar el dolor se hizo atar el pie al estribo con una banda de tela.

Padeció frecuentes, dolorosas y ocasionalmente invalidantes crisis gotosas, fruto de su desordenada dieta y excesivo apetito.

Los galenos reales le aconsejan una estricta dieta, lo que provoca las iras del rey.

En 1548 padece dos crisis muy severas, una en primavera y otra en diciembre. Ya en esta última precisa la asistencia de un bastón para la deambulación, el dolor era muy intenso, de tal forma que los gritos se oyen en las habitaciones de palacio. Durante algunos meses precisó del bastón para desplazarse.

En 1556, antes de salir de Flandes, le había sido imposible abrir las credenciales que le presentaba el almirante francés Coligny, para concertar las treguas de Vaucelles. En sus Memorias recuerda bien la enfermedad de la que relata hasta diecisiete brotes articulares. En 1544, en ellas escribe:

Se marchó de Bruselas, donde había sido amenazado de la gota, para ir a Gante, en cuyo lugar le dio la gota de tal suerte que desde principios de diciembre hasta la Pascua estuvo muy trabajado, por más que se puso en régimen y dieta, que fue la primera vez que la usó y la undécima que tuvo la gota …

Los ataques de gota le hostigaron siempre, teniendo los historiadores referencia de ellos durante casi toda su vida.

Existe una forma clínica de gota que afecta a varias de las grandes articulaciones, como hombros, rodillas, codos y manos. Puede tratarse de una artritis gotosa, pero, a veces, en una edad temprana puede deberse a la llamada artritis reumatoide atípica, enfermedad autoinmune y desviada en su manifestación clínica de la artritis gotosa que fue, seguramente, la que padeció el Emperador.

Los físicos y galenos le aconsejan bien en estos casos, recomendándole dieta apropiada, pero Carlos V, gran comilón, como lo fueron su padre y su abuelo Maximiliano, no sigue en absoluto estos consejos médicos, a pesar de que en aquella época el sentir popular en cuanto al tratamiento de la gota se resumía en una expresión, que como terapéutica se había mostrado muy eficaz: “la gota se cura tapando la boca” (38).

Durante sus travesías en Alemania, en la década de 1540, al emperador le servían en cada comida seis platos que aceptaba o rechazaba, pero conservando siempre “lechón asado, la cabeza del ternero y platos similares. Por la mañana tomaba cerveza fría”.

Un catálogo excepcional de las comidas de los nobles y reyes de aquella época es el libro de cocina de Ruperto de Nola, Libro de guisados, manjares y potajes. Lorenzo Diaz en su obra La cocina del Barroco, nos ilustra bien de cómo y cuánto comían los representantes de la realeza y nobleza, especialmente el Emperador Carlos V:

…todos los que lo conocían y trataron coincidían en afirmar que devoraba cantidades ingente de carne, tanta que la leyenda dice que se despertaba a media noche con debilidad en el estómago y que para confortarse se comía un pollo, y la leyenda no debía andar muy lejos de los hechos.

Y Federico Bodoard en su Relación de España, narra que Carlos V:

…tenía la costumbre de tomar por la mañana, al despertar, una escudilla de jugo de capón, con leche, azúcar y especias; después de lo cual se volvía a dormir. A mediodía comía una gran cantidad de platos; hacía la colación pocos instantes después de vísperas y, a la una de la noche, cenaba tomando esas diversas comidas, toda clase de cosas para engendrar humores viscosos. El emperador comía toda clases de frutas en gran cantidad (entonces se llamaba fruta, especialmente, a los fritos de sartén) y, después de sus comidas, muchas confituras. Bebe tres veces solamente, pero mucho cada vez. (39)

La cerveza estuvo demonizada por la población, seguramente por haberla traído de Flandes la corte del Emperador, pero en 1537 el maestro cervecero de Carlos V comenzó a fabricar cerveza, volviendo a ponerla de moda como bebida agradable acompañante o no de las comidas (40).  Tanto lo estuvo que después Lope de Vega nos deja su opinión sobre esta bebida:

Voy a probar la cerveza

a falta del español vino;

aunque con mejores ganas

tomara una purga yo

pues pienso que la orinó

algún rocín con tercianas

Del tratamiento que recibió Carlos V para tratar la gota sabemos exactamente todo lo que le aplicaron sus médicos en cuanto a la rústica, a veces terrible, terapéutica del momento. Se pensaba que la gota, como patología articular se debía a una alteración de los humores, por lo que el tratamiento indicado fueron las sangrías y los purgantes (41,42).

