China – España, España – China. Una relación milenaria

有朋自远方来,不亦乐乎

(Es un placer recibir a amigos

que vienen de lejos)

Confucio (500 a. C.)

Si preguntáramos a los españoles (o a los chinos) sobre los contactos históricos de España con China, una gran mayoría de ellos no sabría qué responder. El rico pasado común entre ambos países, en los dos extremos del continente euroasiático, se pierde en la noche de los tiempos. Además, a lo largo de varios siglos, cuando los dos imperios eran los más poderosos del planeta, la relación floreció pacífica, exuberante y fecunda. Pero hoy está perdida en el olvido.

En este año de 2023, cincuentenario del restablecimiento de las relaciones diplomáticas hispano-chinas, es momento propicio en que repasar las huellas de nuestra singular historia común para contribuir a reverdecer un nuevo tiempo de prósperas relaciones entre los dos pueblos.

 

La Edad Media

A la España musulmana llegaron muchas de estas manufacturas y conocimientos a través de los países islámicos. Ya durante la Edad Media varias de las aportaciones más significativas de China a la humanidad (el papel, el arroz, las naranjas, la pólvora, la seda…) se asentaron en Europa a través España y fue precisamente en Al-Ándalus donde primero echaron raíces.

‘Naranjas de la China’ y mandarinas (piénsese en la etimología de esta palabra) llegaron a Europa a través de Al-Ándalus, donde desempeñaron un papel fundamental como elemento decorativo de los jardines: cuarenta mil naranjos pueblan, adornan y perfuman las calles de Sevilla, y antesala de la monumental mezquita de Córdoba es su Patio de los naranjos, el jardín más antiguo de Europa.

Sin embargo, los primeros documentos sobre al valor ornamental de los naranjos se refieren a Málaga. En 1344 el tangerino Ibn Battuta, tras recorrer todo el mundo conocido, llega a la ciudad y queda sorprendido: “Su mezquita tiene una amplitud enorme y es famosa por su baraka (gracia divina). No hay patio semejante al de esta mezquita, con naranjos colosales”.

La técnica del cultivo del arroz es una de las aportaciones más importantes de China a la humanidad. Fueron los musulmanes quienes desde China trajeron a Occidente las semillas y sus formas de siembra. Los primeros arrozales de Europa se plantaron en las marismas sevillanas del Guadalquivir: el agrónomo Abu Zacarí (siglo XII) escribe en su Libro de agricultura: “Yo sembré en el Aljarafe arroz entero desgranado, sano y no enjuto…”.

Castilleja de la Cuesta, capital del Aljarafe

China, además, inventó el papel, una de las grandes aportaciones a la historia de la humanidad. Se cree que Córdoba, ya en el siglo X, se convirtió en el primer centro de producción de papel, pues disponía de un río caudaloso y se había constituido en el principal centro cultural de Occidente, con una biblioteca que albergaba 400.000 volúmenes. Sin embargo, Játiva (Valencia) es la primera población de la que sabemos, documentalmente, que tuvo industria papelera. En 1154 el geógrafo El Edrisi escribe: “En Játiva se fabrica papel como no se encuentra otro en el mundo. Se expide a Oriente y Occidente”.

Los emperadores chinos ocultaron durante dos mil años el arte de la manufactura de la seda, bajo amenaza de muerte para quien lo diera a conocer. Pero al fin, el secreto salió de China y en el siglo VIII llegó a Al-Ándalus, la primera región del continente europeo en que se implantó de manera masiva la cría del gusano y la manufactura de tan preciadas y lujosas telas. Granada se convirtió en un referente mundial en la producción de seda. Tanto es así, que el emperador chino Wanli envió en el siglo XVI una delegación a Granada para conocer las técnicas de elaboración de tan suntuosos tejidos, que competían en calidad con los fabricados en China.

Finalmente, uno de los inventos chinos que más conmocionó Europa fue la pólvora, pues cambió para siempre la ciencia militar y el destino de la humanidad. El benalmadense Ibn Al-Báytar, el más grande botánico y farmacólogo medieval, fue quien por primera vez en Europa aludió a “la nieve china”, como él denominó este compuesto, por ser el salitre su ingrediente principal. La primera vez que se utilizó la pólvora en Occidente fue en 1262, durante el asedio de la ciudad de Niebla (Huelva).

Estatua de Ibn Al-Baytar junto al castillo de El-Bil-Bil de Benalmádena (Málaga)

 

Tras la circunnavegación

Los otomanos culminaron la conquista del imperio bizantino con la toma de Constantinopla en 1453. La caída de la ciudad supuso también el cierre de la Ruta de la Seda, lo que propició la búsqueda de otros caminos para llegar a Catay, la China descrita por Marco Polo, y al Moluco, el país de las especias.

