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La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna

En 1803 emprendió viaje una de las últimas expediciones que unió España con China a través de la Carrera de Indias, México y el Galeón de Manila. El doctor Francisco Javier de Balmis, médico del rey Carlos IV, fue el impulsor y director de esta singular empresa, que extendió la vacuna de la viruela por América: tras recalar en diversas ciudades del Caribe, Balmis estableció su centro de operaciones en Ciudad de México. Había zarpado del puerto de La Coruña la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna con personal sanitario y veintidós niños huérfanos de entre tres y nueve años que transportaran la vacuna, porque esta solo se conservaba in vitro durante doce días: a los niños se les inoculaba la viruela en una pequeña incisión, pero quedaban inmunizados del virus; de niño en niño la viruela atravesó el Atlántico. Al cuidado de los niños portadores se encontraba Isabel Zendal, rectora del orfanato de La Coruña.

Puerto de La Coruña

Parte de los expedicionarios se dirigieron a los virreinatos de Suramérica, y Balmis embarcó en el Galeón de Manila con dirección a Filipinas en septiembre de 1805 acompañado de otros veintiséis niños al cuidado de Isabel Zendal. Fue uno de los últimos viajes que realizó el Galeón, pues nueve años después (1815), con la independencia de México, quedó truncada para siempre aquella Ruta Transoceánica de la Seda que unió durante doscientos cincuenta años España con China.

En Filipinas Isabel pronto enfermó y no pudo continuar el viaje. Sobre ella escribió Balmis “que con el excesivo trabajo y rigor de los diferentes climas que hemos recorrido, perdió enteramente su salud: infatigable noche y día, ha derramado todas las ternuras de la más sensible madre sobre los 26 angelitos que tiene a su cuidado, del mismo modo que lo hizo desde La Coruña y en todos los viajes, y los ha asistido enteramente en sus continuadas enfermedades”. Cuatro años después Isabel regresó a Acapulco, y ya no volvió a España. En 1950 la Organización Mundial de la Salud reconoció a Isabel Zendal Gómez como la primera enfermera de la historia en participar en una misión sanitaria internacional; y, desde 1974, el gobierno de México concede el Premio Nacional de Enfermería Cendala Gómez, instituido en su honor.

Balmis, también enfermo, decidió ir a China, para curarse su disentería en un clima continental. A pesar de estas adversas circunstancias, no se olvidó de su misión y, con tres niños portadores de la viruela, se embarcó rumbo a Macao. El viaje, aunque corto, resultó extremadamente penoso, pues fueron azotados por un tifón que “en pocas horas desmanteló la fragata, con pérdida del palo mesana, jarcias, tres anclas, el bote, la lancha y veinte hombres extraviados; no había uno entre nosotros que no esperase por momentos ser sepultado entre las olas del mar”, escribió Balmis. A duras penas alcanzó la costa china en una canoa de pescadores, «llevando en mis brazos a los niños, con lo que aseguramos nuestras vidas y la preciosa vacuna». Vacunó a la población de varias ciudades chinas antes de llegar a Guangzhou (Cantón). Allí le regalaron, en agradecimiento por la propagación de la vacuna de la viruela en China, una colección de doscientos treinta dibujos de flora realizados sobre papel de algodón con los nombres de las plantas en caracteres chinos y su correspondiente transcripción fonética, que se conserva en el Real Jardín Botánico de Madrid.

Desde China Balmis regresó a España en 1806 bordeando África. Fue la primera vez que se llevó a cabo una misión humanitaria transoceánica. Edward Jenner, descubridor de la vacuna de la viruela, escribió sobre la expedición: “No puedo imaginar que en los anales de la Historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y más amplio que este”; y el naturalista Alexander von Humboldt calificó la expedición como “el viaje más memorable en los anales de la Historia».

Real Jardín Botánico de Madrid

Los voluntarios por la libertad

Ciento veinte años después de que las relaciones comerciales entre España y China desfallecieran, nuevamente los dos países se reencuentran en una causa común. En 1936, tras un golpe de estado, España comienza una guerra civil. Un año más tarde China es invadida por los japoneses: los chinos toman como ejemplo de lucha contra el imperialismo la defensa que por sus libertades están sosteniendo los españoles en la otra parte del mundo.

