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Infancia y adolescencia

Carlos, desde su nacimiento y hasta su tercer año permanece en Gante y después pasa a residir hasta cumplir los seis en el Keizersberg en Leuven (Lovaina), donde estuvo al cuidado de Adriano de Utrecht, el que sería más tarde electo papa como Adriano VI, y Guillermo van Croy, señor de Chièvres. Tras su sexto cumpleaños es trasladado junto con algunas de sus hermanas (19) a la corte de su tía Margarita en Malinas, donde esta era regente de los Países Bajos.

Retrato de Carlos V de Habsburgo, pintado por Bernard van Orley, 1515-1516. Museo del Louvre

El señor de Chièvres, seguro de su ascendencia sobre Carlos, se había deshecho, con el consentimiento de Maximiliano I, del gobierno de Margarita de Austria. Se reconoció precipitadamente la mayoría de edad de Carlos, y el 5 de enero de 1505 –sin haber cumplido aún los cinco años–- en la gran sala del Palacio de Bruselas, el mismo lugar donde abdicaría cuarenta años más tarde, Carlos fue nombrado por los Estados Generales Señor de los Países Bajos. No obstante, estos constituían un conglomerado político y no un estado como lo entendemos hoy día. Como ejemplo de esta división Carlos tomó posesión del gobierno de los Países Bajos sin que un único título expresase la idea de unidad política, y así fue reuniendo en su persona los de duque de Brabante, Limburgo y Luxemburgo; conde de Flandes, Artois, Hainaut, Holanda, Zelanda, Namur y Zutphen y señor de Frisia.

En este contexto, se conoció en la corte la muerte de Fernando el Católico en enero de 1516, por lo que Carlos fue inmediatamente proclamado en Bruselas rey de Castilla y Aragón y corregente con su madre (que, aunque incapacitada mantuvo la titulación de Reina), iniciándose su traslado hacia Castilla, donde permanecía como regente hasta su llegada el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros.

El 12 de enero de 1519, murió el emperador Maximiliano I, su otro abuelo. La Casa de Habsburgo llevaba casi un siglo al frente del Sacro Imperio Romano Germánico, desde la elección de Federico III en 1440, pero su hijo Maximiliano I nunca fue coronado por el Papa como emperador, por lo que, la sucesión de Carlos podía ser abiertamente cuestionada.

Para Carlos y su equipo flamenco se convirtió en objetivo prioritario hacerse con la sucesión del Imperio. Francisco I de Francia, alarmado por el peligro que esto podría suponer para una Francia rodeada por naciones en poder de Carlos, también optó a la sucesión imperial. Por su parte el papa León X, hijo de Lorenzo de Medici, temiendo la concentración de poder en el flamenco-español, heredero de los reinos italianos de su abuelo materno, decidió, en clara defensa de sus intereses terrenales, oponerse a las pretensiones del aspirante.

Pero el joven Carlos desplegó una intensa batalla diplomática dirigida por su noble y experimentada tía Margarita de Saboya (o de Austria), de nuevo nombrada Gobernadora de los Países Bajos, y se ganó la voluntad y los votos de los siete «Príncipes Electores», comité de notables que, desde 1354, tenía encomendada la misión de la elección del emperador, de acuerdo con la Bula de Oro del emperador Carlos IV. Fue necesario emplear 850.000 florines de oro –Guldens–, en pagos para que se allanase el camino; a más de hacer varias promesas en diferentes cortes europeas. Una de ellas fue la de la posible cesión a Francia del Reino de Navarra, recientemente incorporado a la Corona de Castilla, y que sería durante años motivo de fricción permanente entre Francia y España.

Retrato de Adriano VI por Jan van Scorel, 1523. Centraal Museum, Utrecht

El Papa cedió al fin y el futuro emperador iniciaba su carrera hacia la gloria cuando aún no tenía veinte años. El 22 de junio de 1519, en Frankfurt, en la Iglesia de San Bartolomé, Carlos había sido designado emperador por el arzobispo de Maguncia. Pero todavía faltaba la tan ansiada coronación oficial en Aquisgrán por el papa León X, lugar donde también fue coronado Carlomagno, en el año 800, por León III.

En cuanto a su devenir personal Carlos se vio en la necesidad de buscar esposa. Portuguesas fueron su bisabuela Isabel –la madre de su abuelo materno Carlos el Temerario, duque de Borgoña– y su bisabuela Leonor de Portugal, la madre de Maximiliano (el abuelo paterno de Carlos) casado con María de Borgoña, hija de El Temerario.