El diagnóstico de gota es riguroso, “basado en la evidencia clínica, que el tiempo ha venido a confirmar mediante los preceptivos análisis necrópsicos. En efecto, en el año 2007, en su número de junio, la revista Parassitología incluía un artículo de Julián de Zulueta, The cause of death of emperor Charles V, en el que se confirmaba de manera incontrovertible que fue el paludismo la causa de la muerte de Carlos V. Otro trabajo necrópsico ha venido a ratificar el diagnóstico de gota. A partir de una parte de uno de los meñiques del Rey, Jaume Ordí y sus colaboradores dieron a conocer su estudio The severe gout of holy roman emperor Charles V, en la prestigiosa revista The New England Journal of Medicine, en el que confirman que Carlos V padeció una gota severa con graves y avanzadas lesiones osteoarticulares producidas por la precipitación de cristales de urato con fenómenos inflamatorios articulares, que vino a ser aquel humor viscoso que fluía gota a gota en determinadas articulaciones, como se creía en su tiempo. Una gota de comienzo bastante precoz, que evolucionó de una forma extremadamente perjudicial, como no podía ser de otra manera, dadas sus desmesuras alimenticias y la ausencia de tratamiento.

En el año 2004, el médico Julián de Zulueta junto con Pedro Alonso del Hospital Clinic de Barcelona y otros investigadores, coordinados por el Dr. Jaume Ordí, analizaron el quinto dedo de una de las manos del Emperador. El dedo se encontraba en una urna de la cripta de la sacristía de El Escorial. En el análisis se encontró gran cantidad de tofos de gota con depósitos de urea, mostrando las radiografías erosión en el hueso por dichos depósitos. Este importante hallazgo fue publicado en la revista New England Journal of Medicine. Carlos V, tras su fallecimiento, fue enterrado bajo el altar del Monasterio de Yuste. Allí se momificó al deshidratarse su cuerpo rápidamente.

 

14. Litiasis renal

Dado lo descrito sobre la artritis gotosa que padecía el Emperador, no resulta extraño acertar al presumir que debería padecer también litiasis renal. La relación entre ambas enfermedades, litiasis renal y gota, ya fue señalada por Erasmo de Rotterdam (43), enfermo de gota, y quizás fueron Vesalio y Laguna los que diagnosticaron el mal al Emperador, enseñándole a utilizar las candelillas (44,45), como sondaje vesical en caso de retención o dificultad urinaria provocada por los cálculos enclavados. A esta misma patología litiásica se puede atribuir algunos de los picos febriles que pudieron ser debidos a infecciones urinaria concomitantes.

 

15. Prognatismo

El prognatismo –fruto de una marcada herencia– acompañó al emperador Carlos durante toda su vida. Nació con un mentón prominente debido al marcado prognatismo que le impedía cerrar la boca completamente y condicionó ulteriormente maloclusión dental con mordida anterior, que dificultó una correcta masticación toda su vida; además de dificultades para el habla (pronunciaba mal la c y la z).

La familia del Maximiliano I. Carlos I es el nieto con prognatismo. Pintado por Bernhard Strigel. Kunsthistorisches Museum, Viena

Florestán Aguilar ha estudiado muy bien este trastorno hereditario, el prognatismo, en su Discurso de ingreso en la Academia Nacional de Medicina en 1933, definiendo el prognatismo, también llamado pragenie, como la mandíbula prominente, diciendo al respecto lo siguiente:

Es de todas las alteraciones teratológicas que en la boca se observan la que con más frecuencia se trasmite por herencia, llegando por esta razón a tomar caracteres de fijación en algunas familias, ocasionando la más célebre y evidente de las anomalías faciales por haber existido en los miembros de las diversas dinastías reinantes, adquirido por trasmisión hereditaria.

Generalmente el prognatismo consistía en adelantamiento mandibular con el labio inferior grueso y el superior retraído.

Como el prognatismo, patología ostensible en el conjunto de signos de la acromegalia, posee una gran e interesante carga hereditaria, utilizaremos el poder mágico de la Historia para contemplar en primer lugar, aunque someramente, la enfermedad que padeció la princesa polaca Cymburne (o Cimburga) de Mosawien, fallecida en 1429, madre del emperador Federico III, abuela del emperador Maximiliano I, bisabuela de Felipe I de España y tatarabuela del emperador Carlos V. La princesa sufrió, pasada la adolescencia, acromegalia, que es una enfermedad crónica, que afecta a varios órganos. Es debida a un aumento en la secreción de la hormona del crecimiento (GH) que estimula, a su vez, la producción de IGF-I (factor de crecimiento análogo a la insulina tipo1), proceso generalmente desencadenado por un adenoma del lóbulo anterior de la hipófisis. Cuando esto sucede, suelen desarrollarse groseramente las partes acras –rostro, manos y pies– y se alteran estructural y funcionalmente las vísceras en el individuo ya adulto.

