La mañana del lunes 18 de diciembre de 1939, el Estrecho de Gibraltar estaba azotado por una fuerte tormenta acompañada de truenos y relámpagos. Entre las nubes que cubrían el mar volaba un avión Junker Ju-52 con matrícula M-CABA. El aparato, llamado Sanjurjo, pertenecía a la compañía Iberia y cubría la línea Tetuán – Sevilla. Pilotado por Eugenio Gross Huertas, había despegado a las ocho de la mañana del aeródromo africano y catorce minutos después, tras sobrevolar Ceuta, su tripulación anunciaba por radio que iba a colocar la antena colgante. Sería su última comunicación, un minuto más tarde un patrullero inglés veía caer al JU-52 envuelto en llamas hasta que se estrelló contra las olas. No hubo supervivientes y aún hoy se discute si el avión fue derribado por fuego inglés o por un sabotaje alemán; al mismo tiempo, algunas tesis apuntan a una misión secreta de reconocimiento aéreo sobre Gibraltar, aprovechando un vuelo civil.
Eugenio Gross era un experto piloto al que acompañaban como tripulantes otros dos veteranos de la recién terminada Guerra Civil: el radio Ruperto González Fernández y el mecánico José Chacón Mellado; entre los tres superaban más de un millar de misiones en aquel conflicto. Con ellos murieron los seis pasajeros que se habían embarcado en Tetuán: Antonio Bazán Martínez, Manuel Romero Picornell, Agustín Calvo Bronte, Juan José Suárez Maguregui, el holandés Henry Charles y el alemán Juan Carlos Brelezmann Isberner.
El fallecimiento de Eugenio Gross, sorprendió y sacudió a Málaga, no sólo por su juventud, estaba a punto de cumplir los 30 años, sino por ser muy conocido en la ciudad. Y es que Eugenio, aunque había nacido en Buenos Aires, Argentina, el 16 de enero de 1910, era hijo de una conocida a familia malagueña formada por el matrimonio Eugenio Gross Scholtz y Julia Huertas Reyes, junto con sus hermanas Amalia y Julia (fallecida en 1927), y nieto de Eduardo Gross Gayen y de Amalia Scholtz Larios.
Su contacto con la aviación se remonta a los primeros pasos de ésta en Málaga, cuando su padre, propietario de una finca situada cerca de Churriana, denominada El Rompedizo la arrienda a la compañía Latécoère en 1919, para que los aviones de ésta que cubrían la línea postal Toulouse – Casablanca hiciesen escala.
No sabemos si el niño Eugenio, con nueve años de edad, fue testigo sorprendido del aterrizaje de Pierre Latécoère y su piloto, a las diez y media de la mañana del 9 de marzo de 1919, el primer avión que aterrizó en la finca de El Rompedizo. Pero es muy probable que asistiese al ir y venir de los que le siguieron a partir de entonces y que aquello despertase su curiosidad y el interés por la aviación.
En 1932, el Gobierno de Alcalá–Zamora autorizó a la Junta del Aeropuerto Nacional de Málaga a adquirir los terrenos de El Rompedizo por 175.000 pesetas para ubicar el aeropuerto de la ciudad. Eugenio Gross Scholtz rescinde el contrato de alquiler con la compañía francesa y vende la finca al Estado.
Al año siguiente, el joven Eugenio, con apenas 23 años, contrae matrimonio en Málaga con María del Carmen Cuervo Jaén, dos años más joven que él, e hija de Luis Cuervo Herrero, antiguo concejal del Ayuntamiento malagueño, y María del Carmen Jaén Ledesma. Fruto de este matrimonio nacería Carmen Gross Cuervo.
Su reciente matrimonio no es obstáculo para que en 1934 Eugenio se incorpore al primer curso de pilotos que organiza el Aeroclub de Málaga, nada más crearse la Escuela en marzo de ese mismo año. Integraban la primera promoción el propio Eugenio junto a Manuel Egea Martínez y José Freüller Valls. El 10 de mayo de ese año se le expide el título de piloto aviador de turismo, con número 239, así como la correspondiente licencia de aptitud.
Dos años después, una orden firmada por el Director General de Aeronáutica, Casases Quiroga, de fecha 20 de junio —publicada seis días más tarde―, concedía a Eugenio Gross Huertas el servicio de transportes aéreos de paquetería entre Málaga y Madrid, con escala en Sevilla. Para explotar la línea se debería constituir una sociedad con capital exclusivamente español y se debería contar con dos aviones Farman 193 “debidamente matriculados en España”. Apenas un mes después, el 16 de julio, se le concede a Eugenio el título de piloto de transportes, con número 61.
El estallido de la Guerra Civil, dos días más tarde, impide el establecimiento de la nueva línea. Eugenio se incorpora al bando de Franco como alférez provisional de aviación; en 1937 asciende a teniente provisional, con antigüedad del 20 de julio; más tarde es habilitado como capitán y entre el 1 de febrero y el 1 de abril de 1939 asciende a capitán provisional.
Durante la guerra pasa por distintas unidades, siempre como piloto: el grupo 1-G-22 dotado con aviones Junkers JU-52, mandado por Luis Pardo Prieto, donde se integra en la primera escuadrilla junto con otros pilotos como los hermanos Kindelán (Ultano y Alfredo); el grupo 3-G-28 dotado con los Savoia SM-79 italianos, unidad creada en agosto de 1937 y donde presta servicio al menos hasta mayo de 1938. En febrero de 1939 estaba destinado en el centro de vuelos sin visibilidad. Tras su ascenso a capitán provisional regresa al grupo 1-G-22 mandando la segunda escuadrilla hasta el final de la guerra.
Su experiencia en el vuelo de polimotores y su interés por la aviación comercial hacen que se integre como piloto en la compañía Iberia, pero sin dejar totalmente la aviación militar. Desgraciadamente la nueva etapa no durará mucho, la muerte que había esquivado durante la guerra le estaba esperando aquel 18 de diciembre sobre las aguas del Estrecho, cerca de Gibraltar.
En Málaga contamos con una calle que recuerda a este piloto, precursor de la aviación comercial. Está situada en el distrito Bailén Miraflores y une Martínez Maldonado con Blas de Lezo para llegar al Hospital Civil y al Materno.
Pedro Luis Pérez Frías