Andrés Mellado y Fernández. El malagueño mensajero de Argentina

 

Cuando Andrés Mellado acudió a Málaga en octubre de 1907, para organizar el reparto de las primeras 25.000 pesetas que había enviado el periódico de Buenos Aires El Diario Español, del que era corresponsal en Madrid, volvía a su tierra en donde era muy conocido y respetado; hasta el punto de que ya contaba con una calle a su nombre (la antigua Atarazanas), en la que había nacido el 23 de diciembre de 1846.

Rotulación moderna del callejero

Hijo de Andrés Mellado y Contreras y de Rita Fernández, el matrimonio tuvo tres hijos: Andrés; Enrique, casado con Filomena Lalana; Rita, casada con Manuel Troyano; pero, según las esquelas de Enrique y de su padre, Andrés tendría otra hermana, casada con Manuel Pérez-Bazo. El 15 de marzo de 1876, Andrés contrajo matrimonio con María de las Mercedes de la Portilla y Cobián, en la madrileña iglesia de San Ildefonso. Mercedes era hija de Braulio de la Portilla y Gutiérrez y sobrina del teniente general Segundo de la Portilla y Gutiérrez, nombrado en noviembre de 1875 Capitán General y Gobernador general de la isla de Puerto Rico; cargo que volvería a ocupar en junio de 1881.

Aunque Andrés y Mercedes no tuvieron descendencia, contaron con varios sobrinos, como los hijos de Enrique y Filomena: Enrique, Mercedes y Aurora Mellado Lalana; o Francisco y Rafael Troyano Mellado, hijos de Manuel y Rita.

Ciertamente su relación con la provincia de Málaga fue siempre muy estrecha y, a pesar de que su vida se centró en la capital desde que marchó a Madrid para estudiar en la Universidad Central, no olvidaría nunca sus raíces malagueñas y sus lazos familiares con Estepona y Gaucín.

Sus estudios universitarios en Madrid le permitieron obtener primero la licenciatura de Derecho (en 1866) y después la de Filosofía y Letras (en 1878, a pesar de que había iniciado los estudios en 1861).

Lo cierto es que dos años después de terminar la carrera de Derecho, participa en la fundación del periódico El Amigo del Pueblo (el 30 de septiembre de 1868) como redactor; iniciando así su carrera como periodista. Durante la época convulsa del Sexenio Revolucionario, o Democrático, se inclina por las ideas republicanas que defiende ardientemente con sus artículos. En mayo del año siguiente su periódico fue absorbido por otro diario de corte federalista, La Igualdad; la integración supuso el paso de Mellado como redactor a dicho periódico, del que llegaría a ser nombrado director.

Según La Ilustración Española y Americana, como director de La Igualdad, puesto que ocupó en dos ocasiones distintas, consiguió realizar (en la primera) el famoso acto político que se llamó Declaración de la Prensa, considerado como el primer movimiento conservador en las filas de la democracia intransigente; ya durante la segunda etapa apoyó con lealtad y energía los procedimientos de gobierno del Gabinete Salmerón, en 1873, que dieron por resultado la reorganización del ejército, y que limitaron las explosiones del cantonalismo.

Mellado continuó en su puesto hasta el 24 de febrero de 1874. Su cese fue debido a sus diferencias con la nueva orientación del periódico y del partido republicano, proclives a volver a la intransigencia; las cuales dejó patentes en una carta de despedida publicada por La Igualdad dicho día en la que destacaba su compromiso con Castelar, al que consideraba “la única bandera que puede salvar en España la democracia y la república”, no sin antes dirigirse a sus antiguos correligionarios: “Indudablemente son generosos vuestros propósitos; pero los juzgo tan perjudiciales como levantados, pues los mismos errores nos arrastrarán siempre a la misma azarosa existencia y al mismo desastrado fin.”

Su separación de La Igualdad sólo supuso un breve alejamiento de la prensa, ya que apenas un año después se incorporaba a la redacción de El Imparcial, periódico fundado en 1867 por Eduardo Gasset y Artime (ministro de Ultramar con Amadeo de Saboya). En efecto, en mayo de 1875 —con Alfonso XII ya en el trono— Mellado iniciaba su trabajo como redactor en uno de los más prestigiosos periódicos de Madrid, que se autotitulaba ‘Diario Liberal’.

En septiembre de 1876 fallece en Madrid su suegro. Tres años más tarde, el 14 de septiembre de 1879, El Imparcial anunciaba que Andrés Mellado se había hecho cargo definitivamente de la dirección del periódico, cargo que desde el 30 de julio anterior venía desempeñando interinamente, por ausencia del propietario y fundador.

En los siguientes diez años Mellado dirige eficazmente el periódico, modernizándolo y consiguiendo un aumento de sus lectores. Durante ese tiempo tiene ocasión de poner en práctica, por primera vez, la captación de ayudas para colectivos desfavorecidos y el consiguiente reparto de socorros a las personas desfavorecidas.

