‘Madrid fascinante’, de Paloma Soria, una inmersión literaria deliciosa

 

‘Madrid fascinante. Paseos al amanecer’. Paloma Soria. Grupo Editorial33, 2021. 172 pág.

Nunca será igual. Ya no habrá sitio de ese Madrid castizo, longevo y vibrante que Paloma Soria describe en su libro que pueda pasar ante mis ojos con el mismo mensaje, transmitiendo las mismas sensaciones que lo hacía antes de la inmersión en sus páginas. De una ciudad que apenas se mostraba en su arquitectura, Madrid fascinante. Paseos al amanecer ha tenido la virtud de impregnarme de esa alma que trasciende al tiempo y que solo las ciudades con una historia tan rica pueden entregar a sus visitantes.

A primera vista se podría decir que Madrid fascinante es el fruto de varias casualidades que además coinciden en el tiempo: la primera pandemia en un siglo y del siglo, la obligación de un confinamiento casi total que dejó las calles vacías y la excepcionalidad de una gran nevada y unas condiciones metereológicas duras y prolongadas (¡Ay, Filomena!), como si de un castigo divino condenando al encierro domiciliario se tratase.

Paloma Soria y Rita calentándose con un café en las calles nevadas de Madrid

Pero en realidad no es así, o no es solo así. Decía Almudena Grandes que “el compromiso con la realidad está implícito en la escritura, porque escribir es mirar al mundo y comunicar esa mirada”. Y eso ha hecho, al pie de la letra, una excelente escritora como Paloma Soria al transformar los paseos con Rita, su inseparable perra, en una oportunidad para descubrir un Madrid libre de la presencia humana y entregárnoslo a nosotros, los lectores, transformado en relatos precisos, inteligentes, profusamente ilustrados y muy instruidos que rezuman imaginación, sensibilidad y sentido del humor.

El contenido del libro está dividido en seis capítulos, que a cualquier conocedor -geográficamente hablando- de la gran ciudad que es Madrid le va a parecer, como todo lo que recoge el libro, lleno de sentido.

En el primer capítulo, ‘Donde comenzó todo’, la autora nos introduce de lleno en la fascinación que promete el título con los secretos que guardaba la estatua ecuestre de Felipe III y sigue con la elección del lugar como cruce de rutas comenzando por los celtíberos y siguiendo con los romanos, la poco conocida regalía del aposento, las casas de malicia, los viajes del agua por el subsuelo más antiguo y algunos lugares plenos de simbolismo castizo como la calle del Codo, la Posada del Peine, las Casas de los Lujanes, el Palacio de Santa Cruz y la metafórica sorpresa de “dormir bajo el Ángel”.

Como si de obedecer a Miguel de Cervantes se tratase, Paloma Soria toma la idea del maestro: “el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”, y comienza a ampliar los escenarios de su aventura con ‘El Barrio de las Letras y Lavapiés’, haciéndolos motivo de la segunda parte del libro. Y allí la esperaba un festival literario ya que son muchos los autores de nuestra literatura más universal nacidos, crecidos o afincados en la zona, que escribieron la mayoría de sus obras amparados en sus rincones y celosías, comenzando por el propio Cervantes.

Monumento a P. Calderón de la Barca en la plaza de Santa Ana

Entre otros detalles, enmarcan sus precisas descripciones las andanzas de un tal Lope de Vega; de un ilustre miope cuyo apellido, Quevedo, terminó convertido en referente de las ópticas; de un cordobés afincado en la capital llamado Góngora que hizo del duelo literario una constante; y de un fraile, uno de los primeros en aventurarse a cruzar el Atlántico, del cual saben los jóvenes de hoy porque su famoso nick –esa palabra sí la entienden ellos-, Tirso de Molina, sigue presente en sus libros de texto junto a muchos de los habitantes de renombre que ha tenido el Barrio. Entre tanto famoseo, la autora destaca en este capítulo las huellas del paso de Cervantes, su vinculación con los Trinitarios y su lugar de descanso, pretendidamente eterno, desde su muerte en 1616, para acabar descubriéndonos que en algún momento confió en no tener que “acogerse en Sagrado” en la iglesia de San Sebastián, aunque compartir refugio espiritual con la larguísima colección de figuras ilustres que por ella han pasado no hubiera sido una mala influencia.

