‘La sustancia’, de Coralie Fargeat

 

Cartel de la película

Elisabeth Sparkle (Demi Moore), una atractiva actriz de Hollywood de 60 años se prepara para una cita. Ha quedado con un antiguo conocido para cenar y ponerse al día. Se mira al espejo y se pinta los labios. Pero antes de salir de casa, la imagen del joven y hermoso cuerpo yacente de Sue (Margaret Qualley), que esconde Elisabeth en el baño, la hace volver a mirarse en el espejo. Podría estar más guapa. Se aplica colorete y gloss en los labios. Mira el reloj. Cuando se dispone a salir por la puerta, la imagen Sue le devuelve la mirada ahora desde un cartel publicitario. Elisabeth vuelve a ponerse ante el espejo. Aún podría estar más guapa. Se desmaquilla y vuelve a maquillarse, obsesiva, con aún más productos. El tiempo pasa, es casi la hora. Se dispone a salir de casa una vez más, pero la inevitable mirada de la joven en el cartel y ahora también la imagen de su propio reflejo distorsionado en el pomo de la puerta la hacen ponerse de nuevo frente al espejo: la actriz, derrotada, desmaquilla su rostro con furia. Ha pasado la hora, Elisabeth se queda en casa.

La directora Coralie Fargeat

En una película de terror que revitaliza el body horror, donde una joven nacerá desgarrando la espalda de una mujer mayor (entre otras pesadillas), la del espejo ha sido señalada por muchas mujeres en redes sociales como la escena más terrorífica de La sustancia (The Substance, 2024), de Coralie Fargeat. El body horror u horror corporal es un subgénero de cine de terror que muestra alteraciones grotescas o perturbadoras del cuerpo humano, metamorfosis imposibles y repulsivas, con intención no solo de provocar el horror en el espectador sino de mover a la reflexión sobre diferentes aspectos de la condición humana. David Cronenberg es el maestro indiscutible de este género, desde la pionera Cromosoma 3 (The Brood, 1979), pasando por La mosca (The Fly, 1986) hasta Crímenes del futuro (Crimes of the Future, 2022), donde planteaba una distopía en la que la cirugía estética era considerada el nuevo sexo. Fargeat, heredera de esta corriente, pero haciendo uso del desenfadado sentido del humor que imprimió Robert Zemeckis en La muerte os sienta tan bien (Death Becomes Her, 1992), se vale del body horror para denunciar la opresión sistémica contra los cuerpos de las mujeres: en una sociedad obsesionada por la imagen, con toda una industria farmacéutica y cosmética que se lucra de generar complejos, una mujer nunca, nunca, estará lo suficientemente bella.

Demi Moore en ‘La sustancia’

La sustancia es una alegoría pop feminista que ha convencido tanto a los aficionados al cine de terror como a la crítica y al público general, ya desde su estreno en el Festival de Cannes, donde Fargeat se hizo con el premio al mejor guion, hasta sus cinco nominaciones a los premios Oscar de la Academia de Hollywood (incluyendo mejor película y dirección). Especialmente en España, desde su paso por salas en octubre de 2024 y recientemente en plataformas de streaming, se ha convertido en un fenómeno popular que ha repugnado y fascinado a partes iguales, a la vez que ha sido objeto de debate y fuente de memes inagotable. Una suerte de Barbie (Greta Gerwig, 2023) indie, un caballo de Troya que lleva un discurso feminista al gran público por la vía del cine espectáculo.

Margaret Qualley en ‘La sustancia’

La trama comienza cuando Elisabeth Sparkle, una famosa actriz que lo fue todo en Hollywood y que ahora presenta un programa de aeróbic en televisión, es despedida por su jefe porque, a ojos de los productores del programa, todos varones, ya no es lo suficientemente joven ni bella para mantener altos los niveles de audiencia. Es poco después que descubre “la sustancia”, un tratamiento médico que promete “una mejor versión de ti” y que le permite seguir siendo apta de acuerdo con los exigentes cánones de belleza. Que sea química la vía y no quirúrgica hace que la película esté especialmente de actualidad por la alusión al abuso de medicamentos antidiabéticos como Ozempic por parte de influencers y celebridades para tratar la obesidad con fines puramente estéticos. Es, sin embargo, curioso cómo Fargeat, aun dirigiendo una película que entiende tan bien el mundo actual, plantea su propuesta con referencias visuales del pasado, centrándose en el mundo del espectáculo y la televisión (la referencia a Jane Fonda y sus vídeos de aeróbic es evidente) y obviando el que, hoy en día, es el gran canal con el que se perpetra la opresión contra los cuerpos (también de varones con la –permítanme el palabro– gymbrocracia neoliberal): las redes sociales. Pero la cineasta demuestra estar segura de la universalidad de su discurso al haber contado con Demi Moore como protagonista. La actriz, una estrella en los 90, reconocía, en su emocionante discurso de aceptación del premio Globo de Oro a la Mejor actriz de comedia o musical por este papel, que siempre le hicieron creer que era una “actriz de palomitas”, más valorada por su físico que por su trabajo, y que llegó a aceptar que eso sería así para siempre cuando los grandes estudios dejaron de contar con ella. No es ninguna novedad que Hollywood ha puesto fecha de caducidad a sus actrices hasta hace relativamente poco ante la escasez de papel escritos para mujeres de mediana edad.

El éxito de la película se explica por su evidente vocación popular, lo que le permite tener contenido, sobre el que debatir o curiosear a la salida del cine, sin renunciar a ser un espectáculo muy disfrutable. Sí, el discurso de Fargeat es directo, sin ambigüedades: queda planteado en los primeros minutos y es subrayado a lo largo de todo el metraje hasta el punto de que te lo lanza a la cara como los chorros de sangre que manan de la grotesca bola de carne antropomorfa que rocían al público del espectáculo de Nochevieja. Pero esta obviedad discursiva funciona gracias a un argumento de ciencia ficción que plantea un microcosmos con sus propias reglas y que no deja de sorprender al espectador hasta su explosivo y glorioso final.

Coralie Fargeat no solo hace que en una película de terror la escena más aterradora sea la de una mujer desmaquillándose frente al espejo. También logra que en una película de body horror sea más desagradable ver a un señor comiendo marisco mientras decide el futuro laboral de una mujer en base a su físico que ver a aquella masa de carne grotesca tratando de ponerse un pendiente en el apéndice viscoso que antes era su oreja para conseguir la aprobación de los demás. Porque, ¿quién no se ha mirado al espejo alguna vez y ha sentido que no era suficiente? Todos, todas nos hemos visto en la situación de ponernos ese pendiente.

 

Isidro Molina Zorrilla
Doctor en Filología Griega


epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Molina Zorrilla I. La sustancia, de Coralie Fargeat. epistemai.es [revista en Internet] 2025 febrero (25). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/8401

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