- Un ficticio diálogo con María
En un diálogo con la Virgen fechado en Lovaina en 1518, que tiene lugar durante un imaginario viaje de nuestro humanista valenciano Juan Luis Vives a Tierra Santa, al lugar y en la noche en que nació Cristo, nuestro teólogo, entre divertimento y apología, resume la antigua tradición de los horóscopos de Jesús. Nos regala así un canto teológico [su intención era hacerlo poético (1)] con que la Madre, para sacarlo de su ignorancia sobre la condición sobrenatural de su Hijo, sustituye planetas y signos por los dogmas cristianos de la naturaleza de Dios.
- Origen de la literatura sobre el horóscopo de Cristo
El punto de partida de esta obrita es un antiguo debate iniciado con la doctrina sobre las grandes conjunciones planetarias (2) que, según el astrólogo Mashallah (VIII), anticiparon el nacimiento de Cristo y Mahoma anunciando cambios religiosos (en este caso la aparición de las principales religiones del Medievo), culturales y políticos importantes. Pero para lo que ahora nos ocupa, la elaboración de la carta natal de Jesús en Occidente, fue particularmente decisiva una anotación de Albumasar (IX) a propósito de las constelaciones extrazodiacales que ascienden, según el catálogo de paranatéllonta de Teucro de Babilonia (I a.C.) presentado por él en su Introductio Maior (3) como “de los persas”, al mismo tiempo que el primer decano de Virgo (4). En esta parte de su obra dice el astrólogo árabe que con esos grados se eleva en el firmamento una joven con dos espigas sentada sobre un trono alimentando a un niño, junto con la estrella más brillante del final de la Serpiente y un viejo que mira al niño. La imagen (fig. 1) que ilustra esa descripción en los manuscritos de Zothorus Fendulus (XIV-XVI) (5) identifica a la joven con la Virgen Inmaculada y al niño con Jesús (Ihesum en griego Χριστόν dice el texto latino), grupo que en Teucro probablemente era el de Isis con su hijo Horus-Harpócrates.
Pues bien, con diferentes propuestas, los astrólogos cristianos del Medievo y del Renacimiento trataron de ajustar el cielo al día y hora del nacimiento del Salvador que la Iglesia, siguiendo el criterio del papa Juan I en el Concilio de Nicea, fijó oficialmente bajo el papado de Liberio (354) (6) en la primera hora (media noche) del 25 de diciembre.
- De nuevo el diálogo. ¿Escrito en el cielo?
Sin embargo, -dice nuestro Luis Vives- me dirigí a la suave y benévola Madre y le dije: “¿acaso te sería grato, dulce y sagrada Virgen, que predijera a partir de las estrellas los sucesos reservados por el destino a ese Hijo tuyo?” Pero aquella, pese a mi gran delirio, me miró sin reproche alguno (pues esa fue siempre su actitud) y dijome para hacerme entrar en razón con pocas palabras y fáciles de entender: “¿Con qué conjunción piensas que éste ha nacido? ¿con qué signos?” Entonces yo (respondí): “Debo en verdad decirte, en cualquier caso, que se han visto mudanzas en los cielos, en esta noche, apenas bien interpretadas por los astrólogos. Unos dicen, en efecto, que ahora asciende el primer decano de Virgo, otros, en cambio, que el tercer grado de Libra, y quienes creen estar más próximos a la verdad, aseguran que asciende el décimo grado de Libra, signo que es casa de Venus, en cuyo arco resplandece Júpiter; y que Venus está situado en Acuario, y Marte en Aries, precisamente su propia casa. Y otros han cantado lo siguiente:
Noche era, y, a Capricornio unido bajo la tierra profunda,
el Sol, en su marcha, para el Nuestro iluminaba los astros del cielo;
Cáncer en el Centro Superior del universo estrellado
estaba; en el Ocaso, el que porta en su vértice una Delta,
Aries, guía de los signos; y los dos brazos de Libra, en el Oriente.
No faltan quienes defienden que Marte estaba en cohabitación con la Muerte (7). Y que por ello al nacido en este momento lo anuncian como aspirante a la cruz”.
Es evidente que Luis Vives, aun profesando una manifiesta hostilidad hacia la astrología como buen católico, conoce las líneas generales de esa curiosidad intelectual que siempre existió en torno al nacimiento del hombre más célebre de toda la historia y que desde muy temprano ligaba a los astros, incluso siendo Dios, su personalidad y los distintos episodios de su vida humana: unas veces, con la ortodoxia de la aparición de estrellas que anunciaban su divinidad, como la que guio a los magos en el Evangelio de san Mateo (2.1-12) y otras, con la manifestación del dolor de la naturaleza por su pasión y muerte (Luc. 23.45).
