Texto relacionado con la conferencia sobre ‘Cuestiones actuales de eutanasia’, impartida el 11 de abril de 2023.
Tribuna de opinión
Para mí, la Ley de la Eutanasia fue una malísima noticia. Pese a ser esperada su aprobación no redujo ni un ápice mi perplejidad el día de su aprobación, perplejidad que aumentó al máximo cuando leí que algunos proeutanásicos se quejaban de la ley, por no estar completa. Faltaba incluir a los niños.
Nos están dando la brasa con los eslóganes de que la eutanasia es una demanda social, cuando es evidente que no es verdad. Nadie quiere morirse, ni los que quieren ir al cielo, decía Steve Jobs, el fundador de Apple. Nuestra reacción ante el Covid demuestra que la inmensísima mayoría nos amarramos a la vida más fuerte que nunca. Pero, vale, ¡he tenido que conceder en todo!, o ¡he tenido que tragar con todo! -porque así es la democracia parlamentaria-, para que ahora, vengan unos y se atrevan a decir que todavía no somos como Holanda, el país que gracias a su liberalidad legal se ha convertido en el paraíso mundial de las mafias de la trata de blancas, las drogas de diseño y… la eutanasia. Según algunos ahora tenemos que aprobar la ¡eutanasia infantil!
Veamos. Con la nueva Ley tú puedes decidir si quieres quitarte o no la vida. Ok. Pero, me pregunto, en el caso de un niño, ¿quién decide si el niño o la niña quieren morir ya? ¿Él mismo, ella misma? ¿Dejaríamos a un niño de 9 años, al que atosigan con bullying en el cole, decidir que puede terminar con todo; o a una adolescente de 13, que se queda embarazada; o al friqui de 17 que no sale de casa porque es incapaz de socializarse? Seguro que no. Porque no son mayores de edad, porque no tienen el discernimiento para decidir en un asunto tan grave, sin vuelta atrás. Entonces, ¿quién decide?: El niño, alegan los defensores de la eutanasia infantil, con la supervisión del padre. ¿Creen de verdad que un niño de 8, 13 o 17 años en un trance de dolor insoportable es capaz de tomar una decisión sensata? ¡Su padre le ayudará a discernir! Es decir, pones la vida de una persona en manos de otra. Pides a un Parlamento democrático que legisle sobre la disponibilidad de una vida humana: que un progenitor tenga la última palabra legal sobre la vida del hijo. Pero hay más. ¿Y si los padres están divorciados?, ¿y si es huérfano o está bajo custodia de los servicios sociales? De verdad que no entiendo a los defensores de la eutanasia infantil y me pregunto, ¿cómo se sufren a sí mismos los ignorantes soberbios? (Lope de Vega). ¿No será que además de ignorantes y soberbios, son malos?
Abrogarse la capacidad de decidir sobre la vida y la muerte es un acto de pura presunción por parte de cualquiera. Nadie debe de responsabilizarse de ninguna vida ni de ninguna muerte. Por eso alucino cuando veo a los padres de la patria aplaudir, con intensidad y extensión, como niños bobos recibiendo los regalos de Navidad, durante la aprobación de la Ley. Y me surge de nuevo la pregunta: ¿son inconscientes?, ¿son tontos?, o ¿son malos? ¿Se atreverán a dar un paso más?
Manuel García del Río
Pediatra
epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
García del Río, M. Pediatría y eutanasia. epistemai.es 2023 junio (20). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/6154