Volver a Rafael Mitjana Gordon, nuestro hombre en Upsala

 

Su progresivo afianzamiento como “publicista” no le alejó de sus estudios y en 1893 Rafael termina sus estudios de Derecho y obtiene la licenciatura. Al año siguiente cae enfermo y debe trasladarse a Málaga para recuperar la salud perdida junto a sus padres. Mientras permanece allí, en la finca familiar de la Huerta de Santa María, contesta a las críticas publicadas en La Época del 5 de mayo de 1895, contenidas en el artículo ‘Crónica Madrileña. Cuatro soldados y un cabo’ firmado por el prestigioso académico y crítico Antonio Peña Goñi, en el que atacaba a Rafael Mitjana y otros por defender las ideas de Felipe Pedrell. La respuesta, en forma de carta al director de aquel periódico, señalaba:

“Refugiado hace tiempo en estas huertas de la vega malagueña, adonde vine en busca de un clima templado que me devolviese la salud perdida; y alejado por este motivo de toda polémica artística, no pudo por menos de extrañarme el ver mi modesto nombre de publicista sacado á luz en las columnas de LA ÉPOCA, nada menos que por el célebre académico y escritor de música [el Sr. Peña y Goñi]”.

 

En aquel momento Rafael tenía 26 años, mientras que Antonio Peña rondaba los 50 y tenía un prestigio consolidado. La diferencia de edad y de consideración en el ámbito musical no detuvo a Mitjana para defenderse del ataque, pero la muerte al año siguiente de Peña y Goñi terminaría con la incipiente polémica.

Catedral de Málaga

En noviembre de 1895 se publica uno de los primeros estudios, si no el primero, de Rafael en forma de libro. Titulado Sobre Juan del Encina (nuevos datos para su biografía), el estudio daba cuenta de nuevos datos encontrados por el autor en diversos documentos hallados por él en la catedral de Málaga. Su publicación era saludada elogiosamente por La Época, el 27 de ese mes:

“El folleto del Sr. Mitjana contiene algunos documentos hallados por él en la Catedral de Málaga, y es de esperar que, con otros que forman parte del mismo archivo, realice el autor su laudable proyecto de trazar la Historia de la capilla de música de la Catedral de Málaga. Entonces se podrán juzgar por completo los trabajos investigadores del Sr. Mitjana, que ya hoy en su folleto sobre Juan del Encina revela su erudición y su entusiasmo por nuestras gloriosas tradiciones artísticas”.

 

Pocos días después de la publicación de esta crítica, se anunciaba la convocatoria para cubrir 22 plazas de agregado diplomático por el procedimiento de oposición. Además de los requisitos ya señalados, los opositores tuvieron que enfrentarse a un examen de una duración mínima de una hora, ampliable en treinta minutos más; en ese tiempo debían contestar dos preguntas de historia política moderna, otras dos de Derecho internacional, y el mismo número de cuestiones relativas a nociones de diversas materias: “Economía política, Estadística, sistema comercial de España, tarifas, régimen colonial y movimiento comercial”; además, debieron traducir al francés, por escrito, una página completa de un libro en español y leer ante el tribunal esta traducción; también tuvieron que hacer la traducción al español de una página de un libro escrito en inglés o alemán, después de haberla leído en el idioma original, en ambos casos sin diccionario.

En esta ocasión Rafael sí que se presentó a la oposición y realizó los exámenes, que tuvieron lugar en el ministerio de Estado a partir del 14 de enero de 1896, ante el tribunal compuesto por: el Marqués de Amposta, Subsecretario de Estado, presidente; y como vocales el Conde de los Arcentales, Jefe de la Sección de Política de Europa de dicho ministerio; los catedráticos de Derecho en la Universidad Central Juan de Hinojosa y el Marqués de la Merced; y Manuel Labra, Jefe de la sección de Interpretación de Lenguas del mismo ministerio que también ejercía de Secretario.

El 1 de febrero de ese año el mismo marqués de Amposta firmaba la orden por la que se nombraba a los 22 nuevos agregados que habían ingresado en la carrera diplomática como consecuencia de aquella oposición. Entre ellos estaba Rafael Mitjana, aunque en un puesto, el décimo séptimo, que estaba muy alejado del obtenido como aspirante unos años antes y pone de relieve la dificultad de los exámenes.

Inicialmente se le destina a prestar servicio en Madrid en el propio ministerio, circunstancia que le permite continuar con sus colaboraciones en La Época y otros medios. Ascendido a secretario de tercera clase el 3 de febrero de 1897, es destinado a la embajada de España en Roma, a donde viaja a finales de marzo de ese año. Su estancia en Italia le permite escribir sustanciosas crónicas y críticas de arte sobre la Exposición de Bellas Artes de Venecia, publicadas en La Época en septiembre y octubre de ese año. En 1898, también desde Roma, escribe para la revista La Música Religiosa en España, hasta que a mediados de septiembre de ese año es destinado de nuevo a Madrid para servir en el departamento. Un año después es declarado excedente, a pesar de lo cual formará parte de la embajada especial enviada a Marrakech para cumplimentar al nuevo Sultán de Marruecos Muley Abdelazis, en mayo de 1900.

