Luis Barahona de Soto, del Quijote a regidor y médico de Archidona

 

Luis Barahona de Soto

La lectura de la excelente publicación que sobre la vida y obra de este personaje realiza en 1903 Francisco Rodríguez Marín me induce a reivindicar su memoria. Este estudio fue premiado con la Medalla de Oro por la Real Academia Española. En él queda demostrada la dignidad con la que Barahona de Soto ejerció la medicina en la bella ciudad de Archidona y dominó la métrica, al menos, como el más famoso poeta de la época. Fue un médico andaluz que desde su profesión logró escalar altas cotas en las letras españolas.

Luis Barahona, que nació en la ciudad de Lucena en el año 1548, hidalgo pero pobre, fue alabado públicamente, en cuanto a sus méritos literarios, por Cervantes, Lope de Vega y Vicente Espinel, entre otros. Les invito a releer el Capítulo VI del Quijote, donde se trata del “donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo”:

                Cánsose el Cura de ver más libros, y así, a carga cerrada, quiso que todos los demás se quemasen; pero ya tenía abierto uno el Barbero, que se llamaba Las Lágrimas de Angélica. Lloráralas yo  –dijo el Cura en oyendo el nombre–  si tal libro hubiera mandado quemar, porque su autor fue uno de los famosos poetas del mundo, no sólo de España, y fue felicísimo en la traducción de algunas fábulas de Ovidio.

Otra referencia se encuentra en la Segunda Parte del Quijote, Capítulo Primero, «de lo que el Cura y el Barbero pasaron con Don Quijote cerca de su enfermedad»:

                Véese esta verdad clara, porque después acá un famoso poeta andaluz lloró y cantó sus lágrimas, y otro famoso y único poeta castellano cantó su hermosura.

Archidona en la actualidad (a)

 

Refiérese a Barahona y a sus Lágrimas de Angélica y a Lope de Vega, que se autotituló unicus aut peregrinus y a su poema La hermosura de Angélica.

De nuevo Cervantes, en La Galatea, vuelve a ensalzarlo en el Canto de Calíope:

Tejed de verde lauro una corona,

pastores, para honrar la dina frente,

del licenciado Soto Barahona,

varón insigne, sabio y elocuente.

 

Vicente Espinel, asimismo, hace crítica literaria de nuestro personaje en el canto segundo de su poema La Casa de la Memoria:

                …Y aquel licor divino con que ha hecho

                su nombre eterno Soto Barahona,

                aquí se oirá, y allá verá Neptuno

                pocos iguales y mejor ninguno.

 

Nació hidalgo, pero su niñez y juventud trascurrieron en la pobreza, andando a cara de deudos más o menos generosos. Su sátira Contra algunas necedades es composición poética para el caso:

…El otro que no piensa que hay segundo

                en la tierra a su sangre y que desciende

                de abolengos del godo Sigismundo,

                pues ve que su dinero fue de duende

                y que el linaje nace del dinero,

                no sé cómo no ve que no se entiende.

                Más ¿cómo no lo he visto yo primero?

 

En estos otros versos, y sólo en tres, deja bien claro su origen hidalgo, la parvedad de su fortuna y la firme convicción vocacional por la medicina:

                Estése quien quisiera lamentando

                la vuelta de los siglos venturosos;

                que yo los pienso de buscar curando…

 

Edición actual de ‘Tres Églogas’

Amigo de muchos poetas, le cautivaba sobre todo la obra del entonces organista de la catedral de Granada, Gregorio Silvestre, que me atrevo a decir modeló su obra poética, tanto la convencional para la época, como la basada en las nuevas corrientes italianas, aprendiendo a fijar sin artificio –como sucedía frecuentemente en otros vates– las cadencias de los versos endecasílabos. Eran los tiempos en que la copiosa vena poética del Renacimiento se desbordaba y rebosaba los clásicos moldes nacionales. De esta forma absorbió el gusto literario de ambas escuelas, no participando en la protesta por la innovación importada del Parnaso italiano.

Siendo de corta edad marchó a Antequera para estudiar humanidades con el docto Juan de Vílchez, y desde allí se trasladó a Granada, tras la huella de Gregorio Silvestre. Es en esta ciudad donde le sorprende el primer amor, que confiesa a su entrañable amigo y maestro:

                …¡Aquí, señor: que me ha rompido el pecho

                con punta de oro de acerado dardo

                la mano más gentil que el cielo ha hecho!…

 

El segundo curso de medicina lo estudia pues en Granada en 1569, y de allí se traslada a Osuna, que contaba entonces con una famosa universidad, para continuar sus estudios, pero no sin antes participar en la lucha contra los moriscos en Las Alpujarras, como se deduce algún tiempo después por la dedicatoria de sus poesías, «reliquias de los desasosiegos que tuve entre las armas y las letras, aunque frutas mal sazonadas de mi juventud».

Es en Osuna donde escribe, como epitafio de su amigo Gaspar de Baeza, un soneto en latín, que por no tener precedente en la historia de la literatura reproduzco:

Ecce membra quae spiritu divino,

perspicaci judicio, alta memoria,

viguere quondam, jacent sine gloria,

sarcophago majori ornatu digno.