Los Trastámara castellanos también habían emparentado reiteradamente con las princesas de la Casa de Avís. Isabel la Católica era hija de una princesa portuguesa, Isabel de Avís, casada con Juan II de Castilla y nieta del rey Juan I de Portugal, a la que las crónicas describen como mujer de ardiente belleza, que después de enviudar cayó en una suerte de divagaciones y manías, lo que obligó a recluirla en las Casas Reales de Arévalo hasta su muerte.

De Portugal, pues, le vino a Carlos la genialidad como a su madre le había venido la locura. Y a Portugal fue a buscar la madre de su heredero, tras renunciar al matrimonio con su prima María Tudor, hija de su tía Catalina y de Enrique VIII, que después se casaría con Felipe II. La boda con la princesa Isabel de Portugal se realizó en Sevilla el 10 de marzo de 1526 y los esposos pasaron su luna de miel en la primavera granadina.

Del carácter de esta emperatriz y gran reina española da cuenta una anécdota recogida por el Dr. J. Botella (20):

… La estricta educación que recibió Isabel de Portugal provocó que la reina se negase a gritar durante un duro parto: «La emperatriz hizo que la taparan la cara para que nadie viese su sufrimiento y cuando las matronas la pidieron que gritase para descargar su dolor ella contestó en portugués: Eu morrerei, mas naö gritarei.»(Moriré, pero no gritaré).

 

Carlos, Emperador

La Liga de Cognac o Clementina, contra España, se constituyó el 2 de mayo de 1526 (21).  Estaba integrada por Francia, Florencia, Venecia, Francisco Sforza y el Papa Clemente VII, Medici también. Además, contaba con el apoyo de Enrique VIII, cuyas relaciones con Carlos se habían enfriado. Por toda Italia sonaban los gritos de «mueran los españoles». Hungría había caído en poder del turco y su rey, Luís II de Hungría, cuñado de Carlos tras su matrimonio con su hermana María, había perdido la vida en la batalla de Mohacs. Fernando, hermano de Carlos y rey de Austria, se veía amenazado y urgía ayuda del Emperador.

Las tropas imperiales, formadas por 45.000 hombres furiosos que culpaban a Clemente VII de sus sufrimientos y miserias, fueron inducidas por Carlos de Borbón –Condestable de Francisco I, que había cambiado de bando poniéndose al servicio de Carlos– a saquear Roma, como recompensa de las pagas siempre pendientes.

El 6 de mayo de 1527 se iniciaba el famoso Saco de Roma. Carlos de Borbón murió en el asalto, según sus enemigos como «castigo» por la ofensa inferida al representante de Dios en la tierra, y las tropas enfurecidas y sin jefe se dedicaron a un brutal saqueo y al pillaje de todo lo que encontraron en su camino. Muy especialmente dañinas resultaron las tropas protestantes enviadas desde Alemania, los lansquenetes luteranos al mando de Frundsberg –ausente por enfermedad– y del Príncipe de Orange. Un mes después el Papa, que se había refugiado en el Castillo de San Ángelo, se convertía en prisionero del Emperador. Siete meses después se le concedió la libertad tras ceder algunas plazas italianas y realizar el pago de 300.000 ducados para pagar la soldada del ejército imperial.

El 5 de junio de ese año 1527 murió Mercurino Grattinara. Carlos no nombró sustituto para su canciller y asumió de forma absoluta todo el poder ejecutivo.

Anecdótica si se quiere, pero que revela el enfoque caballeresco de su vida, es la siguiente situación surgida en estas fechas. Carlos, harto de la actuación opositora hacia él de Francisco I, le desafió a un duelo personal para cortar las permanentes y constantes luchas con Francia. Francisco supo evitar el pretendido cuerpo a cuerpo e incluso encarceló por su insistencia a Nicolás Pierrenot Granvela, embajador español en París e intermediario en el desafío.

Retrato de Maximiliano I de Alberto Durero, 1519. Kunsthistorisches Museum, Viena

El poder imperial se consolidaba poco a poco en Italia y el 5 de noviembre de 1529, firmada ya la paz con el Papa, Carlos hace su entrada triunfal en Bolonia escoltado por tres mil soldados de los tercios españoles. Clemente VII, rodeado de su colegio cardenalicio, le recibe en la plaza de San Petronio. El Emperador le saluda en español y la coronación queda fijada para el próximo 24 de febrero, aniversario de su nacimiento; siguiendo así la tradición vigente desde tiempos de Carlomagno de proceder a una segunda coronación en Roma, tras la celebrada en Aquisgrán. Durante los cuatro meses que restaban, Carlos recorrió algunos de los estados italianos reforzando su posición y relaciones con sus gobernantes. El 24 de febrero de 1530 recibió como estaba previsto el cetro, la manzana de oro y la corona imperial en la boloñesa basílica de San Petronio, mientras los tercios españoles al mando de Antonio de Leyva lanzaban salvas de saludo.

