Un fragmento de la India desde mis ojos

 
Amristsar

La llegada. Lo primero que llena los ojos hasta dejarlos exhaustos es el color. Por todas partes: empezó con las flores como collar de olor en nuestros cuellos, los turbantes por todas partes, las mujeres con sorprendentes vestimentas para mi paleta casi blanco y negro. A lo sumo azul. Aún con este cielo que parece de tormenta pero que lo ilumina todo.

Las nubes vienen flotando en mi vida, ya no para llevar a la lluvia o tormenta, sino para agregar color a mi cielo en la puesta del sol. R. Tagore

El hotel, exhaustos tras lo que me pareció una noche interminable de avión, fue, quizás, una pequeña decepción en mis expectativas de lo que es un hotel de lujo. Una habitación pequeña, la ducha rota… Nada que pueda empañar todas las emociones contenidas.

Pero más aún. Después de un masaje de una hora como nunca en mi vida me han dado, en el que mi mente voló lejos de mi cuerpo, que flotaba, parecía que ya no hubiera nada que pudiera estropear esta estancia.

Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas. R. Tagore

 

El primer contacto con la comida india en su lugar de origen fue en la cena. Me dejé transportar por el aroma y los diferentes platos del bufé sin saber realmente qué elegir. Y opté por lo que luego sería mi plato principal en todas las comidas: el pollo Tikka Masala, aunque también lo acompañé de Biryani y Rajma.

Y hasta el día siguiente, esperando conocer el Templo Dorado.

Harmandir Sahib (Templo Dorado)

La autora rodeada de niños en Harmandir Sahib

Harmandir Sahib (Templo Dorado). Como todo en la vida, no es lo mismo lo que te cuentan, por extraordinario que sea, a la sensación indescriptible de ver una maravilla como es el Templo Dorado. Desde el primer momento en que nos descalzamos, pensé que entrábamos en un mundo mágico de espiritualidad.

Sorprendentemente, no había turistas. Éramos los más raros entre el gentío, de tal forma que a cada paso las familias, sobre todo las mujeres, nos pedían con increíble educación, fotografiarnos con ellos. Y lo que a nosotros nos parecía curioso, a ellos les honraba.

Más espectáculo de colores y de respeto. Multitudes en posición de oración, esperando el baño purificador. Y lo más espectacular: los miles de personas en el comedor común, y los voluntarios encargados de alimentarlos. Todos me parecen guapos. Ellas con sus vestidos, todos diferentes. Ellos con sus turbantes de colores. Rostros sonrientes, pacíficos, tranquilos.

Cuando me explicaron los fundamentos de la religión de los sikhs pensé que no me importaría nada comulgar con ellos y compartir sus valores de humildad, amabilidad y caridad.

El broche de oro, y nunca mejor dicho, fue visitar el Templo Dorado de noche. Si ya de día no parecía un templo, de noche es claramente un palacio. Y nos transportamos a uno de los Cuentos de las Mil y Una Noches. Todo se mueve a un ritmo tranquilo, relajado, como el reflejo que se ve en el agua del estanque sagrado. No parece la India que me suponía. De nuevo la trampa de la imaginación.

Multitudes en posición de oración, esperando el baño purificador

El Templo Dorado de noche

Cambio de guardia en Wagah-Attari Border, la frontera india con Pakistán. Al igual que entre la multitud del Templo Dorado, entre los sikhs y las mujeres con sus saris coloridos me creía como en un sueño, extraña sin sentirlo, la visita al estadio en el que se realizó el cambio de guardia en la frontera con Pakistán fue todo lo contrario. Una introducción extraordinariamente larga, unos bailes que no me hacían vibrar con la música… una ceremonia, en fin, en la que me parecía haberme equivocado de lugar.

Después, tranquilamente, y con el recuerdo aún en mi mente, ceo que jamás había visto algo igual y probablemente no vuelva a verlo en ningún otro lugar del mundo.

El bosque sería muy triste si solo cantaran los pájaros que mejor lo hacen.

R. Tagore

 

Jaipur

La llegada a Jaipur, o Ciudad Rosa fue otro espectáculo para los sentidos. El Hawa Mahal o Palacio de los Vientos, con numerosas ventanas y en forma de panal, parecía salir directamente de la tierra, pero en un lugar equivocado. La multitud en las calles y alrededores, indiferente a la belleza del lugar, se agolpaba de forma caótica, sobre todo en lo que al tráfico se refiere. La experiencia de cruzar una calle fue francamente inolvidable.

