Autor: Ángel Rodríguez Cabezas
Grupo Editorial 33. 2018
288 páginas
No podía resistir la tentación de escribir, bien o mal, unas palabras, tras la pausada y reflexiva lectura de la última producción literaria del eximio humanista y doctor en Medicina Ángel Rodríguez Cabezas, Mi correspondencia imposible.
Ahora bien, si soy honesto y sincero conmigo mismo -como lo recomienda el apóstol Pablo de Tarso (‘veritatem dico, non mentior’)-, no debe sorprenderme el contenido de la exquisita, amena y didáctica obra literaria que nos ha dejado el doctor Rodríguez Cabezas, conocida, tiempo ha, su recia personalidad científica y poética. Porque, a la verdad, la poesía no es exclusiva del verso, sino de toda obra que sea capaz de deleitar e instruir al lector. En este sentido de crítica literaria no cabe la menor duda que el sobresaliente y culto galeno toledano, aunque ya malagueño de finas y delicadas vivencias andaluzas, es un auténtico y cabal poeta, esto es, “creador de belleza”. De esto bien puede presumir este venerable e inquieto “buscador” de conocimientos históricos, sociales, religiosos, literarios y médico-quirúrgicos. Desde siempre he pensado que todo médico lleva en sí un germen de humanismo. Y Ángel Rodríguez Cabezas es un auténtico humanista.
Cualquier persona medianamente culta sabe que el género epistolar ha tenido gran importancia no sólo en la literatura greco-romana, sino también en la española. Mi correspondencia imposible es, para mí, una composición poética de gran extensión –288 páginas – en la que el doctor humanista Rodríguez Cabezas se dirige o finge dirigirse a unas personas, reales e imaginarias, intentando moralizar, enseñar, satirizar (a veces crudamente, y con razón) o conmover. No cabe la menor duda: cartas poéticas en su fondo y en su forma. En ellas se reflejan perfectamente reflexiones morales, elogios, censura, pena, alegrías, dulces y emotivos recuerdos que Ángel Rodríguez Cabezas ha experimentado a través de su larga y fructífera profesión médica, compaginándola siempre con su “innata” vocación de cultura, arte y música.
No lo he podido remediar: Mi correspondencia imposible me ha hecho evocar las famosas Epístolas de Horacio, las Tristes de Ovidio, todas las Cartas del Nuevo Testamento, incluso la Epístola moral a Fabio, atribuida a Francisco de Rioja; las de los hermanos Argensola, Meléndez Valdés, Jovellanos o Leandro Fernández de Moratín, ya que todas las cartas -¡qué triste, sin esperanza de contestación!- de Mi correspondencia imposible están cargadas de una fuerte función propedéutica, moral, cultural y estética. El autor no pierde jamás la fe en recibir, algún día siquiera, unas palabritas de sus admirados personajes: Fernando el Católico, el revoltoso ratón Mickey Mouse, Frank Sinatra, el malvado Hitler, Pasos Largos, Antonio Mingote o de su querida y admirada Marifé de Triana…: ¡Sic ita res!, amigo y admirado doctor Rodríguez Cabezas.
Tampoco puedo dejar sepultado en la cuneta del olvido que Mi correspondencia imposible está escrita en lenguaje sencillo, adaptado, conciso, pleno, académico y con un vocabulario variadísimo, fuera de lo normal. No todos sus lectores podrán leerla sin contar antes con un diccionario enciclopédico, etimológico y semántico.
El libro está estructurado en:
– Preludio, del profesor Dr. Julio Cruz y Hermida.
– Cartas (30) dirigidas a los más variados y raros personajes de la Historia.
– Tarjetas (10): modelo de sencillez y estética literaria.
Sólo me resta añadir que si la Junta de Andalucía supiera qué es eso de Cultura Andaluza, ineludiblemente pondría éste como texto de obligada lectura, en sus Escuelas e Institutos de Enseñanza Secundaria y Media.
Dr. Alfredo Arrebola
Profesor-Cantaor, Premio Nacional de Flamenco y Flamencología,
Premio Francisco Izquierdo de Estudios sobre Literatura Granadina