El desastre de Annual, en julio de 1921, significó la puesta en valor del Cuerpo de Damas Enfermeras de la Cruz Roja Española, creado tan sólo cuatro años antes, en marzo de 1917. La principal responsable de ello fue una madrileña de cuarenta y cinco años, que en septiembre de ese mismo año cumplió los cuarenta y seis, y de la que un personaje tan poco sospechoso de adular a la clase dirigente de la época como Indalecio Prieto decía, el 17 de octubre de ese mismo año, que era: “única heroína de esta guerra, mujer admirable que curó y consoló a los heridos, amortajó cadáveres, clavó ataúdes”; a continuación añadió:
“Ella y media docena de damas más son las únicas de entre toda la aristocracia española que luchan en Melilla con el dolor, en jornadas interminables. Las restantes quedáronse ahí, para lucir el uniforme de enfermeras en las solemnidades, para aparecer retratadas en las revistas gráficas. Viene por horas, para volver esta noche a continuar su humanitaria labor, a seguir realizando el milagro de que sus heridos estén mejor atendidos y mejor alimentados que en los hospitales del Estado.”
Las palabras de Prieto, que había viajado a Melilla como corresponsal del periódico El Liberal para informar sobre la campaña, formaban parte de la crónica publicada en aquel diario el 18 de octubre de 1921 con el título de “El barco del dolor” y hacían referencia a la duquesa de la Victoria con la que, según informaba en la misma crónica, había viajado desde la ciudad norteafricana a Málaga a bordo del buque hospital Alicante, aprovechando una de sus expediciones evacuando heridos y enfermos.
La duquesa de la Victoria a que hacía referencia el corresponsal era Carmen Angoloti Mesa, nacida el 7 de septiembre de 1875 en Madrid, hija mayor del matrimonio formado por el senador Joaquín Angoloti Merlo y Carmen Mesa. Casada en 1894 con el primogénito de los duques de la Victoria, Pablo Montesino Fernández-Espartero, se había convertido en duquesa de la Victoria en 1898 tras la muerte de su suegra, Eladia Fernández-Espartero y Blanc, y pasar el título a su marido.
La figura de Carmen ha sido sobradamente estudiada por diversos autores, empezando por la detallada biografía de su sobrino Ignacio Angoloti de Cárdenas, La duquesa de la Victoria, publicada en 1958, y terminando por la reseña biográfica que hace de ella la Real Academia de la Historia en su Diccionario Biográfico. Su labor como dama enfermera en Marruecos a partir de julio de 1921, ha sido estudiada también en artículos, comunicaciones y tesis doctorales. Por ello me limitaré a destacar su relación con Málaga, que se inicia con el viaje citado por Indalecio Prieto.
La labor pionera en el hospital de la Cruz Roja de Melilla
Volviendo la vista atrás, al inicio del primer viaje de Carmen Angoloti a Marruecos, hay que señalar que éste da comienzo el 27 de julio, cinco días después de la caída de Annual. Carmen sale de San Sebastián en el expreso de las nueve con la misión de organizar los hospitales de la Cruz Roja Española en la zona y la asistencia de las Damas enfermeras a los heridos en Melilla; este cometido le había sido encomendado directamente por la reina Victoria Eugenia, autoridad suprema de la Cruz Roja en tiempo de guerra desde 1916. Tras pasar por Madrid, viaja a Sevilla, donde embarca el día 29 en el vapor Marqués de Campos en unión de su marido y, al menos, otras dos damas enfermeras: María del Carmen Merry del Val y María Benavente y Bárbara.
En Melilla se la esperaba desde el día 28. Aunque desde los primeros momentos la Junta de Damas de la Cruz Roja de Melilla había ofrecido los servicios de sus damas enfermeras tituladas para ayudar a la Sanidad Militar, la llegada de Carmen y sus compañeras sorprendió a dicha junta. La razón es que se creía que harían el viaje por mar desde Málaga. Por ello cuando el “Marqués de Campos” entró en el puerto melillense, pasadas las doce de la noche del 29, sólo estaba esperando a los duques una comisión militar formada por el comandante Juan Beigbeder Atienza, uno de los ayudantes de campo del Alto Comisario -el general Dámaso Berenguer Fuste- y dos representantes del Estado Mayor de la Comandancia General de Melilla, el capitán Luis Vega Ochoa y el Archivero de Oficinas Militares Rigoberto Lozano Moyá.
