Volver al inicio de Un fragmento de la India desde mis ojos
Agra
Y llegó por fin el día, quizás más esperado: la visita al Taj Mahal. Como una promesa en la lejanía, desde la ventana de la habitación del hotel ya se divisaba su silueta en la noche.
Taj Mahal. Nunca una imagen tan vista y fotografiada, que hasta me parecía conocerla ya, me ha sorprendido tanto. Nada que ver con las imágenes, ni siquiera con lo esperado. Su grandeza desborda cualquier expectativa. No sé si a ello contribuyó la luz del amanecer, que me hizo descubrir las diferentes tonalidades que parecían reflejar el mármol, entre blanco y rosado. O la majestuosidad del edificio y los jardines.
Una lágrima en las mejillas del tiempo.
R. Tagore
Quizás lo que más influyó en mi ánimo fueron las magníficas historias contadas por el guía, que me transportaban a un mundo de melancólica paz, de amor perdido. Y la íntima satisfacción de saber que alguien había amado tanto…
Describirlo es imposible. Además de que ya lo han hecho muchas veces antes, y mejor. Por eso solo puedo referir mis sensaciones y la convicción de que nunca volveré a ver tanta belleza.
Un fotógrafo insistió en hacernos diversas tomas con el mausoleo al fondo. Aceptamos, más por pura pereza que por convicción, y mi gran sorpresa fue, al ver las fotografías que teníamos que seleccionar, que las elegimos todas. ¡Nunca me había ocurrido verme bien en todas las fotos! Estoy convencida de que nuestro sentimiento interior fue el reflejo que aparecía en las imágenes.
Fuerte Rojo. El Fuerte Rojo o Fuerte de Agra es espectacular nada más acceder a él. La verdad, como casi todo en la India. Pero he de reconocer, que lo que más despertaba mi curiosidad era conocer el lugar donde estuvo recluido el emperador Shah Jahan (dicho sea de paso, encerrado por su hijo), y donde murió contemplando el mausoleo que construyó para su amada Mumtaz Mahal.
Pero antes de llegar a la torre que hizo de cárcel, las diferentes salas y patios del fuerte mostraban la magnificencia de la época. Fue, además, curioso comprobar la ilusión óptica de contemplar el Taj Mahal con aspecto enorme, desde las numerosas ventanas, pero cuando quería fotografiarlo aparecía a su tamaño real.
Finalmente, la torre de jazmín, donde estuvo prisionero el emperador, no me decepcionó. Se contemplaba, además de las vistas al Taj Mahal, el río Yamuna, y me imaginaba los días de encierro con ese maravilloso paisaje y sus recuerdos.
Lo que es eterno en el momento, se vuelve superficial si se estirara en el tiempo.
R. Tagore
Delhi
Entramos en Delhi, ya borracha de sensaciones, por lo que la primera imagen fue de una ciudad más, con más tráfico, más bullicio, más caos (si cabe). Lo mismo de las ciudades anteriores, pero más grande.
Tumba de Humayun. Nos encontramos una estructura octogonal en la que la arenisca roja tiene un idilio con el mármol blanco y negro. Sobre ellos sobresale una cúpula blanquecina, que es la que finalmente da un respiro de altura al sepulcro en el que descansa el emperador Mogol. La simetría es la gran aliada de una construcción destinada a pervivir en el tiempo hasta hacer inmortal a su yacente, su familia y a ella misma.
Cuando me situé frente a frente de la Tumba de Humayun me quedé sin palabras. Mi mente se paseó por la silueta y el fulgor blanquecino del Taj Mahal que había podido ver un par de días antes.
Es inevitable que esto sucediera, ya que las emociones entienden de paralelismos y el edificio que tenía delante de mis ojos era el mejor de los preludios de la maravilla del mundo que se encuentra en Agra. Pero era diferente, el paso previo… y resultaba magnífico vislumbrar aquí tan extraordinario origen.
Como un mar, alrededor de la soleada isla de la vida, la muerte canta noche y día su canción sin fin.
R. Tagore
Mezquita de Jama Masjid. Verdaderamente, no era de extrañar que fuera la mezquita más grande de la India. Pero lo más llamativo para mí fue comprobar, después de ver un templo sikh y varios templos hindús, la tranquila convivencia de las distintas religiones.
Al contrario de todo lo visto hasta ahora, la mezquita, además de tener que llevar un manto encima de mi ropa (que me proporcionaron allí) y, por supuesto, descalzarse, era su gran austeridad. Nada del lujo y vistosidad del mausoleo y palacios. Pero siempre, al adentrarse, esa sensación de que el tiempo se ralentiza, de que hemos entrado en un lugar sagrado.
Chandni Chowk. La visita a esta parte de la ciudad fue, realmente, una introducción a la India más auténtica, alejada de la fastuosidad de palacios y lujos. Una verdadera marea humana, una calle estrecha antes de llegar a la gran avenida, repleta de tuk tuks y rickshaws, carros cargados de diferentes mercancías en equilibrio imposible, en un espacio inverosímil para contener tantas personas.
Y lo más increíble: los cables en lo alto de las casas, formando un tenderete sobre nuestras cabezas.
El guía contrató un rickshaw, pero en esta ocasión era un muchacho el que nos llevaba pedaleando. Le dije que no me parecía bien cargar con nosotros de esa manera, pero él nos explicó que era su forma de vida, y le hacíamos un favor si le contratábamos, así que no nos quedó más remedio que viajar en medio del caótico tráfico “arrastrados” por él.
El hombre se adentra en la multitud por ahogar el clamor de su propio silencio.
R. Tagore
Raj Ghat. No podíamos ir a Delhi y no visitar el mausoleo de Gandhi, el héroe nacional por excelencia. El Padre. Y, como siempre, las historias que nos contaba el guía y que nos hacían sentir el espíritu del lugar y la esencia del líder en nosotros.
Cerraba los ojos y veía como los indios lloraban su muerte. Cómo el cadáver era lavado y envuelto en un sudario tal y como dice la tradición, cómo sobre él esparcían pétalos de rosa. Los himnos, rezos y lamentos inundaban la escena. Abro los ojos, y vuelvo a la realidad.
Templo de Akshardham. El final de nuestro viaje a Delhi no podía decepcionarnos. El templo hindú más grande del mundo no nos dejó en absoluto indiferentes. Es un complejo que a pesar de ser muy reciente (inaugurado en 2005), representa milenios de cultura tradicional de la India, espiritualidad, y lo mejor de la arquitectura hindú.
Es, sin duda, uno de los lugares más impresionantes de Delhi y la palabra “grandiosidad”, se queda corta. La pena es que no se pudieran sacar fotografías ni siquiera del exterior.
Y aquí acaba esto que ahora me parece haber soñado.
No puedes cruzar el mar simplemente mirando al agua.
R. Tagore
Rocío Núñez Calonge
Doctora en Biología
Reportaje fotográfico de la autora
epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Núñez Calonge, R. Un fragmento de la India desde mis ojos. epistemai.es [revista en Internet] 2024 febrero (22). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/6973