El extraño campo semántico del dolor

 

Contestando al Dr. Pedro Guillén G., cuyo discurso de ingreso como Socio de Honor en la Sociedad Erasmiana de Málaga (SEMA) había titulado ‘La célula como medicamento y oportunidad terapéutica. Medicina regenerativa’, tuve ocasión de reflexionar sobre el extraño campo semántico del dolor. Le expuse un caso, cuya anamnesis viene descrita así por la propia paciente:

“Quedé de estos cuatro días de parasismo (1) de manera que solo el Señor puede saber los incomportables tormentos que sentía en mí. La lengua hecha pedazos de mordida; la garganta de no haber pasado nada y de la gran flaqueza que me ahogaba, que aun el agua no podía pasar. Toda me parecía estaba descoyuntada, con grandísimo desatino en la cabeza. Toda encogida, hecha un ovillo, porque en esto paró el tormento de aquellos días, sin poderme menear, ni brazo, ni pie, ni mano, ni cabeza, más que si estuviera muerta, si no me meneaban; solo un dedo me parece podía menear de la mano derecha. Pues llegar a mí no había cómo, porque todo estaba lastimado, que no lo podía sufrir.

En una sábana, una de un cabo y otra [de otro], me meneaban. Esto fue hasta Pascua florida. Solo tenía, que si no llegaban a mí, los dolores me cesaban muchas veces, y cuento de descansar un poco, me contaba por buena, que traía temor me había de faltar la paciencia; y así quedé muy contenta de verme sin tan agudos y continuos dolores, aunque a los recios fríos de cuartanas dobles con que quedé, recísimas, los tenía incomportables; el hastío, muy grande.

Di luego tan gran prisa de irme al monasterio, que me hice llevar así. A la que esperaban muerta, recibieron con alma; mas el cuerpo peor que muerto, para dar pena verle. El extremo de flaqueza no se puede decir, que solos los huesos tenía ya.” (Sta. Teresa de Jesús, Obras completas, Vida de Sta. Teresa de Jesús, Madrid, Aguilar, 11ª ed. 1970, cap. VI, p. 69).

 

Como no podía devolver la palabra al Dr. Guillén para que hiciera el diagnóstico clínico de tan ilustre enferma, me apresuré a hacer el análisis lingüístico de los términos relativos al campo semántico del dolor en el párrafo citado. Por orden alfabético: dolores, desatino, descoyuntada, encogida, hastío, incomportables (sufrimientos), lastimado, paciencia, sufrir / sufrimientos, tormento.

“…incomportables tormentos” (lat. ‘torqueo’, torcer, retorcer…)

A simple vista, de esos diez términos con que Teresa de Ávila describe su deplorable estado físico, cinco (‘hastío’, ‘incomportables’, ‘paciencia’, ‘sufrir’ y ‘sufrimientos’) hacen referencia a la capacidad de sobrellevarlos, al aguante, prueba de fuego del cristiano virtuoso y aun de cualquiera: «Personne ne se connaît tant qu’il n’a pas souffert» (nadie se conoce hasta que no ha sufrido), concretaba en el siglo XII Saint Bernard de Clairvaux, fundador del Císter.

Un segundo grupo (‘descoyuntada’, ‘tormento’) señala la despiadada y arbitraria sevicia del verdugo que tuerce y retuerce (<lat. torqueo) los miembros del miserable. Es decir, la tortura y crueldad del mal.

Un tercero (‘desatino’ y ‘lastimado’) muestra la complejidad de su mal, que no se reduce a su estado físico y mental, sino que, invadiendo el campo sociológico, alcanza al entorno de la enferma por el aspecto que presenta.

Y un cuarto (‘encogida’) genera la imagen de angustia y congoja que le producen sus ‘dolores’.

La Real Academia Española, que en la última versión (digital) de su Diccionario define Dolor como ‘sensación’ y como ‘sentimiento’ (“Sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior” // “Sentimiento de aflicción y congoja”), no explora la raíz profunda del término.