Contamos con poca representación iconográfica de la princesa de Cimburne, pero sí se relata reiteradamente la excepcional fuerza que tenía (sacaba clavos de la pared con sus propias manos y partía nueces con los dedos). La acromegalia puede transmitirse con toda su carga hereditaria o solamente en algunas de sus notoriedades orgánicas. En el caso que nos ocupa resalta la transmisión de forma única y sobresaliente del prognatismo, término con el que nos referimos sustancialmente a la exagerada prominencia mandibular, defecto que curiosamente se inicia en la princesa Cimburne y termina, por diferentes vericuetos hereditarios, en los reyes de la dinastía de los borbones. La princesa se los transmite a su hijo Federico III, que se casa con Leonor que recibe a su vez parecida carga hereditaria de su madre Leonor, nieta de Enrique II.

Del matrimonio habido entre Leonor y Federico III recibe la carga prognática Maximiliano, que a su vez la transmite moderadamente a sus hijos Felipe (“el Hermoso”) y Margarita, y con mucha mayor intensidad a su nieto Carlos.

Pero es que el prognatismo de Maximiliano se unió al de otra prognática como lo fue María de Borgoña, hija de Carlos el Temerario con la que se casa Maximiliano.

En este matrimonio de Maximiliano, hijo de Leonor de Portugal, con María de Borgoña, nieta de Isabel de Portugal, coincide la influencia de la herencia teratológica por las dos ramas, ambas oriundas de Castilla y correspondientes a fecha muy anterior a su aparición en la Casa de Habsburgo, por lo cual indudablemente, y después de profundos estudios iconográficos llevados a cabo por Florestán Aguilar de las líneas principales de la descendencia de Alfonso VIII, es preciso rectificar la opinión generalizada de que el prognatismo corresponde a la Casa de Habsburgo, aunque ésta lo haya difundido mayormente a través de su abundante descendencia femenina, y situarlo en su verdadero origen castellano, cuyo principio documentado histórica e iconográficamente se inicia en el rey de Castilla, don Alfonso VIII.

Naturalmente, el prognatismo mandibular constituyó, por una parte, un signo de herencia particular de la casa de Habsburgo (46), que lo fue trasmitiendo con gran aceleración a partir de los matrimonios establecidos por el emperador Maximiliano, ya que sus nietos toman estado con las principales casas reinantes europeas.

Por otra parte, centrándonos ahora en el reino de Castilla y remontándonos a Alfonso VIII (47,48), vencedor de la batalla de las Navas de Tolosa (1212), podemos rastrear el prognatismo en unas cuantas dinastías europeas. Una hija suya, Urraca, se casó con Alfonso II de Portugal; otra, Blanca, con Luis VIII de Francia. Aquí se cruza el prognatismo castellano con el de la Casa de Anjou y, así, pasará a la futura dinastía borbónica.

El estudio de la facies de Alfonso VIII demuestra que el prognatismo de los reyes de Castilla tiene en él su origen hereditario. Ninguno de los anteriores tiene el menor rasgo de prognatismo. Asimismo, lo trasmite a los componentes de la casa de Anjou, mediante la unión de su hija Doña Blanca con Luis VIII de Francia.

Por vía masculina, la mandíbula adelantada de Alfonso VIII pasó a su nieto Fernando III el Santo y a sus descendientes, entre ellos Alfonso XI el Justiciero, que se la trasmitió a la dinastía Trastámara, empezando por su hijo, el bastardo Enrique II. Enrique III el Doliente, abuelo de Isabel la Católica padecía acusado prognatismo como se puede comprobar en su retrato fúnebre de la catedral de Toledo. Lo mismo cabe decir del hermano de Isabel, Enrique IV el Impotente” el de “las quijadas luengas y tendidas de la parte de ayuso”.

Remontándonos de nuevo por el árbol genealógico encontramos que una nieta de Enrique II, Leonor, se casó con Eduardo I de Portugal, de cuya unión nació otra Leonor que casó con Federico III y fue madre de emperador Maximiliano I de Austria, abuelo de Carlos V, quien heredaría el defecto por duplicado (la vía Trastámara y la paterna, Austria).