Las damas de la Cruz Roja melillenses habían tenido una asamblea en la tarde del día 29, en la que se habían entregado los brazaletes distintivos a las nuevas enfermeras, entre las que se encontraba Cristina Navarro y Morenés (hija del general Felipe Navarro Ceballós-Escalera), además de reafirmarse en su disposición de ayudar a la Sanidad Militar, y habían acordado acudir al muelle para recibir a la duquesa y a las religiosas y enfermeras que llegarían con ella, “para la asistencia en los hospitales”. Pero su disposición hubo de esperar hasta el día siguiente, en el que una comisión presidida por la baronesa de Casa Davalillos, la esposa del citado general y madre de Cristina, la cumplimentó en su alojamiento.
Tras esa bienvenida oficial, Carmen inició la organización del primer hospital de la Cruz Roja en Melilla, en los locales de las escuelas de los hermanos de la Doctrina Cristiana. En los primeros días de agosto la prensa ya se hacía eco de su labor organizativa. Así El Telegrama del Rif del día 4 de ese mes daba cuenta de la visita que el Infante don Alfonso de Borbón había realizado a aquel centro, asegurando “que pronto podrá dar albergue a los que derramarán su sangre en defensa de la Patria”.
Carmen no sólo se dedica a labores organizativas y de gestión, sino que ayuda en las labores asistenciales como enfermera. Una vez asegurado el funcionamiento de aquel primer hospital viajará a Málaga para inspeccionar los locales ofrecidos a la Cruz Roja para instalar hospitales en aquella capital, como ya se ha señalado en los artículos dedicados a su prima Ángeles Molina Angoloti en esta misma revista. A ese viaje corresponde la cita de Indalecio Prieto con que se abre esta reseña.
Unas visitas intensas a Málaga
La duquesa de la Victoria viajó a Málaga en el barco hospital Alicante desde Melilla, de donde el buque zarpó en la tarde del día 16 de octubre llevando a bordo 250 heridos y enfermos, además de los diputados Indalecio Prieto y Arsenio Martínez de Campos y de la Viesca (marqués de la Viesca de la Sierra), junto con el fotógrafo “Campúa”, probablemente José Demaría Vázquez, hijo de José Luis Demaría López (el primero que utilizó este seudónimo y por aquel entonces director de la revista Mundo Gráfico).
La visita de Carmen Angoloti a la capital malagueña fue corta, pero intensa. Tras desembarcar el 17 por la mañana en el puerto, acompañada por el alcalde de Málaga, Francisco García Almendro, y una comisión de damas de la Cruz Roja visitó los hospitales ya instalados en la ciudad en los que la institución ayudaba de alguna forma, entre ellos el del Grupo Escolar Bergamín al que, según el periódico La Unión Ilustrada, dedicó “muy cumplidos elogios”, por su “competente desarrollo y estado sanitario”. Después visitaron los locales ofrecidos por la Agrupación de Cofradías en el barrio del Perchel, cerca de la fábrica de la Aurora reacondicionada como cuartel; éstos eran unos almacenes de nueva construcción propiedad de Antonio Baena Gómez, con un amplio edificio de 40 metros de largo por 15 de ancho y tres puertas, además de un patio de 1.400 metros cuadrados, rodeado de un muro, en el que se encontraba un edificio auxiliar, de dos plantas (baja y primera).
Según el citado periódico, la duquesa y sus acompañantes consideraron que los locales contaban con excelentes condiciones para instalar un hospital de sangre con ochenta o cien camas, por lo que decidieron aceptar en aquel momento el ofrecimiento de la Agrupación de Cofradías. También debieron visitar la casa del Limonar ofrecida por Francisco Bergamín, que también fue aceptada.