En 1531, accede a las presiones de su hermano Fernando y acepta que éste sea coronado Rey de Romanos en Aquisgrán, lo que supone de facto su nombramiento como sucesor imperial.

A la muerte de su tía Margarita, Gobernadora de los Países Bajos, nombró para este cargo a su hermana María, viuda de Luís II de Hungría, cargo que aceptó con la condición de no volverse a casar. María gobernó con eficacia veintitrés años. Estas dos mujeres fueron de la mayor talla política y calidad humana del siglo XVI.

En 1539 –annus horribilis para Carlos– en el que había muerto Isabel de Portugal, Carlos tuvo que enfrentarse a la rebelión de Gante, su ciudad natal. Sus habitantes, que cometieron todo tipo de tropelías en calles e iglesias, se habían rebelado por los excesivos impuestos que tenían que pagar para mantener las guerras con Francia y pidieron ayuda a Francisco I. Ayuda que éste les negó, debido a la reciente paz con España. Además, permitió el paso de las tropas españolas por sus dominios e incluso recibió en París al Emperador y le agasajó con grandes festejos.

Carlos, antes de abandonar España, había nombrado regente nominal a su hijo Felipe, bajo la supervisión del cardenal Tavera y de Francisco de los Cobos, pues el príncipe solo contaba trece años de edad.

Tras unos años más tranquilos, las principales campañas bélicas se produjeron contra los protestantes en el Danubio, durante la segunda mitad del 1546 y en el Elba, en la primavera de 1547. La habilidad de las tropas imperiales se puso de manifiesto una vez más y en Mühlberg se alcanzó la victoria final. Esta batalla inspiró a Ticiano –Tiziano Vicellio di Gregorio– el famoso retrato ecuestre del Emperador. Con esta victoria, Carlos V, llegó al momento cumbre de su poderío sobre Europa.

Retrato de la reina Juana I de Castilla (1479-1555) pintado por Jacob van Lathem hacia el 1500. Museo Nacional de Escultura de Valladolid

Así quedaba concluida la tercera etapa de su obra imperial. La primera había consistido en la pacificación de sus reinos españoles y en vincularse a la tierra que era el nervio y apoyo de su política; de flamenco pasó a ser español. En la segunda, consolidó su poder en Italia y contuvo la expansión del imperio turco. Y en la tercera, se volcó en los siempre problemáticos estados del norte de Europa y consiguió la reducción de la «herejía». Las tres etapas se vieron aderezadas con los permanentes enfrentamientos con el rey francés, su cuñado.

Carlos había cumplido 47 años y su salud se deterioraba día a día de forma irremisible. Su delicado estado físico y anímico –padecía fuertes depresiones que hacían sospechar a algunos que existían vestigios de la enfermedad de su madre, todavía viva y recluida en Tordesillas– le forzaron a comenzar a plantearse la transmisión de poderes a su hijo Felipe. Si él se había hecho cargo de un Imperio a los 18 años ¿qué podía impedir que el príncipe lo hiciera al cumplir los veinte? (22).

Carlos concierta, en 1553, la boda de Felipe con María Tudor, la reina católica y sangrienta de Inglaterra (Bloody Mary), con lo que establece una fuerte alianza que compensó en occidente lo que no se consiguió en Alemania. Esto, unido a la muerte de Mauricio de Sajonia –julio de 1553–, uno de sus más persistentes enemigos, da nuevos bríos a Carlos que ve reforzado a su hijo frente a Francia y los Países Bajos. En esta favorable situación es cuando decide su retirada del mundo (23), no sin antes plantar, por última vez, cara a Francia y recuperar a Francisco los territorios tomados por Enrique II.

A principios de 1555, fallece Juana “la Loca”, a la provecta edad de 75 años, en su casona de Tordesillas sobre el río Duero. De aquella mujer que había dado a luz seis hijos, descendieron doce reyes de la cristiandad. En el Imperio, en España, en Italia, en Portugal, en Francia, en Hungría, en Inglaterra, en Polonia y en Dinamarca, las dinastías reinantes procedían de Doña Juana, directamente o por matrimonios con descendientes de la infortunada reina de Castilla.

 

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epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Rodríguez Cabezas A, Javier Pérez Frías J.  Patografía del emperador Carlos. De la acromegalia de la princesa al prognatismo imperial. epistemai.es [revista en Internet] 2023 octubre (21). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/6643

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