Volver al inicio de Irlanda, el país donde siempre hay que volver
Consecuencia de la larguísima historia de la ciudad son sus dos catedrales, anglicana y cristiana. Por algún motivo que todavía desconozco la primera es mi favorita. La Christ Church Cathedral, levantada sobre una iglesia del siglo XI, al margen de otros muchos atractivos y su fascinante historia, tiene una impresionante cripta medieval. En ella está una de las pocas copias de la Carta Magna de 1215, el documento que daba algo de poder al pueblo inglés frente al rey, pero que en aquellos años sirvió de poco a los irlandeses. Si algún día visitan el lugar, recuerden buscar la razón de la leyenda del gato y el ratón…-. Antes de pisar el Castillo de Dublín es recomendable una inmersión anticipada en la historia del país ya que el conjunto de edificaciones es referencia básica de la República de Irlanda. El enclave, iniciado como fortaleza vikinga del siglo X, fue cuartel general de la administración inglesa hasta 1922 -y por ello objetivo durante el Alzamiento irlandés en 1916-. Actualmente, además de mostrar a los visitantes su papel a lo largo de los siglos, sirve de escenario de los grandes eventos de estado. Si sus muros pudieran hablar, lo relatado sería más interesante que muchos afamados podcast.
Hay magníficos parques en Dublín, y St. Stephen’s Green no es ni mucho menos el de mayor superficie, pero al adentrarme de nuevo en los senderos que lo circundan y traviesan entiendo por qué deseaba volver a sumergirme en sus colores, la frondosidad de las arboledas, la limpieza de los estanques y esa calma infinita que destila. Niños y adultos lo disfrutan compaginando admirablemente su presencia con la multiplicidad de las aves que lo habitan. Conozco la dramática utilización del lugar hasta finales del siglo XVIII, pero eso no cambia un ápice la querencia de mi cámara por el lugar; al contrario, magnifica su atractivo.
Hay que abrigarse. Un cielo azul nos acompaña en esta mañana hacia un espectáculo natural grandioso. La carretera serpentea ya por el condado de Clare. Dejamos atrás las formaciones calizas de El Burren. La zona es famosa por sus castillos y una rica historia celta. A la izquierda discurren las elevaciones, notoriamente escasas en Irlanda, que en pocos minutos van a acoger nuestros pasos y desvelar una inmensa sorpresa. Ningunas de las fotografías que hayas podido ver previamente, por excelentes que sean, preparan para descubrir los acantilados de Moher. No son estos, ni muchos menos, los únicos acantilados de la isla, sus costas son especialmente ricas en ellos, pero a la vista de su espectacularidad encuentro lógico que su perfil sea el más reconocido a nivel mundial. La torre de O’Brien, construida en 1835 en forma circular, permite una visión todavía más amplia de las islas cercanas, la bahía de Galway y parte de los 8 Km de las formaciones. Algún dios protector nos ha procurado un día soleado y apenas una mínima bruma. Aun así, las apariencias engañan porque a la intemperie sopla un viento de fuerza considerable y hace frío. Los senderos que bordean los abismos están perfectamente delimitados, muy protegidos y con advertencias estrictas -las aventuras en este lugar son muy peligrosas si las alas no forman parte de la anatomía personal-. Desde allí es difícil calcular la altura de los acantilados. La información del centro de visitantes indica que de 120 a 214 m sobre el nivel de las aguas, un océano Atlántico que, por cierto, hoy está de buen humor. Trato de imaginar cómo será el espectáculo de esta misma inmersión paisajística en pleno invierno, en un día de aguas revueltas o galerna. Seguramente en días así las vacas seguirán paciendo sin inmutarse en los campos limítrofes o lo harán las ovejas en su lugar, pero el poder de la naturaleza enfadada recordará a los humanos nuestra extrema indefensión frente a ella.
La llegada a Cashel retrotrae de nuevo en la Historia. Brian Buru se proclamó rey en esa ciudad en el siglo X; su arpa, las más antigua de Irlanda, se guarda en la Old Library y es el emblema del país. The Rock of Cashel (La Roca de Cashel) es una fortaleza medieval construida sobre una elevación de roca caliza. Alzada con anterioridad a la invasión normanda, fue hogar de reyes y hasta recibió la visita de San Patricio -más adelante patrón del país- en el siglo V. Alrededor de las edificaciones, como es costumbre, tumbas de diferentes épocas, la mayoría con cruces celtas en diferentes estilos, y una muralla baja protegiendo el conjunto.
Caminando por el lugar se me ocurre una idea inquietante. Imagino que muchos escritores han tenido que moverse también en lugares como éste para hilvanar sus mejores relatos de terror. Nada más inspirador que las leyendas colándose por los recovecos de las paredes semiderruidas mientras los cuervos, decenas de ellos detecto cuando los busco en el cielo a mi alrededor, tantos como en el monasterio de Clonmacnoise, se mueven de altura en altura, completamente a salvo de los molestos visitantes de cada día.
No, definitivamente siento no estar de acuerdo con Joaquín Sabina. Termino este texto consciente de haber dejado casi todo en el tintero y reafirmándome en que cada visita a Irlanda y sus habitantes reclama muchas más.
Mª Ángeles Jiménez
Farmacéutica y miembro de la SEMA
Reportaje fotográfico de la autora
epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Jiménez, MA. Irlanda, el país donde siempre hay que volver. epistemai.es [revista en Internet] 2023 octubre (21). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/6601