Ese mismo día, por la noche, zarpaba “a la hora de costumbre” el vapor correo Monte Toro con destino a Melilla. En él viajaban Carmen Angoloti acompañada de Isabel Heredia y la hija del duque de Tovar, también damas enfermeras de la Cruz Roja, dos hermanas de la Caridad y el marqués de la Rivera. Antes de embarcar los viajeros fueron despedidos por el alcalde de Málaga, García Almendro, que entregó un ramo de flores a la duquesa, y una comisión de la Junta de Damas de la Cruz Roja malagueña, encabezada por su presidenta, Isabel Roca, y compuesta por la secretaria, Matilde Casanova, Rafaela Grana, esposa del alcalde, y Concepción García, señora de García Herrera.
Reconocimiento político a su labor
A los pocos días de esta visita, el 20 de octubre, se reabrían en Madrid las Cortes. Desde el primer momento uno de los temas principales de debate fue la situación en Marruecos. Esto daría lugar a que la labor de Carmen Angoloti al frente de las damas enfermeras y de los hospitales de la Cruz Roja en aquel territorio se hiciese presente en el hemiciclo del Congreso de los Diputados. En efecto, los dos diputados, Prieto y Martínez de Campos, que la habían acompañado en el Alicante, hicieron mención de la duquesa en sus respectivas intervenciones.
El primero fue el diputado independiente por Ciudad Real, Arsenio Martínez de Campos, militar de carrera (en aquel entonces era capitán de Caballería), que había combatido en Marruecos años antes. En su extenso discurso, que tuvo lugar el día 21 de octubre, a la hora de criticar la situación de la Sanidad Militar en Melilla, recordó que la Cruz Roja había montado hospitales al lado de los de Sanidad Militar y comparó las figuras que dirigían ambos, diciendo:
“La organización de la Cruz Roja está dirigida por la secretaria general -no sé si ahora es la presidenta-, duquesa de la Victoria. La organización de la Sanidad Militar corre a cargo de un inspector -la palabra inspector, claro es, significa inspeccionar-, el coronel Treviño. Si S. S., Sr. Cierva, pudiera disfrazarse, aparecer por Melilla y pasar por los cafés, tenga S. S. la seguridad de que en ningún café ni tertulia, dando coba a los periodistas, encontraría a la duquesa de la Victoria; pero, en cambio, encontraría al coronel Treviño. (Rumores.) Y si S. S., Sr. Ministro de la Guerra, hiciese la visita a unos y otros hospitales, vería en los de la Cruz Roja constantemente, desde las ocho de la mañana hasta las once, las doce, la una, toda la noche, a la duquesa de la Victoria, mientras que el coronel Treviño no aparecía por el hospital nunca, salvo raras excepciones, como en el momento de la visita, de la firma, etc.”
Y respecto a los hospitales, añadía poco después:
“No es esto solo, Sr. Ministro de la Guerra: ha habido momentos en Melilla en que el enemigo ha disparado sobre hospitales de la Cruz Roja, en cuyas salas estaban haciéndose operaciones; no se ha apagado la luz, han mandado recado de las posiciones y allí se ha seguido la operación hasta que el enfermo ha estado en condiciones. Y en estos hospitales se ven unas mesas de noche limpias, y camas en las que se puede estar perfectamente, con una higiene grande por todas partes y con buena alimentación. En cambio, en los hospitales militares no ocurre así, a pesar de que el Estado no regatea nada y se pagan las estancias en ellos por lo que importan.”