La guerra española aparecía ante el mundo como preludio de la Segunda Guerra Mundial: los sublevados contaban con el apoyo de los ejércitos alemán e italiano; y al reclamo de la Internacional Comunista, acudieron a España unos cuarenta mil voluntarios procedentes de una cincuentena de países para apoyar al gobierno de la República. Mezclados entre estos internacionales llegó a nuestro país un centenar de voluntarios chinos provenientes de distintos países del mundo. Su andadura española apenas es conocida.

Especialmente singular es la historia de Aking Chang (conocido también como Chen Agen): el único que llegó a España directamente desde China; el único que, sin pasar por las brigadas internacionales, se incardinó en una unidad militar española; el que menos tiempo luchó (apenas dos meses) y el que más tiempo estuvo preso.

Era un joven de 24 años que desde un mercante procedente de Shanghái desembarcó en agosto de 1937 en el puerto de Gijón. Pidió enrolarse en el ejército republicano y fue integrado en una brigada vasca que combatía en las montañas asturianas. El 21 de octubre del mismo año fue capturado cerca de Mieres y llevado preso a San Marcos de León. Sufrió trabajos forzados en diversos campos. En septiembre de 1943 consiguió la libertad, tras seis años de cautiverio. Cuando salió libre, se perdió su pista… hasta que llegó la pandemia de coronavirus.

En 2020, durante el confinamiento de la pandemia, revolviendo antiguos objetos, una familia vasca encontró las notas autobiográficas manuscritas en 1979 por el padre, ya fallecido. Luis Ariznabarreta estuvo alistado en la brigada vasca que combatió en Asturias en 1937. En sus escritos recogía los momentos más significativos de su vida: entre ellos, la singular y emotiva relación con Aking Chang.

Desde agosto de 1937 las vidas de ambos transcurrieron paralelas, primero muy cercanas y luego distanciadas: tras ser apresados, quedaron confinados en San Marcos de León, donde definitivamente los separaron; luego sufrieron parecidos tormentos en distintos campos de concentración hasta que fueron liberados, Luis en 1941 y Aking en 1943.

Estas son algunas de las notas escritas por Luis:

“Participé en la defensa del frente asturiano como componente de aquella Brigada Vasca. Nuestra expresión era el euzkera, ininteligible para los astures y también para un componente de mi escuadra, chino y natural de Shanghái. Por eso le llamábamos Shanghái o por su nombre, Chan. Entre nosotros era un vasco más, tanto en la batalla como en la cárcel. ¡Siempre estaba detrás! ¡Siempre conmigo! Y nos llevaron, dos a dos, en declaraciones. Y allí (en León)… lo separaron de nosotros… Y ya no…, ya no… ¡No! ¡No le volví a ver más! ¡No le volví a ver más! Amigo Shanghái, desde este rincón de Gasteiz en Euzkadi, besarkada eta agur bero bat, biotzes zuri (un abrazo y cálido saludo de corazón para ti)…”.

Estanque de los Chinescos en los jardines de Aranjuez

Diseminadas por la geografía española quedan otras muchas trazas de tan intensa y extensa relación entre España y China. Piénsese, por citar solo unos ejemplos, en La Casa China de Barcelona, el Estanque de los Chinescos de Aranjuez, el Museo de Arte Chino de Cervera de Pisuerga, el Salón Chino del palacio de la Cotilla de Guadalajara, el Palacio de la China de Mérida, el recuerdo de Sanmao en la playa del Hombre de Telde, el barrio de Usera de Madrid, el león de Fu de Betanzos o el Museo Oriental de Valladolid…

Al terminar la Guerra de España y la Segunda Guerra Mundial, con regímenes tan antagónicos en España y en China, se abrió un abismo insalvable entre los gobiernos de ambos países. Las relaciones diplomáticas se reiniciaron en 1973, de las que ahora se conmemora el cincuentenario. Es momento propicio para recuperar, dar a conocer y aprovechar el rico patrimonio común de los dos pueblos con el fin de promover venturosas relaciones culturales, educativas, comerciales y financieras de beneficio mutuo.

 

 Jesús Majada. Escritor y doctor en Filología Hispánica   Elena Pino. Pintora y bióloga

 

Imágenes creadas por la autora, expresamente, para este trabajo. 

 


epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Majada J, Pino E. China – España, España – China. Una relación milenaria. epistemai.es 2023 junio (20). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/6065

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