Junto a la sensación (física) y el sentimiento (psíquico) que toda palabra implica debe contarse otra realidad, no por escurridiza menos real: el subconsciente. Es un “concepto próximo (o idéntico) al de inconsciente, usado desde el siglo XVIII para dar una explicación causal de los hechos que no pueden explicarse a base de procesos conscientes” (2).

Según esto, cada uno de los términos usados por la santa andariega para describir su estado físico genera al menos una doble asociación, consciente (psíquica) e inconsciente (subconsciente), que agranda considerablemente su valor semántico. Esquemáticamente, puede presentarse según la imagen adjunta.

El círculo semántico (autor: Quintín Calle Carabias)

Habla en primer lugar de “incomportables tormentos”. Y, junto a la sensación física, comparable a la del sometido a tortura –cuyo dolor no puede sobrellevar (in-com-portable)–, aparece la imagen psíquica de una maldad gratuita y de una injusticia arbitraria, amplificadas en el subconsciente por la asociación a otros instrumentos y métodos de tortura.

Sigue la santa describiendo su sensación de ‘ahogo’ (“…la garganta de no haber pasado nada y de la gran flaqueza que me ahogaba (<lat. Affocare, sobre suffocare), que aun el agua no podía pasar.”). Y junto al sentimiento de ansiedad, angustia y congoja subyace el recuerdo subconsciente de otro método de tortura, el de la gota de agua –aunque en este caso se trataba de dejar morir de sed– y con él, el de opresión, estrangulamiento y asfixia.

“Toda me parecía estaba descoyuntada…” (<lat. dis-co-iuntare…, quitar lo que junta entre sí…), sigue la santa. A la sensación de no ser dueña de sus miembros se une el sentimiento de temblor (tremendo) y el subconsciente de quebranto y ruptura.

“…me parecía estaba descoyuntada” (lat. ‘dis-co-iuntare’…, quitar lo que une entre sí…)

“…con grandísimo desatino en la cabeza”. Esto nos retrotrae al ‘paroxismo’ al que la propia autora hace referencia al inicio. El dolor la estaba volviendo loca, le generaba un sentimiento de demencia, a lo que el subconsciente añadía la sombra del descontrol absoluto, la pérdida de su cualidad más propiamente humana: su capacidad de decisión, su libertad.

Lo que sigue en el relato es el proceso lógico de un organismo sometido al descoyuntamiento de sus extremidades: “Toda encogida, (<lat. colligere, recoger…) hecha un ovillo (<lat. globellus, de globo > globillo), porque en esto paró el tormento de aquellos días, sin poderme menear, ni brazo, ni pie, ni mano, ni cabeza…”. Al sentimiento de estupor y anonadamiento se une el subconsciente de estar hecha un guiñapo; frente al desmadejamiento de las extremidades, la contracción y reducción exageradas del cuerpo hasta sentirse un ovillo.

“… todo estaba lastimado, que no lo podía sufrir”. En esta declaración aparece uno de los aspectos más ambiguos de todo el relato. Por un lado, el término ‘lastimado’ comprende dos facetas: una física (llagas, lacerado, es decir, que padece el mal de san Lázaro), a pesar a su origen: (<del indoeuropeo bha-2, hablar, deriva el gr. φημί + βλασ- (mal) >βλασφημί, blasfemar, que en latín vulgar degenera en blastemare > lastimar, agraviar, ofender, herir de palabra)– y otra faceta psíquica: la apariencia, el parecer de los presentes (dar lástima, dar pena), y con él, el subconsciente de miserable y aun de autodesprecio. Es lo que dice expresamente el texto un poco después: “… mas el cuerpo peor que muerto, para dar pena verle”.