Seis días después, el 27 del mismo mes, tomaba la palabra el socialista Prieto para abordar la actuación en Marruecos. En su, también, larga y polémica intervención no dejo de citar a las damas enfermeras de la Cruz Roja y a la duquesa de la Victoria, diciendo:
“Para mí no hay valientes ni cobardes y, por lo tanto; no he de motejar a los unos ni he de exaltar a los otros. Sin embargo, conozco en esta guerra un heroísmo ante el cual me hincaría de rodillas, y es el de unas damas que, sea cual fuere su alcurnia, una conciencia honrada como la mía no puede pasar en silencio. Me refiero a ese grupo pequeño, diminuto, ínfimo, capitaneado por esa heroína que se llama la Duquesa de la Victoria. (Aplausos.) Es el único heroísmo español del cual he sido testigo, el único que me siento con valor para exaltar aquí; pero con la exaltación tiene que ir la honda lamentación, entre lágrimas, de que sea un puñado tan escaso, cinco, seis u ocho mujeres, las que andan atendiendo a los heridos, clavando los féretros, amortajando los cadáveres.”
Para, acto seguido, aludir a su crónica del día 18 de octubre en El Liberal con la que abrimos esta semblanza indicando que había sido censurada por exponer la situación de los hospitales militares en Melilla y compararla con los atendidos por Carmen Angoloti y las demás damas enfermeras:
“Yo desembarqué hace poco más de una semana en Málaga; y, yo, que con mi pluma había exaltado esos rasgos de valor sobrehumanos, redacté, un telegrama para un periódico, en el que escribo hace veinte años, alabando los méritos de la Duquesa de la Victoria y de las damas que tan abnegada y generosamente colaboran con ella, y dije que iba la Duquesa a Málaga por horas, para volver a su humanitaria labor, y a realizar el enorme milagro de que sus heridos, atendidos solícitamente, alimentados con esmero, descansando, sobre camas limpias y con ropas nuevas, costasen menos de la mitad de lo que cuestan los heridos atendidos en el Hospital Docker de Melilla, donde los marinos, compañeros del infortunado joven Sr. Lazaga, no pudieron estar velándoles sentados en las sillas que rodeaban aquel lecho de dolor, porque las chinches en tropel cubrían los blancos pantalones de sus uniformes. Y la censura mutiló ese elogio, y no consintió que se publicara.”
La reina Victoria Eugenia, eficaz aliada de la duquesa
Mientras Indalecio Prieto hacía esta vibrante defensa de la duquesa de la Victoria y sus compañeras, la infanta doña Luisa estaba en Málaga de camino para Melilla. Allí había acudido desde la plaza norteafricana Pablo Montesino, duque de la Victoria, para recibirla y acompañarla en su travesía. Algún periódico de la capital, como La Correspondencia de España, daba al día siguiente la noticia de que la ilustre visitante había viajado a Melilla desde Málaga en compañía de la duquesa de la Victoria; pero la crónica del malagueño La Unión Mercantil sobre la estancia de la Infanta en la capital andaluza no cita a Carmen Angoloti en ninguna ocasión. Además, el periódico melillense El Telegrama del Rif anunciaba el día 26 la marcha del duque de la Victoria a Málaga, sin citar a la duquesa, y en su número del 28, al relatar la llegada de la Infanta a Melilla, señalaba que entre las autoridades que la estaban esperando en el muelle estaban: “la Marquesa de Cavalcanti, la Duquesa de la Victoria y Damas enfermeras de la benéfica institución”.
Durante la estancia de la Infanta en Melilla, Carmen Angoloti fue su asidua acompañante. Está con ella el día 28 en las visitas que realiza a varios puntos de la zona recientemente liberada para rendir homenaje a los caídos, la iglesia de Nador, el cementerio de Zeluán y, finalmente, Monte Arruit, así como el hospital Docker. Al día siguiente, visitaba la infanta el hospital de la Cruz Roja y el de Santiago en Melilla. Las visitas y actos se repitieron hasta el día 5 de noviembre, por la noche, cuando doña Luisa fue despedida en el muelle por autoridades civiles y militares, así como las damas enfermeras de la Cruz Roja entre las que estaba la duquesa de la Victoria. Nada dice El Telegrama del Rif de que Carmen embarcase ese día a bordo del J.J. Sister junto con la Infanta para ir a Málaga, en donde ésta inauguraría al día siguiente el hospital Reina Victoria, nombre que se había dado al cedido por Antonio Baena y las cofradías a la Cruz Roja, y en cuyos inicios había tenido vital participación Carmen Angoloti dando su aprobación a la cesión.