Inicio de la calle Periodista Andrés Mellado

En efecto, dos años después de hacerse cargo de la dirección de El Imparcial, tienen lugar graves incidentes en Argelia —en los meses de junio y julio de 1881— que dan lugar al asesinato de buen número de colonos españoles en la provincia de Saida a manos de insurgentes árabes y, después, al enfrentamiento entre españoles y franceses en Orán; esta situación dio lugar a la repatriación de los españoles en condiciones muy precarias. Mellado pone en marcha en su periódico una campaña de información y reclamación de responsabilidades a Francia y, a partir del 28 de junio, el diario abre una suscripción para recaudar fondos con los que ayudar a los repatriados; no contento con eso, el propio director marcha, el 29 de ese mes a Cartagena desde donde viajará más tarde a Almería para repartir los socorros a los que llegaban desde Orán. Además compagina su labor humanitaria con la periodística enviando diversas crónicas que El Imparcial publicará con el título Carta de Levante y la firma de Andrés Mellado.

El prestigio de Mellado hace que un mes más tarde La Ilustración Española y Americana le dedique una breve reseña, el 8 de agosto, en la que cita los valores del periodista:

 

Es indudable que la vida del verdadero periodista político ó literario en España, y en los tiempos que ahora corremos, es vida de trabajo incesante, de abnegación, de sacrificio, que obtiene pocas veces la recompensa debida; y si en días aun no lejanos era la prensa periódica, según es sabido, como firme escabel para que el periodista pudiese llegar por sus propios merecimientos á la representación genuina del país y á los más altos puestos de la Gobernación del Estado y la Administración, no se ignora que las circunstancias han variado por completo, y que el sacrificio, la abnegación y el trabajo incesante del periodista son postergados casi siempre á medianías que adulan, y tal vez a nulidades osadas y provocadoras.

Los que somos ya viejos, por desgracia, en la ciencia, ó arte, ó lo que sea, de escribir y hacer periódicos, bien podríamos, sin inconveniente alguno, demostrar esa verdad, si la demostración fuese necesaria, que no lo es, citando nombres propios de autenticidad irreprochable y fechas de exactitud matemática.

Y á pesar de todo, el verdadero periodista, consagrado siempre á su obra de civilización y de progreso, es el primero que lleva socorros al afligido en días de calamidades públicas; es el primero que dirige sentido llamamiento á la caridad y al amor patrio, y recoge y distribuye cuantiosos óbolos, ya estalle una epidemia asoladora, como en Octubre de 1865, ya ocurran inundaciones tan desastrosas como la de las provincias de Levante, en 1879, ó hecatombes tan cruentas como la de Saida, en Junio último.

 

Pocos días después de esta publicación, el 28 de agosto de ese año, será elegido diputado a Cortes por Puerto Rico. Desde entonces estará en el Congreso representando a ese distrito hasta las elecciones de abril de 1886, en las que resultó elegido nuevamente, pero en esa ocasión por la ciudad de Málaga, distrito por el que ejercerá de diputado hasta la legislatura 1889 – 1890.

Muy probablemente, el prestigio como director y la condición de diputado hacen que a comienzos de 1889 sea Mellado uno de los integrantes de la comisión creada —el día 3 de enero— a instancias del decano de los periodistas españoles, Andrés Borrego, para elaborar un proyecto con vistas a crear un Sindicato de la Prensa en Madrid; en ella estarían, junto a los citados, Mariano Araús (director de El Liberal), Alfredo Vicenti Rey (director de El Globo), Eduardo de Santa Ana y Rodríguez Camaleño (propietario y director de La Correspondencia de España) y Alfredo Escobar Ramírez (director de La Época). La cuestión no llegaría a ver la luz, pero sería el embrión de la Asociación de la Prensa de Madrid, que surgirá en 1895.

Ocho meses después de la creación de aquella comisión, en agosto de 1889 comienza a correr el rumor de su nombramiento como alcalde de Madrid, no sin alguna crítica mal intencionada como la de El Adelanto de Salamanca, que el día 13 decía:

 

El Sr. Mellado viene hace largo tiempo indicado para ocupar los puestos más importantes y a ello le daban derecho, aparte de su ilustración, los servicios prestados al Gobierno y sobre todo la campaña que últimamente ha hecho El Imparcial en contra del Sr. Martos, su amigo de siempre. El Sr. Mellado, que ya en otra ocasión no había querido aceptar una subsecretaría, esperando obtener una cartera en la primera crisis que se presentase, considerará más cuerdo y oportuno en las actuales circunstancias ir a la presidencia del Ayuntamiento de Madrid, que fiar en las halagadoras promesas del Sr. Sagasta, que pueden no llegar a realizarse nunca.

 

A pesar de ellas, fue nombrado para el cargo pocos días después y tomaría posesión en sesión solemne del Ayuntamiento el 19 de agosto siguiente. La designación como alcalde implicó el dejar la dirección de El Imparcial. Pero su desempeño al frente del Consistorio madrileño fue breve: el 9 de julio de 1890 la Reina María Cristina aceptaba su dimisión como Alcalde de Madrid, disponiendo que continuase en sus funciones con carácter de interino hasta que fuese nombrado su sustituto. El relevo fue rápido ya que al día siguiente era nombrado alcalde Cayetano Sánchez Bustillo.