En el tercero de los capítulos, ‘Entre Mayor y Sol’, la calle Arenal es testigo de una carrera del todo inesperada. En uno de esos paseos llenos de curiosidad, la escritora y su fiel perrita atisban por un segundo al Ratoncito Pérez, al parecer de vuelta de una ronda de visitas a los niños, y ni cortas ni perezosas deciden correr tras él, pero éste, hábil y bien entrenado, termina por despistarlas. Una lástima, pero razón suficiente para encontrarse de paso con las leyendas confesables e inconfesables de Lhardy y la casa que habitó Pedro Calderón de la Barca, enemigo mortal de ese tal Lope de Vega, su vecino.

Tumba del malagueño Antonio Cánovas del Castillo en el Panteón de Hombres Ilustres, obra de Agustín Querol

En el cuarto capítulo, ‘El Retiro y sus palacios’, el interés por la aventura les lleva a cruzar el señorial paseo de la Castellana para avanzar un par de siglos en la historia. El Ahuehuete del Parterre y la estatua ecuestre del Retiro le dan mucho juego a Paloma Soria para hablar de la escasa ejemplaridad de algunos Borbones y del paso de las huestes de Napoleón, deteniéndose como merece la ocasión en el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro. Aprovecha la autora la visita al cercano Panteón de Hombres Ilustres para explicarnos el peligro que entrañaba ser presidente de Gobierno en el convulso final del siglo XIX y el comienzo del XX. Gracias a su interés por Ventura Rodríguez y la capacidad de observación que todo buen médico debe tener, Paloma Soria reflexiona, analizándolas una a una con el detalle que permite su amplio reportaje fotográfico, un aspecto de especial singularidad que muestran las ocho grupos escultóricos del artista que hay en la zona: la perfección de los culitos.

En los dos últimos capítulos, dedicados al ‘Extrarradio, los arrabales’ y ‘Por Santa Ana’, la escritora amplia su búsqueda en la constelación de estrellas arquitectónicas que en algún momento han sido referencias en la ciudad. Así, no deja de recoger historias y leyendas de ‘La Gallina’, en alusión a su época estudiantil, el museo del Dr. Velasco, las vicisitudes del cuadro de Goya ‘Alegoría de la Villa de Madrid’ -¿cómo olvidarse de Goya en la capital?-, las esclusas en el Manzanares, la Casa de la Sociedad de Autores Españoles, la Casa de las Siete Chimeneas, la iglesia de San Ignacio de Loyola, el club de los fumadores de puros, el cine Doré, las letras doradas en el suelo de las calles o la fundación del Atlético de Madrid, cuya afición celebra los triunfos en la plaza de Neptuno, muy cerquita del casco antiguo que tan bien describe.

Paloma Soria, haciendo el último guiño de admiración al maestro, deja que sea el propio Cervantes quien escriba las últimas líneas de su libro compartiendo ese ‘Adiós a Madrid’ que el autor de tanta literatura inmortal escribe en Viaje al Parnaso, en 1614:

“Adiós”, dije a la humilde choza mía;

“adiós, Madrid; adiós tu Prado y fuentes,

que manan néctar, llueven ambrosía;

adiós, conversaciones suficientes

a entretener un pecho cuidadoso

y a dos mil desvalidos pretendientes;…

 

 

Mª Ángeles Jiménez
Farmacéutica y miembro de la SEMA


epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Jiménez MA. ‘Madrid fascinante’, de Paloma Soria, una inmersión literaria deliciosa. epistemai.es 2022 febrero (16). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/4555

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