La labor de la duquesa de la Victoria en Melilla comienza a ser reconocida en ese mes de noviembre por diversas entidades e instituciones. El día 10 se da a conocer en Melilla la iniciativa del Casino Militar de Sevilla para solicitar para ella la Gran Cruz del Mérito Militar con distintivo rojo; seis días después se da noticia del acuerdo de la junta de Arbitrios de aquella ciudad de dar el nombre de “Duquesa de la Victoria” a la calle denominada, hasta entonces, ‘Villafañas’. Además, a finales de ese mismo mes se le concede la Gran Cruz de la Orden civil de Beneficencia, con distintivo blanco y libre de gastos, según Real Decreto del día 22 del citado mes, en el que se señalaba:
“Vengo en conceder la Gran Cruz de la Orden civil de Beneficencia, con distintivo blanco, libre de gastos, a doña Carmen Angolotti (sic) y Mesa, Duquesa de la Victoria, por su hermosa labor, altamente humanitaria, caritativa y altruista, en favor de los heridos y enfermos del Ejército de África, al que asiduamente y con notorio espíritu de sacrificio presta su personal cooperación.”
Ese mismo día, incluso antes de ser publicada la concesión en La Gaceta de Madrid, el periódico de Madrid La Época lanzaba la idea de abrir una suscripción popular para costear las insignias de la condecoración otorgada a Carmen diciendo:
“Cuantos han oído hablar de los merecimientos y abnegados trabajos de la ilustre duquesa de la Victoria, acogerán con aplauso esa honrosa merced, que avalora aún más la circunstancia de haber sido solicitada por muchos miles de españoles, y a cuya demanda se asocian de corazón los demás. Pero muchos juzgarán que esa alta recompensa, tan prodigada en estos tiempos, no es ya proporcionada a los grandes méritos de la que llaman «madre Victoria» los soldados que regresan heridos a la Península, y proclaman la gran obra humanitaria de la duquesa con su gratitud. = Para que el homenaje tenga el carácter que debe tener, se abrirá una suscripción pública para regalar las insignias de la gran cruz a la ilustre dama, a la que todos pueden contribuir, demostrando su gratitud, su afecto o su admiración a la noble duquesa.”
Pocos días después, a principios de diciembre de ese año, volvía la duquesa a Málaga; ahora de paso para la zona occidental del Protectorado español en Marruecos, donde debía fundar hospitales de la Cruz Roja en Larache, Arcila y Alcázar. El día 7 por la tarde embarcaban en Melilla los duques de la Victoria a bordo del vapor correo. Nada más llegar en la mañana del día siguiente al puerto malagueño, se dispusieron para acudir a recibir a la reina Victoria Eugenia que viajaba ya por ferrocarril en dirección Málaga. A las cuatro y media de la tarde, llegaba la Reina a la estación y tras ser saludada por el alcalde García Almendro y pasar revista a la compañía del regimiento de Infantería Borbón nº 17, que le había rendido honores, saludó “efusivamente” a la duquesa de la Victoria, “besándola cariñosamente”, después conversó con la marquesa de Urquijo y a continuación pasó a un salón próximo al andén, donde departió con las damas enfermeras de la Institución que presidía. Al día siguiente, 9 de diciembre, la Reina visitó los diversos hospitales que estaban funcionando en Málaga. Al llegar al de la Cruz Roja ‘Reina Victoria’, fue recibida por la duquesa de la Victoria y otras damas enfermeras, así como el obispo don Manuel González.
La estancia de Carmen Angoloti en Málaga fue breve, ya que tras la visita de la Reina a esa capital los duques viajaron a Madrid, donde descansaron unos días antes de trasladarse a Larache para que la duquesa iniciase su misión fundadora. Para entonces, las listas con las aportaciones a la suscripción abierta para regalarla los distintivos de la Gran Cruz concedida se sucedían en diversos medios de prensa. El 30 de diciembre el Ayuntamiento malagueño acuerda sumarse con una aportación en metálico a dicha iniciativa.