Su abandono de la política municipal le permitió volver a la primera línea del periodismo. A finales de 1891 aceptará el ofrecimiento de Eduardo de Santa Ana para hacerse cargo de la dirección de La Correspondencia de España, después de viajar a París y Londres para cerrar contratos de publicidad y de colaboración con autores extranjeros regresa a Madrid el 12 de diciembre para preparar varias reformas y mejoras en la redacción del periódico; tras concluir aquellas se hizo cargo como director efectivo en enero de 1892, puesto que desempeñó hasta 1897. La dirección del diario español la simultaneó con la corresponsalía en Madrid de dos prestigiosos americanos El Diario de la Marina de la Habana y El Correo Español de Buenos Aires, las cuales desempeñó, al menos, hasta 1902.

Su vuelta al mundo de la prensa no le impidió continuar como diputado, cargo en el que había cesado el 29 de diciembre de 1890. En febrero de 1891 fue elegido nuevamente como representante del distrito de Gaucín (Málaga), por el que volvería a repetir como diputado en las elecciones de 1893, 1896 y 1898. En 1899 se presentó por Málaga capital, resultando elegido nuevamente como diputado. Su estancia en el Congreso terminaría el 24 de abril de 1901. Pasado poco más de un mes era nombrado Senador vitalicio, según real decreto de fecha 8 de junio.

El año 1900 fallece su hermano Enrique, tras una penosa enfermedad contraída en Filipinas donde sirvió 16 años, y en 1904 lo hace su padre a los noventa y dos años de edad, ambos en Madrid; antes que ellos había muerto la esposa de Manuel Pérez-Boza.

Entre ambos fallecimientos tiene lugar su nombramiento como Gobernador del Banco de España, el 25 de julio de 1902; cargo del que dimitirá apenas cuatro meses después, el 9 de diciembre de ese mismo año.

Vista completa norte-sur de la calle

Sin dejar su escaño en la Cámara Alta, es nombrado ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, el 23 de junio de 1905, formando parte del primer gobierno de Eugenio Montero Ríos —Presidente del Senado cuando Andrés Mellado fue designado senador vitalicio—, que sucedía al de Raimundo Fernández Villaverde. Mellado sucedió en la cartera de Instrucción pública a Carlos María Cortezo y Prieto que la había desempeñado desde el 8 de abril de ese mismo año.

Su paso por la cartera creada el 18 de abril de 1900 fue brevísimo, ya que el 31 de octubre de ese mismo año era aceptada su dimisión, junto con la del resto de ministros que integraban el Gabinete, como consecuencia de una de tantas crisis que tuvieron lugar en aquellos años. Sería relevado por Manuel Eguilior y Llaguno.

Dos años después de su cese tenía lugar el desastre de ‘la Riá’ en Málaga, que daría lugar a una nueva actuación humanitaria de Andrés Mellado, en esta ocasión trayendo a nuestra capital y provincia la ayuda enviada por El Diario Español, así como coordinando y organizando el reparto a los damnificados. Aspecto que ya tratamos brevemente en el número anterior de La Plancheta.

Su prestigio hizo que en 1910 fuese nombrado comisario Regio y Presidente del Consejo de Administración del Canal de Isabel II, según Real Decreto del 11 de febrero.

 

En el mundo de la cultura verá reconocida su labor al ser elegido, el 5 de mayo de 1912, para ocupar el sillón K de la Real Academia Española de la Lengua. Su labor en la noble institución se inició con su discurso de ingreso, que versó sobre la vida de Francisco Silvela; pero la muerte le sorprendió un año después en Biarritz (Francia), el 30 de agosto de 1913.

En su esquela se destacaba, además de los cargos que había desempeñado, algunas condecoraciones que le habían sido concedidas en vida, como la Legión de Honor francesa, de la que fue Gran Oficial.

El reconocimiento en Málaga a tan destacado periodista, escritor y político dio lugar a la concesión de una calle con su nombre (calle Andrés Mellado), como ya hemos señalado, antes de 1900; además, el Ayuntamiento malagueño, en su sesión del 5 de septiembre de 1913, al dar noticia de su fallecimiento, lo cita como ‘Hijo ilustre de Málaga’ y decide levantar la sesión en señal de duelo. El nombre de la calle se mantendrá en el callejero al menos hasta 1936, recuperando posteriormente el nombre de Atarazanas y desapareciendo del listado, según refleja Bejarano en 1939. Actualmente se ha recuperado su memoria con la calle ‘Periodista Andrés Mellado’. Además, en el edificio del Ayuntamiento de Málaga, inaugurado en 1919, se incluyó un retrato suyo en el llamado Salón de los Espejos, obra de Eugenio Vivó y Tarín. En Madrid cuenta igualmente con una calle, concedida por acuerdo municipal del 29 de diciembre de 1893.

 

 

   Pedro Luis Pérez Frías

Doctor en Historia y miembro del Grupo de Investigación HUM333 “Crisol Malaguide”, Universidad de Málaga


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