Dicha embajada estaba mandada por Emilio de Ojeda, ministro plenipotenciario de España en Tánger, a quién acompañaban su esposa, su hija Luz y su hijo Jaime, agregado diplomático. A sus órdenes, además de Rafael Mitjana, viajaron Manuel Saavedra, primer intérprete, y Reginaldo Ruiz, joven de lenguas; el padre Cervera, prefecto de la misión franciscana en Marruecos, y fray Domingo, lego de la misma Orden; una comisión encargada de entregar al Sultán las armas construidas en las fábricas nacionales de Toledo y Oviedo, compuesta por el teniente coronel de Estado Mayor Eduardo Álvarez Ardanuy, jefe de la Comisión militar española en Marruecos, y dos oficiales del cuerpo de Artillería, el capitán Francisco Javier Ayensa Ferro y el primer teniente Manuel Benítez y Vilar; y Alfonso Cerdeira Fernández, médico segundo del cuerpo de Sanidad de la Armada.

Esta misión diplomática le dio ocasión a Rafael para hacer una detallada crónica del viaje, que con el título ‘Viaje de la Embajada española a la corte del Sultán de Marruecos’ fue publicada en varias entregas en la revista La España Moderna, de octubre de 1900 a noviembre de 1901. Mientras se está publicando esta crónica se edita su libro La música contemporánea en España y Felipe Pedrell, que recoge lo publicado en los dos artículos ya citados de la revista Pro Patria del año 1894. Un caso similar pasará con la crónica de la embajada que años después, a finales de 1905, será publicada en forma de libro, firmado por el propio Rafael, con el título En el Magreb – El – Aksa; Viaje de la Embajada Española a la Corte del Sultán de Marruecos, en el año 1900.

En ese tiempo continúa como crítico musical de La Época, publicando numerosos artículos. En enero de 1902 viaja a Barcelona para asistir al estreno de Los Pirineos, ópera de Felipe Pedrell que se representó por primera vez en el Liceo el sábado día 4 de ese mes. Este viaje le reportó una nueva polémica, en este caso con el corresponsal del Heraldo de Madrid en Barcelona, a cuenta de la crítica de este último sobre dicha ópera. Mitjana y otros personajes de la música, como Isaac Albéniz y Enrique Granados, dirigieron desde Barcelona un telegrama al Heraldo de Madrid pidiendo la rectificación de aquella crítica, a lo que se negó el autor, Reig. En la cuestión terció el periódico catalán La Veu de Catalunya; lo que provocó una aclaración de Albéniz en Las Noticias de Barcelona, reproducida el 11 de enero en el Diario de Tortosa; en esta ocasión se refería así a Rafael Mitjana:

“don Rafael Mitjana, entusiasta de la obra de Pedrell, y uno de los raros críticos que con sentido común tratan de asuntos musicales en nuestra bendita tierra, y que a más es nuestro huésped, y ha venido de Madrid con el exclusivo objeto de ensalzar como es debido a una gloria catalana, don Rafael Mitjana no hizo más que tener la amabilidad de escribir el telegrama y aún transmitirlo a su costa; y digo esto, para recabar para mí solito, toda la tendenciosa y molesta intención con que el referido suelto fue redactado, y aprovechar de paso la ocasión de asegurar al señor Mitjana todo el agradecimiento y la consideración que sus méritos y su entusiasmo por las manifestaciones del arte catalán, nos merecen, a mí y a otros muchos, y más autorizados”.

 

En mayo de 1902 Rafael viaja precipitadamente a Málaga al recibir la noticia de que su padre había enfermado gravemente. Al mes siguiente, ya de regreso en la capital, presenta su candidatura para cubrir una vacante de académico en la sección de Música de Academia de Bellas Artes de San Fernando, pero en la votación, que tuvo lugar el 7 de julio siguiente, fue superado por el otro candidato, el redactor jefe de La Ilustración Española y Americana Antonio Garrido y Villazán.

Nunca más volvería a postularse Rafael para entrar en la prestigiosa institución. Pero esta candidatura dio lugar a una nueva polémica, en esta ocasión con el marqués de Alta Villa, José Ramiro de la Puente y González-Nandín, que desde su revista El Cardo criticó duramente a Mitjana y sus pretensiones a la de San Fernando. El enfrentamiento se resolvería finalmente a finales de agosto de ese año, cuando los representantes de ambas partes la dieron por terminada firmando un acta que finalizaba con estas palabras:

“Estudiados los artículos de la susodicha polémica por ambas representaciones, y convencidos de que en ellos no hay nada que pueda mortificar al señor marqués, insisten sus padrinos en dar por terminado este incidente con una leal rectificación de todos los términos ofensivos para el Sr. Mitjana, cuya caballerosidad se complacen en reconocer. A su vez, los representantes de este último estiman la noble conducta del marqués de Alta-Villa, y de común acuerdo se firma la presente acta por duplicado en Madrid á 31 de Agosto de 1902”.

 

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