La memoria oficial
La popularidad de Carmen Angoloti es tal que, a principios de 1922, se le dedica un foxtrot con el título “Caridad”. Al margen de este hecho anecdótico, Málaga se convierte en lugar de paso para ella en sus frecuentes viajes a y desde Melilla. De tal forma que no es de extrañar que a principios de marzo algunos periódicos, al menos La Libertad y La Atalaya, diesen la noticia de que el sábado día 11 tendría lugar en Málaga la entrega de la Gran Cruz de la Beneficencia a la duquesa de la Victoria. Nada más lejos de la realidad, ambas redacciones confundieron a la protagonista, ya que la homenajeada era la marquesa de Urquijo, Pilar Landecho, a quien, en efecto hizo entrega de la condecoración el Alcalde de Málaga en la fecha señalada.
Carmen recibiría la Gran Cruz unos meses más tarde en Melilla, el 1 de junio de 1922, en el curso de un solemne acto celebrado a las seis de la tarde en los jardines del hospital de la Cruz Roja, instalado en el Grupo Escolar, por expreso deseo de la propia duquesa. Allí le entregaron la Gran Cruz, la venera para la banda y una gran cruz en miniatura. Según describía El Telegrama del Rif, las insignias estaban contenidas en un artístico estuche con una placa de oro, plata oxidada y esmalte, en la que estaba grabado el escudo de España, del que decía era “una verdadera filigrana, como las cruces», y una inscripción que decía: “España a la Dama de la Cruz Roja Duquesa de la Victoria”. El mismo periódico describía las condecoraciones así:
“Las cruces y placas están orladas de brillantes y rubíes, y los de las puntas, van a tornillo, todos purísimos, de mucho mérito.
Son tres las cruces; una [la venera] sirve de broche a la banda; otra es la placa, de mayor tamaño y la tercera preciosa miniatura, para uso corriente.”
Además, después de que el Comandante General de Melilla y la presidenta de la Junta de Damas de la Cruz Roja de Melilla, Ángeles Carbonell Morán, esposa del general Miguel Fresneda Menjíbar, presidente de la Junta de Arbitrios de la ciudad, le impusiesen las condecoraciones, se le hizo entrega de un álbum, encuadernado en cuero repujado, con los nombres de las entidades y personas que habían contribuido a la adquisición de las insignias, tanto en Melilla como en el resto de España. Dicha relación estaba encabezada por las firmas de los reyes, don Alfonso y doña Victoria Eugenia, y la de la reina doña Cristina.
En Málaga contamos con una calle dedicada al duque de la Victoria, entre la plaza del Siglo y la calle de San Agustín. La denominación fue aprobada por el Ayuntamiento el 10 de enero de 1870, en homenaje al primer duque de este título, el general Baldomero Espartero, cuyo nombre completo era Joaquín Baldomero Fernández-Espartero Álvarez de Toro. Por aquel entonces, el general y político tenía, además, los títulos de duque de Morella, conde de Luchana y vizconde de Banderas; pocos años después Amadeo de Saboya le concedería el de Príncipe de Vergara. Diecisiete años más tarde de haber dado nombre a aquella céntrica calle, en 1887, en el marco de una amplia operación de revisión y racionalización de los nombres de las vías urbanas malagueñas, se decidió dar los de Luchana y Vergara a dos de las calles existentes entre el río Guadalmedina y el hospital Civil, en el barrio de la Trinidad; de las cuales la primera se mantiene hoy en la vía que une calle Sevilla y la avenida de Fátima, próxima a la del doctor Gálvez Ginachero. Por el contrario, Carmen Angoloti permanece olvidada para los malagueños.
Pedro Luis Pérez Frías
Doctor en Historia y miembro del Grupo de Investigación HUM333 “Crisol Malaguide”
Universidad de Málaga