Y en este extremo, el autodesprecio puede sugerir la súplica (<lat. sub-plicare, plegar por abajo, doblar la rodilla) y el de humillarse (<lat. humus, arrojarse al suelo) para pedir misericordia. Y hay que entender, pues, que ni lo uno ni lo otro podía soportar la enferma (“no lo podía sufrir”).

‘Incomportables’, dirá un poco después la santa (“…los fríos de cuartanas […] los tenía incomportables”). Entre ambos términos, ‘insufrible’ e ‘incomportable’, hay también diferencias: ‘sufrir’ (<ind.: bher-1, llevar. >gr. φέρω >lat. fero; sub-ferre, so-portar, sufrir por debajo) es llevar la carga calladamente, en silencio; mientras que ‘incomportable’ es llevarla consigo, pero a hombros o a la espalda, a la vista de todos. Cada uno de ellos con el respectivo eco subconsciente de ‘soportar’, ‘tolerar’ y de ‘aguantar’, ‘resistir’.

Llegamos al fin del texto con dos temas muy próximos: el ‘hastío’ y la ‘paciencia’ del enfermo, ligados al nuclear: los ‘dolores’ (“…agudos y continuos dolores”).

F. de Goya: ‘Duelo a garrotazos’. ‘Doler’ tiene que ver con ‘afligir’ (lat. ‘ad-fligere’: golpear). Hay ‘conflicto’ cuando dos se golpean, se dan de palos

La palabra latina (dolor -ris), cuya existencia se prolonga tal cual en español, es una metonimia (3) del término originario indoeuropeo ‘dol-ē’ > lat. doleō >esp. doler: ser golpeado. Y esto lo incluye directamente en el campo semántico de la tortura por su relación directa con ‘afligir’ (<ad-fligere: golpear). Hay ‘conflicto’ cuando dos se golpean, se dan de palos (cf. El cuadro de Goya: ‘Duelo a garrotazos’). Y en el subconsciente flota el eco de ‘abatir’ (a golpes), ‘abatimiento’, ‘aterrar’ (echar por tierra), ‘desolar’ (venirse al suelo), ‘arruinar’ (caer con estrépito).

“…el hastío, muy grande”, dice la santa. El hastío (<lat. fastidium, aversión, desgana) invade el estado de ánimo de cuantos padecen una larga enfermedad, cuyo fin parece inalcanzable. Del subconsciente surge el eco amplificador de ‘cansancio’ (<lat. campsare, desviarse del camino), ‘aburrimiento’ (<lat. ab-horrere, aborrecer), ‘tedio’ (<lat, taedium, aburrimiento extremo del que soporta algo o a alguien que no interesa).

Por último, la santa abulense habla de algo estrictamente relacionado con la santidad, la paciencia: “…traía temor me había de faltar la paciencia” (<gr.: παθέειν, todo lo que uno experimenta). Es probablemente lo que más la inquieta, por encima de todos los demás aspectos analizados. Cristo padeció hasta morir y los que aspiran a la santidad deben poder hacer otro tanto. De ahí su temor a fallarle.

He ahí cuanto he creído entender en el texto de nuestra paciente carmelita.

 

 

Quintín Calle Carabias
Doctor en Filología Moderna, profesor titular de la UMA y Presidente de la SEMA

 

Notas bibliográficas:

  1. Cf. Paroxismo: (gr. paroxynein, irritar): intensidad máxima de un acceso, de una enfermedad. Friedrich Dorsch, Diccionario de psicología, Barcelona, Herder, 1994, s. v. [En realidad, no hay por qué recurrir al verbo, habiendo un sustantivo (παροξυσμός οῦ) del que deriva directamente.]
  2. Friedrich Dorsch, Diccionario de psicología, Barcelona, Herder, 1994, s. v. subconsciente.
  3. Figura retórica que, en este caso, consiste en tomar la causa por el efecto.

epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Calle Carabias, Q. El extraño campo semántico del dolor. epistemai.es [revista en Internet] 2024 junio (23). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/7647

Marcar como favorito enlace permanente.

Comentarios cerrados.