Laura Aguirre Hilla (1901-1986). Una figura histórica de la Málaga del siglo XX

 

Una malagueña para la Historia

El 4 de septiembre de 2024, en la parroquia de la Encarnación de Álora y presidida por el obispo de Málaga D. Jesús Catalá Ibáñez, se producía la apertura de la causa de beatificación de la malagueña Laura Aguirre Hilla, conocida popularmente como 'Señorita Laura'. La causa se había abierto provisionalmente. Esta ilustre malagueña, aunque sus orígenes familiares están dispersos por la geografía española, era una figura cuyo conocimiento ha estado restringido hasta ahora. Pero este conocimiento se va ampliando y se va configurando su figura pública, tan relevante en lo eclesial, lo social y, a fin de cuentas, en lo histórico.

 

Foto oficial de Laura Aguirre usada en estampas y boletines. Está elaborada a partir de una foto de carnet

Infancia y juventud

En Málaga, en el número 4 de la calle Siete Revueltas (hoy plaza de la Flores), nace Laura Aguirre Hilla, a las 6 horas y 38 minutos de la tarde del 24 de febrero 1901 (1).

Nace en una familia acomodada y de arraigadas creencias religiosas. Su padre es D. Francisco Aguirre Lerdo de Tejada, notario; su madre Doña Teresa Hilla Pérez, ambos naturales de Sevilla. Sus abuelos paternos son D. José Aguirre Coronado, ya fallecido en el momento del nacimiento, y Doña María Elena Lerdo de Tejada y Salvatierra, naturales de Cádiz. Por parte materna, D. Jerónimo Hilla Navarro, también difunto en este momento, natural de Olot (Gerona), y Doña María Dolores Pérez Blanco, de Barrancos (ciudad portuguesa limítrofe con Huelva).

El 3 de marzo es bautizada en la cercana iglesia de San Juan, de manos del coadjutor D. José Ramón de Oya Álvarez, con el nombre de Laura Modesta Leonor de la Santísima Trinidad. La apadrinan D. José María Lerdo de Tejada, soltero (de Puerto Real) y, en su representación, D. Lucas de la Cumba y Suero, y Doña Leonor Rodríguez Alonso, soltera (Londres). Actúan como testigos D. Francisco Rodríguez Muñoz y D. Antonio Cuenca Frías, ambos de Málaga (2).

Su padre, notario de profesión, enviuda pronto, dejando una familia numerosa: Francisco, Teresa, Laura, Alberto y Antonio. Se casa en segundas nupcias con la malagueña Doña María Baquera Segalerva (1908). De este segundo matrimonio nacen Raúl y María Elena (que toma el nombre de su abuela paterna). La relación de Doña María con los vástagos de su marido será siempre maternal.

Laura era el modelo de lo que en aquellos años se entendía como una ‘señorita’ de familia burguesa. Guapa, culta, tenía una distinción natural que conservó incluso en su vejez, a pesar de su austeridad; tocaba el piano, hablaba francés y tenía grandes dotes para el dibujo y la pintura.

 

Se abre una nueva etapa: una vida dispersa

En 1926, D. Francisco Aguirre es destinado a La Carolina (Jaén). Ha estado un largo periodo (1908-1926) ocupando la notaría de Quesada (Jaén) y, antes, la de Fiñana (Almería), entre 1903 y 1908. Cuando prepara el traslado a su nuevo domicilio enferma y muere. Queda Laura al cargo de Doña María. Laura y Doña María tendrán siempre una relación de profundo cariño.

Niñas en el patio (antiguo claustro) del convento franciscano de Flores (Álora), 1954

Doña María tiene una hermana, Cecilia, casada con el ingeniero belga Lauren Meeûs, que había venido a Málaga para construir un ferrocarril por la costa. Cecilia vive en una situación muy acomodada y, además, no tiene descendencia. Invita a su hermana a que se vaya a vivir con ella a Bruselas. Allí van Laura, Raúl y María Elena. El resto de la familia queda en Málaga.

Están en Bélgica hasta 1933. Vuelven a España, seguramente por los estudios. Se instalan en Madrid, en calle Zurbano. Raúl ingresa en la Facultad de Derecho y Laura estudia en la Facultad de Bellas Artes. En el curso 1935-36, está matriculada en Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid.

En junio de 1937, en plena Guerra Civil (Málaga cae primero en el bando republicano, pero a partir de febrero de 1937 está en manos del ejército nacional) se encuentra en Málaga trabajando como enfermera (3). En 1945 está en Madrid y trabaja como dibujante en el Museo Entomológico de la ciudad (4). Trabaja en el barrio de Vallecas con los más pobres. Monta un taller y una escuela con niñas de familias necesitadas y allí les da una educación primaria. Es algo parecido a lo que va a hacer en otros lugares y, finalmente, en Álora. Por testimonio de un testigo sabemos que iba a las tiendas de comestibles y pagaba anónimamente deudas de algunas familias. En agosto de 1946, se encuentra en Jumilla en el Hogar Divina Providencia. Se trata de una institución parecida a lo que hace en Álora. En estos años también está en Vélez-Málaga, Málaga, Ronda… Es una misionera itinerante.