Entrada principal del hotel en Jaipur

Hawa Mahal o Palacio de los Vientos en Jaipur

Nos adentramos en una calle repleta de bazares en la que parecía imposible que albergase tanta gente. Sin embargo, a pesar de lo que parecía un gran desorden, las tiendas estaban agrupadas por gremios.

Pero si hay algo que realmente me dejó impresionada fueron las profesiones callejeras: un dentista con todo su instrumental, de no se sabe qué siglo, esperaba a los intrépidos clientes; un hombre estaba siendo afeitado en mitad de la calle, el zapatero en la polvorienta calzada… Un crisol de personas, tiendas, coches, en el que pude verme inmersa tras un viaje en rickshaw.

El ruido constante de miles de cláxones, timbres y bocinas me hacía sentirme perdida entre el caos de vehículos. Sin embargo, no quería perderme ni un segundo de toda aquella vida que bullía.

Cruzamos el infinito a cada paso; nos encontramos con la eternidad en cada segundo.

R. Tagore

Namasté. Desde que llegamos a la India, este saludo no se desprendió de mis labios.

Las palabras van al corazón, cuando han salido del corazón.

R. Tagore

Grupo de mujeres en un templo hindú de Jaipur

Mujer en la puerta de la casa

La autora haciendo el saludo ritual

Ejercicio de algunas profesiones en la calle

Taller de técnica del blockprinting, o estampado por sello

Estampado de telas por sello. Fuimos a un taller donde nos enseñaron la técnica del blockprinting, o estampado por sello, una de las formas de impresión más antiguas del mundo, que me pareció simple y compleja a la vez. El estampado por sello requiere de la precisión de las manos y la agudeza de los ojos, hacer que cada detalle encaje perfectamente.

Después, como era lógico, nos llevaron a la tienda para que pudiéramos adquirir algún tejido de los muchísimos que disponían.

Entré con la idea fija de no comprar nada, -no lo necesitaba-, y me fui con un mantel, una colcha, una bufanda, dos pashminas… La belleza me puede.

En la calle, los vendedores que constantemente te acosaban, generalmente niños, querían que compráramos los sellos. El guía nos previno contra ellos y las mafias que los controlan. Pero después me arrepentí de no haber comprado ninguno. Ya no encontré ningún sello en ninguna parte.

El hotel. Llegamos al hotel de noche, y supuso una auténtica sorpresa. En esta ocasión, en la que ya no me hice ninguna suposición previa, el lugar superó con creces cualquier expectativa. La arquitectura, los jardines, los olores, toda la atmósfera que nos rodeaba me hacía sentirme una princesa india. La habitación, un auténtico lujo, invitaba a no salir de allí. ¡Pero quedaban todavía tantos lugares por conocer…!

A pesar de mi gusto por la comida india, esa noche, por votación, se decidió cambiar a un restaurante italiano dentro del hotel.

Ya me había acostumbrado, en tan poco tiempo, al fuego en mi boca después de la cena.

Observatorio astronómico Jantar Mantar

Fuerte de Amber

Observatorio astronómico Jantar Mantar. El observatorio astronómico, con sus gigantescos relojes solares, astrolabios, mapas astrales y un montón más de instrumentos para realizar cálculos astronómicos, me hizo conocer la verdadera importancia de la India en la ciencia. Nunca pensé que hubiera un lugar así con tal grado de conocimientos astronómicos en la India a mediados del siglo XVIII.

Fuerte de Amber. La estampa rojiza del fuerte que se alza sobre una colina era imponente e hipnótica.

Palacio del Maharajá en Jaipur

Desde su mágico emplazamiento, a la muralla que lo rodea; desde el laberinto de sus pasillos al descubrimiento de sus habitaciones, donde aún es posible imaginar cómo viviría en aquella época el maharajá con sus princesas… Todo ello es para olvidarse del reloj y, sin tiempos marcados, simplemente dejarse llevar.

Tú no ves lo que eres, sino tu sombra.

R. Tagore

Palacio del Maharajá. La visita a este palacio me acercó al mundo de la nobleza rajput, y en general, a la forma de vida de los maharajás de la India. La India de las novelas inglesas donde los maharajás firmaban tratados con los ingleses. O luchaban contra su dominio. Una India desaparecida que parece que aquí podía tocar con la punta de los dedos.

Precioso el ‘patio de los amantes’, con sus cuatro puertas en representación de las cuatro estaciones del año.

La vida es la constante sorpresa de saber que existo.

R. Tagore

 

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epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Núñez Calonge, R. Un fragmento de la India desde mis ojos. epistemai.es [revista en Internet] 2024 febrero (22). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/6973

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