Hoc tegitur Baetius, Caesarino

pontificio que jure, et oratoria

magnus et magnus in Hispana historia,

magnus sermone Baetico et Latino.

Vos Musae vosque Charites, vos Divae

Dauricolae, quae tempora viventi

virtutum filio redimistis lauro,

estote modo numine praesenti

tuque, Eliberius bonos, laude vive,

quae in tumulo est praestantius ostro et aura.

 

Edición actual de ‘Fábulas mitológicas’

En 1571, y una vez aprobado el cuarto curso, marchó a Sevilla para graduarse de Bachiller de Medicina. A buen seguro que su estancia en esta ciudad le debió resultar muy provechosa, pues por aquella época eran «poetas hasta el verdugo y el asistente, que lo era, de Sevilla, el conde de Monteagudo».

Tras su estancia en Sevilla, móviles profesionales y amorosos le hacen permanecer algún tiempo en Granada, fijando luego ya, definitivamente, su residencia en Archidona, lugar elegido, según el Dr. Conejo Ramilo, exclusivamente por motivos de salud. Era Archidona villa poco castigada por las terribles plagas de la época: la «enfermedad epidémica llamada del catarro», la viruela, el tabardillo y la de las landres.

«Medicina  provechosa es preservarse del contagio, curándose en salud, y entendiéndolo así el concejo archidonés, acordó que se guardase la villa y que se pregonara y notificara a los mesoneros que se abstuviesen de recibir a personas forasteras que no llevasen patentes de sanidad». Tamañas medidas preventivas lograron hacer que Archidona alcanzase fama de ciudad saludable, lo que justificó suficientemente que Barahona la eligiera para ejercer su oficio de restaurador de la salud, que la suya no estaba tampoco muy boyante y necesitaba ser restañada.

En Archidona se casa dos veces, es padre de dos niñas, los vecinos le nombran regidor de la villa y atiende a los enfermos de una epidemia de peste que se coló desde Málaga, demostrando grandes dotes de galeno: –»era médico excelente»–  diría luego Lope de Vega en su Laurel de Apolo.

Allí escribe la única obra en prosa que se conoce, Diálogos de monterías, publicada como de autor desconocido en 1890.

Finalmente el 5 de noviembre de 1595 muere en Archidona víctima de una hemoptisis el «divino Barahona», que nació hidalgo y pobre y que procuró vivir conforme a la regla de conducta que enunció en La Paradoja:

                La diligencia grande, el miedo chico,

                y esfuerzo en los trabajos sin medida

                al pobre hacen ser mayor que el rico.

                Y así, el que vive en miserable vida

                tenga este verso escrito muy de coro:

                que nunca medra quien de sí se olvida.

 

De la pluma de Barahona y libres de influencias italiana salieron las Lamentaciones, Libertades de amor y las dos fábulas ovidianas, Vertumno y Pomona y Acteon.

Vaya una muestra de las Lamentaciones en estos versos, de la tercera, que fueron diez, escritos con motivo de una grave enfermedad de su amada:

                …Verás, si verme quisieres,

                que me ha hecho tu dolencia

                un dechado de paciencia

                y un destierro de placeres…

 

‘Primera Parte dela Angelica de Lvys’

En cuanto al resto de la obra, la que surge bajo la influencia de las nuevas corrientes italianas, debo citar, aunque sólo sea, los madrigales, sonetos amatorios, sátiras, epístolas, canciones y églogas.

                Por dicha, de que vivo habrá memoria

                en otros siglos, y seré leído

                y celebrado en peregrina historia.

 

Se estaba refiriendo aquí a La Angélica en su primera parte, obra escrita con intención de ser continuación del argumento de Orlando furioso de Ariosto, que junto a las dos obras líricas, traducciones parafrásticas de Ovidio, La Fábula de Vertumno y la de Acteon, representan la cumbre de la obra poética de Barahona.

Es obvio que en este espacio no se puede hacer una valoración crítica de la obra de Barahona de Soto, pero bien se puede concluir tras su estudio, que fue, en el ambiente literario en que se desenvolvió, un buen poeta, un humanista. Manejó con justeza la riqueza de nuestra lengua, que en cuanto a vocablos, como en cuanto a dineros, “quien los gasta sin otra mira que la de lucirlos y lucirse, más se gradúa de vano que se acredita de generoso”.

Aunque un tanto irónico en las sátiras, el resto de sus composiciones amatorias, épicas y bucólicas fueron correctas e impecables de estilo, a la vez que sus versos aparecían sencillos, claros y amenos.

Hasta aquí, muy resumida, la vida y obra de uno de los hoy apodados médicos escritores, que es la Medicina oficio glorioso donde algunos de sus componentes se afanan por dejar constancia de su segunda vocación: la literatura.

 

 

Dr. Ángel Rodríguez Cabezas

Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas
Sociedad Española de Historia de la Medicina
Sociedad Erasmiana de Málaga

 

 

Referencia de la imagen:

a.  https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Archidona_View.jpg


 

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