 

Álora, su lugar definitivo, la aventura de las niñas

Llega a Álora en mayo de 1950 (5). No conocía este pueblo; viene como a otros destinos donde ha realizado su misión. Se abre una nueva etapa, estable y definitiva.

El último día de 1950 comienza su labor con las niñas. En una entrevista confiesa: “Recién terminada la guerra, yo estaba en Madrid y veía a los niños que tenían hambre y frío y necesitaban un hogar. Entonces, decidí dedicarme a ellos” (6). Además, en Jumilla, durante cuatro años, ha tenido una institución con un carácter similar.

Laura (en el centro) con su grupo de colaboradoras. Colegio de la Plaza (Álora), años 60

Podemos datar con exactitud el comienzo de su labor: 31 de diciembre de 1950. Quería comenzar su proyecto en 1950, por ser un Año Jubilar proclamado por el papa Pío XII. En unos apuntes mecanografiados, con el título de Pequeña historia de la Providencia Parroquial (7), escribe: “Laura Aguirre y Ángeles Medina (ella es la única colaboradora que nos consta que va a estar del primer momento hasta el último) empezaron recogiendo tres niñas en la casa frente a la parroquia, calle Atrás, era una sola habitación con una hermosa terraza.” A continuación, Laura da detalles de estas primeras niñas.

Se cuenta que la primera niña a la que acoge es una chiquilla a la que ve recogiendo colillas en la puerta de la parroquia. Era costumbre que los hombres que acudían a los entierros esperaban en la puerta mientras se celebraba el funeral para, luego, entrar y dar el pésame. Aprovechaban para charlar y fumar.

A partir de aquí, la labor de Laura va a estar siempre al filo de la necesidad, siempre sin saber qué va a pasar mañana. Se sostiene por pequeñas donaciones en especie (la gente del campo le aporta patatas, harina, fruta…) o bien en dinero. Desde las familias más acomodadas del lugar, a la gente más humilde, cada cual según sus posibilidades, todos colaboran.

 

Cambios de domicilio

Laura comienza a ser conocida en Álora por todos. Muchos van a acudir a ella en busca de ayuda, consejo, mediación; y otros para ayudarla con lo que podían. Van llegando nuevas de niñas porque son muchas las familias necesitadas. Pronto pasan a una casa más amplia, en un lugar cercano. “Por entonces varios señores compasivos se pusieron de acuerdo para proporcionarnos otra vivienda. Así el 18 de diciembre del 52 nos trasladamos a la que hoy es de don Antonio Ruiz (sacerdote aloreño, 1926-2003) en la misma calle de Atrás. La casa era buena, pero no reunía condiciones para internado por carecer de patio” (8).

Laura Aguirre con una niña en el día de su primera comunión. Residencia Virgen de Flores (Álora), años 80

Luego van a pasar al convento franciscano de Flores, donde se encuentra la actual ermita de la patrona. “Con el consentimiento de D. Antonio Añoveros (entonces Obispo auxiliar de Málaga) y del Señor Párroco, el 2 de julio del 53 -día de la Visitación de la Virgen- nos trasladamos al convento” (9). Laura llega con un grupo de 14 niñas a aquel edificio que era una auténtica ruina. Allí se instala una escuela (Escuela Rural Partido de Flores) que pertenece a la obra de las Escuelas Rurales, auspiciada por el obispo de Málaga D. Ángel Herrera Oria (10).

Se decide a acometer las obras de la restauración del convento para el que va a ser el edificio definitivo para la obra de Laura. La obra se comienza en 1959 y va a durar hasta el año 1963.

Sin embargo, cuando está terminada, el obispo decide que este flamante edificio se dedique a la Escuela del Magisterio Rural, al cuidado de la Institución Teresiana. Cuando se lo comunica a Laura ella lo acepta con humildad y obediencia, pero sus niñas dicen que es la primera vez que la vieron llorar.

Cuando se inician las obras en el convento de las Flores, las niñas deben mudarse al colegio de la Plaza Baja. Se trataba de una sede provisional. Allí llegan en 1959, cuando comienzan las obras en las Flores, y van a estar hasta la construcción de la residencia actual, en 1979. Una “provisionalidad” de 20 años.