Tenemos pocos indicios entre los primeros cristianos de la asociación del Salvador con la adivinación astrológica; pero que algo de ello hubo entonces permiten suponerlo testimonios como el de san Agustín (354-430) para quien los astros no podían condicionar el nacimiento de Jesús, sino que Dios los había sometido a su deseo de proclamarlo (8); o como el de otro obispo algo anterior, Zenón de Verona (300-371), que expone ante sus fieles (anticipando en cierta manera el método de la Virgen en el diálogo de Vives) el significado cristiano del Zodíaco (cuyos signos podrían asociarse ya entonces con el horóscopo de Cristo) como proclamación de las virtudes que habían de regir la conducta de sus feligreses (9).
- Virgo como ascendente mariano de Cristo
Pero las especulaciones sobre la carta natal de Jesucristo corrieron a cargo, sobre todo, como ya he dicho, de los astrólogos árabes y judíos, menos expuestos que los cristianos a una condena de herejía por parte de la Iglesia. La identificación del paranatellon de Virgo de Albumasar con la Navidad fue aceptada sin discusión por el judío Abraham Ibn Ezra (s. XI), cuyo tratado De figuris (traducido en el XIII por el humanista Pietro d’Abano, c. 1250-1316) copia las palabras del astrólogo árabe ilustradas en el manuscrito muniquense de la Biblioteca Nacional de Baviera Clm 826 acompañadas con una escena parecida a la de Fendulus, pero más próxima a la representación canónica del nacimiento de Jesús (fig. 2). Fijado así como ascendente del Salvador el signo de Virgo (claramente asociado a María), este horóscopo se instaló en el pensamiento medieval bajo la autoridad de san Alberto Magno (+1280 y coetáneo, por tanto, de Pietro d’Abano) que se remite literalmente al texto de la Introductio Maior en el Speculum astronomiae atribuido a su pluma. A partir de ahí (y no obstante la dudosa autenticidad del tratadito) los autores del XIV y XV hasta Marsilio Ficino (1433-1499) mantendrían Virgo como horóscopo (ascendente) de Cristo, tal como vemos representado el nacimiento en la figura 30 del Tesoro (fig. 3) del franciscano Esteban Fridolin (c. 1438-1498).
- Ajustando a la primera hora del 25 de diciembre el ascendente (Libra)
No obstante, el obispo francés Pierre d’Ailly (1351-1420), y quizás un siglo antes que él el poeta astrólogo Cecco d’Ascoli (1257-1327), puntualizaron la necesidad de corregir el ascendente en un par de horas para que el nacimiento se acercara lo más posible a la media noche del 24 al 25 de diciembre tal como exigía la Iglesia Católica desde el 354. Dicho ajuste convertía en ascendente no a Virgo, sino a Libra, como diré más adelante. Pero antes no puedo olvidar la propuesta de otro astrólogo no cristiano, el persa Albiruni (973-1050). Albiruni, basándose en cálculos cronológicos a partir de la Anunciación (concepción de María) y manteniendo diciembre como mes de nacimiento, sugirió la posibilidad de que el ascendente fuera 24º Piscis o 20º Aries, aunque él mismo señalaba que ese ascendiente contradecía la creencia general en su tiempo, pues, en tal caso, el nacimiento habría sido diurno y no nocturno, al estar el Sol en Capricornio, ocuparía el MC (es decir, el mediodía de nuestro hemisferio).
Y ahora vayamos ya a los horóscopos que (igual que en la conjunción planetaria previa de Mashallah) proponen Libra como ascendente, un detalle al que también alude Juan Luis Vives en su pequeño diálogo.
Pierre d’Ailly, aunque en principio aceptaba el horóscopo atribuido a san Alberto Magno con ascendente 8º Virgo (véase fig. 5), nos advertía de sus inconvenientes y veía necesario corregirlo (“como otros astrólogos dicen”) por el ascendente Libra 2º 51´ 26´´(10). De este modo el nacimiento coincidiría con lo decretado por la Iglesia, ya que el Sol estaba tres signos más atrás (o sea unas 6 horas), en Capricornio, es decir, en el Bajo Cielo tal como rezan los versos aducidos por nuestro humanista valenciano; sin embargo, volviendo a Pierre d’Ailly, la certeza general (según él, pero no según Mashallah) de que la gran conjunción de Júpiter y Saturno que anunció seis años antes el nacimiento de Cristo tenía en el ascendente a Virgo, lo inclinaron a aceptar el horóscopo tradicional por razones teológicas y no, como le dictaba la lógica y la doctrina oficial, el que le parecía más correcto, con ascendente en Libra, que quedó como testimonio restringido a las opiniones de astrónomos y astrólogos. Las mismas razones (teológicas) llevaron a Ficino, en el siglo XV, a mantener la versión de san Alberto Magno (11).
Notas bibliográficas y bibliografía mínima
epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Pérez Jiménez A. ¿Ascendente en Virgo o en Libra? Juan Luis Vives y el Horóscopo de Cristo. epistemai.es [revista en Internet] 2024 febrero (22). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/7132