Los primeros en intentarlo fueron los navegantes portugueses, que exploraron rutas para llegar a la India bordeando África: Vasco de Gama lo consiguió en 1498. Seis años antes Cristóbal Colón, que pretendía llegar a Catay, había llegado a América. En tan solo treinta años, entre finales del XV y principios del XVI, los españoles transformaron la visión del mundo: descubrieron América, surcaron dos océanos, circunnavegaron el planeta y unieron tres continentes. Años después establecieron una ruta comercial, desde España hasta China, que, durante dos siglos y medio, inundó de riquezas los hitos de su itinerario y expandió ampliamente la prosperidad a los lugares circundantes.

Cuatro exploradores destacaron en tan descomunal empresa. Fernando de Magallanes, que inició desde Sevilla en 1519 una expedición que descubrió el paso por el estrecho que lleva su nombre, fue el primero en atravesar el océano Pacífico y llegó a Filipinas, en donde murió en 1521. Juan Sebastián Elcano asumió el mando de la expedición a la muerte de Magallanes, atravesó el Índico y logró retornar a Sevilla en 1522, con una sola nave y otros diecisiete supervivientes: habían transcurrido tres años y diecisiete días desde el comienzo de su viaje. Fue el primero en circunnavegar el mundo.

La Torre del Oro es el referente más identificativo del antiguo puerto sevillano

Pero la ruta abierta por Magallanes resultó ser larga y peligrosa, por lo que los geógrafos y navegantes españoles tentaron nuevos derroteros desde Acapulco (México), situado en el mismo paralelo que cruza Luzón, la principal isla de Filipinas. Los vientos alisios facilitaban el viaje de ida, pero dificultaban el de vuelta. En la apertura de la nueva ruta dos personajes, ambos guipuzcoanos, desempeñaron un papel excepcional.

Miguel López de Legazpi llegó a Filipinas desde México en 1565 y fundó Manila, que enseguida se convirtió en el más importante emporio comercial del este asiático. En su expedición viajaba Andrés de Urdaneta, un excelente navegante, explorador y cosmógrafo. Se hizo fraile agustino, pero Felipe II le pidió integrarse en la expedición de Legazpi. A mediados de 1565 zarpó de Filipinas, ascendió hasta la latitud media de Japón, aprovechó el empuje de la corriente de Kuro Siwo y, por el Pacífico Norte, enlazó con la corriente de California para bajar hasta Acapulco: había descubierto la ruta del tornaviaje, utilizada por las naves españolas durante los siguientes 250 años.

La proximidad de China abrió las puertas a una larguísima, pacífica y muy fructífera relación comercial que abarcó dos océanos (Pacífico y Atlántico) y tres continentes (Europa, América y Asia) y se convirtió en el origen y símbolo distintivo de la globalización económica: fue la Ruta Transoceánica de la Seda. La línea marítima seguida por las naves españolas en el Pacífico se conocía indistintamente con los nombres de Nao de China o Galeón de Manila. La llegada del Galeón a puerto se traducía en una desaforada actividad de feria comercial que envolvía la ciudad. Desde Acapulco se distribuían las valiosas mercancías (sedas, brocados, porcelana, especias, diamantes, rubíes, jade, perlas, ámbar, marfil, laca, vidrio, coral…) a otros virreinatos americanos: fue tanta la demanda de productos de Asia Oriental, que en Lima cada año se celebraba la ‘Feria de Pekín’ cuando los artículos llegaban hasta Perú. Pero era en Ciudad de México en donde la feria alcanzaba su mayor ebullición; y una buena parte de los productos llegados a Acapulco atravesaba el continente en reatas de mulas hasta alcanzar el puerto atlántico de Veracruz, en donde embarcaban hacia España.

Se llamó Carrera de Indias a la línea regular de navegación que, tras el descubrimiento, se estableció entre Sevilla y América. Incluía tanto el viaje de ida como el de vuelta (tornaviaje). Constituyó el medio por el que los virreinatos americanos se conectaron con la metrópoli y canalizó entre los dos continentes tanto personas como mercancías. Sevilla tenía el monopolio absoluto de las actividades mercantiles: todo el tráfico burocrático, de personas y de mercancías entre Europa, América y Asia se centralizaba en su Casa de Contratación; y desde Sevilla se expedían a toda Europa las demandadas manufacturas que llegaban desde Oriente. La ciudad se convirtió en el emporio más floreciente del mundo. El edificio de la antigua Casa de Contratación acoge hoy los fondos del Archivo General de Indias, que guarda la más amplia documentación referida a los viajes y territorios ultramarinos españoles: quien quiera estudiar aquella primera globalización que fue el comercio hispano-chino de los siglos XVI-XIX debe beber en este archivo. Una de sus joyas más preciadas es El Ku-Chin hsing-shêng Chih T’U [Mapa topográfico moderno y antiguo de China]. Fue el primer mapa que llegó a España (y tal vez a Europa) procedente de China. Fechado en 1555, pone de manifiesto el avanzado estado de la cartografía china de entonces.

Archivo General de Indias, antigua Casa de Contratación

 

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epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Majada J, Pino E. China – España, España – China. Una relación milenaria. epistemai.es 2023 junio (20). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/6065

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