El nuevo edificio está adosado a uno de los muros de la iglesia de la Encarnación, número 2 de la calle Benito Suárez. Era conocido como ‘Colegio Nacional’. Allí estaba el antiguo Hospital de San Sebastián (11), con entrada por la plaza Baja de la Despedía, esquina con la calle Benito Suárez. También es un lugar con muchas deficiencias. Laura y su colegio están muy integrados en el barrio.

A partir de 1976, con la ayuda de Cáritas Parroquial, se comienza a construir la actual Providencia Parroquial Virgen de las Flores. Por tercera vez la gente se moviliza para conseguir un hogar para su obra.

El 15 de marzo de 1975 es nombrada Hija Adoptiva de Álora por decisión del Ayuntamiento, siendo alcalde D. José Fernández López de Uralde. A principios de julio de 1976 ya están en la nueva residencia, en la zona de Álora conocida como Los Llanos. Cuando obtiene una sede propia y definitiva para su obra, está cercana a los 80. En los últimos años, a partir de 1984, la residencia comienza a acoger a ancianos.

Fallece en la residencia de un ataque al corazón, el 31 de diciembre de 1986, justo 36 años antes, comenzó su obra con las niñas. Su muerte es súbita. La partida de defunción, firmada por el doctor D. Diego Núñez García, indica parada cardio-respiratoria causada por trombosis cerebral y la hora, las 14:00. En la plaza del ayuntamiento, llena de gente por las fiestas de Noche Vieja, se guarda un minuto de silencio.

En el primer día de 1987, se produce su entierro. Una multitud de gente acompaña su féretro desde la residencia a la parroquia. Cuando el féretro entra en una parroquia abarrotada, la gente arranca a aplaudir, lo que en aquellos años era algo desconocido. Las exequias son presididas por el obispo D. Ramón Buxarráis. En la estampa recordatorio de su muerte se lee:

“Su figura sencilla, su hablar suave, su vida humilde, su entrega al prójimo... Este era su testimonio y Cristo su fortaleza.”

 

Grupo de niñas en la puerta del Santuario de Flores (Álora), 1954. La tercera por la izquierda es Socorro Sánchez Ruiz, una de sus principales colaboradoras

Aula en la Escuela de la Plaza Baja (Álora), años 60

Una figura de su tiempo

Voy a señalar someramente tres características de la situación socio-religiosa de la España de esta época y cómo Laura Aguirre encaja en este contexto.

– La suma ortodoxia de la religiosidad de entonces es compatible con una gran sensibilidad social. Estamos en la postguerra, en un país empobrecido, falto de infraestructuras, de recursos educativos y sanitarios, con un gran índice de analfabetismo. A esto se suma el atraso del mundo rural. Hay que dar respuesta a esta necesidad apremiante. Laura es un ejemplo de este catolicismo con un marcado aspecto social.

– Dentro de esta acción social del catolicismo español, hay una corriente importante de atención al mundo rural. Éste está, no sólo necesitado de mejorar sus condiciones espirituales, sino también materiales, sanitarias y educativas. Son ejemplos de este espíritu las misiones jesuitas, la labor del obispo San Manuel González, las escuelas rurales de Herrera Oria, la obra heroica de las que se llamaron misioneras rurales, que en Málaga tuvieron una gran actividad.

– Este fuerte movimiento de tendencia laica tiene como protagonista privilegiado a la mujer. Son mayoritariamente mujeres las que se incorporan a estas labores. Evidentemente en la España de los 40 y 50 no puede hablarse de feminismo, igualdad, etc. en los términos, sobre todo ideológicos, en los que se hace hoy. Pero éstas son mujeres que toman iniciativas importantes, que se mueven por esos campos, afrontando a veces riesgos. Laura iba por los caminos rurales de Álora, a pie o con un borriquillo que le dejaban, pidiendo comida para sus niñas, normalmente acompañada por una de ellas. Eso suponía un nivel de autonomía e iniciativa avanzado para aquellos años. Además, ella tiene una gran preocupación por transmitir a sus niñas (con este nombre se las conoce) una educación integral, que abarca un aspecto religioso -para ella, fundamental- y morales, los afectivos, los aspectos prácticos que se consideraban normales en una mujer de la época (labores, cocina, higiene, etc.) y los educativos. Tiene una gran preocupación por que sus niñas estudien, algunas llegan al bachillerato (lo que entonces era algo propio de clases privilegiadas) y a cursar magisterio. Esa idea, tan moderna en los años de la postguerra, de la educación como medio de promoción personal y social, está muy presente en Laura Aguirre.

 

 

 

Tomás Salas
Doctor en Filología Hispánica
Postulador de la causa de beatificación de Laura Aguirre

 

Referencias en el texto y Bibliografía


epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Salas T. Laura Aguirre Hilla (1901-1986). Una figura histórica de la Málaga del siglo XX. epistemai.es [revista en Internet] 2024 octubre (24). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/7973

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