Carlos V trasmite el avance mandibular a Felipe II, lo hereda también Felipe III, como así lo hace Carlos II el Hechizado, el último Austria, de forma muy ostensible.

La mandíbula de Carlos V era superlativa, no podía encajarla al masticar ni tampoco cerrar la boca en estado de reposo. En Calatayud, se le acercó un caballero, y con socarronería maña le espetó: “Mi Señor, cerrad la boca que las moscas de este reino son traviesas”. Para disimular tamaña deformación, Carlos V se dejó la barba. Pronto los cortesanos halagadores hicieron lo propio, el don del plagio real se impuso, puesto que los cortesanos ya barbudos tomaban cerveza a placer, a la vez que se esforzaban por entender la palabra del Emperador.

 

16.Paludismo

Todo lo anterior condicionó su final, especialmente la gota y la diabetes que eran sus más graves males y que se agudizaron en Yuste; pero su muerte fue causada, al parecer, por la fiebre palúdica contraída por picaduras de los mosquitos vectores de la misma que abundaban, por aquel entonces, en la Vera donde las tercianas eran endémicas (49).

 

Botica Real

Lobera de Ávila publicó en 1511 la primera farmacopea, Concordia Apothecariorum Barchinonensis que incluía los medicamentos más importantes al uso, así como sus características.

En forma de píldoras, el Emperador utilizó los siguientes remedios: ruibarbo o maná, agua del palo de Indias, vino de sen, zarzaparrilla, regaliz, hipocrás (tenía vino y miel como ingredientes y se añadían especies), cólchico, hordiate (cebada cocida, caldo de pollo y leche de almendras), caliopsis, guayaco, quina.

Piedras preciosas, amuletos y talismanes formaban también parte de su botica, como: “sortija de oro engastada con una piedra de restañar sangre, dos brazaletes y sortijas de oro con huesos que tienen propiedades para curar almorranas, una piedra azul con dos corchetes de oro que parecen beneficiar la gota, nueve sortijas de oro llanas contra la calambre, una redomilla de vidrio con su caja, y dentro de ella bálsamo apropiado contra el veneno…”.

 

Causas de la muerte

Si en aquella época hubiera estado en vigor el certificado de defunción como documento médico oficial que debería rellenar el médico para notificar las causas del fallecimiento, como sucede actualmente, el doctor Mathys debería haber escrito:

-Causa fundamental del fallecimiento: Poliartritis gotosa y diabetes mellitus.

-Causa inmediata del fallecimiento: Paludismo.

El paludismo o malaria es una infección causada por protozoos intracelulares del género Plasmodium. Paludismo o malaria, de mal-aire, que ese es el origen atribuido entonces a la enfermedad. La fama geográfica de Yuste y alrededores en cuanto a ‘semilla’ de paludismo se advierte bien en lo que Martin de Gaztelu escribe a Juan Vázquez, refiriéndose a la forma de paludismo por Plasmodium falciparum:

Aquí mueren, de pocos días acá, más que los pasados, de tercianas dobles que dan en calentura continua.

La enfermedad la transmiten las hembras del mosquito del género Anopheles. Las especies de plasmodios que producen la infección con más frecuencia son: P. vivax, P. falciparum, P. malariae y P. ovale.  El cuadro clínico está dominado por la crisis febril, muy típica del paludismo:

Después unas horas de malestar general con cefaleas y mialgias, aparecen los escalofríos. Tras este periodo frio, que dura de 15 a 60 minutos, aparece el periodo caliente o febril, con rubefacción y elevación térmica que puede llegar a 41 grados. Este periodo puede durar hasta 6 horas. El tercer periodo o de lisis se caracteriza por sudoración intensa, descenso de la temperatura, abatimiento y somnolencia, durando esta fase de 2 a 4 horas. Estos tres periodos constituyen una crisis que se repite cada cuarenta o sesenta y dos horas como fiebres ondulantes (fiebres tercianas).

 

Dr. Ángel Rodríguez Cabezas          Dr.F. Javier Pérez Frías 
Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas        Catedrático de Pediatría
Sociedad Española de Historia de la Medicina                      Sociedad Erasmiana de Málaga.
Sociedad Erasmiana de Málaga.

 

Conferencia presentada en el Congreso CAROLUS. Alcalá la Real, 27 y 28 de octubre de 2023

 

Bibliografía 

Imágenes: Public domain, via Wikimedia Commons


epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Rodríguez Cabezas A, Javier Pérez Frías J.  Patografía del emperador Carlos. De la acromegalia de la princesa al prognatismo imperial. epistemai.es [revista en Internet] 2023 octubre (21). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/6643

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