Ortopedia: fogonazos y fogoneros (2ª parte)

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En las primeras décadas del siglo XIX, la ortopedia estadounidense, como su medicina, no tenía identidad. En aquella época la mayoría de los médicos desconocían allí el verdadero significado de la palabra inventada por Andry. La expectativa de vida no era muy larga y, en materia de salud, la gente se preocupaba por sobrevivir a las epidemias que de forma periódica asolaban el país. En general, solo los que sufrían enfermedades ortopédicas centraban su atención en los problemas ortopédicos.

Tal era el nivel de ignorancia entre los médicos norteamericanos que en 1860 Oliver Wendell Holmes –médico y escritor- dijo:

“Creo firmemente que si pudiéramos arrojar la medicina entera, como la empleamos hoy en día, al fondo del mar, beneficiaríamos enormemente a la humanidad…y perjudicaríamos enormemente a los peces”.

Como resultado, muchas veces los pacientes buscaban médicos que no les causaran daño, aunque tampoco los ayudaran demasiado.

La hidroterapia resulto muy atrayente por este motivo. Los profesionales que la aplicaban sostenían que los pacientes podían esperar aliviarse de casi cualquier afección mediante la inmersión en aguas supuestamente especiales. Estas aguas brotaban de la tierra en lugares como Saratoga Springs, en Nueva York; White Sulfur Springs, en Virginia; o Warm Springs, en Georgia. Por ser templadas y amargas (con sabor a azufre) se consideraban curativas. La hidroterapia resultó muy fructífera para los gerentes de los hoteles y spas que surgieron en esos lugares.

La homeopatía, propugnada por Samuel Hahnemann a principios del XIX, también resultó atrayente por inocua. Bajo la teoría de que “lo similar cura lo similar”, debe administrarse una dosis muy pequeña de un agente farmacológico que causa un síntoma para contrarrestar ese síntoma. Sostenía que el médico homeópata debía diluir un fármaco dado en forma seriada para que el paciente recibiera sólo una cantidad mínima de él. La ventaja de este sistema radicaba en que no causaba ningún daño y, así, el paciente mejoraba sólo. O no.

La ortopedia que se practicaba en las décadas de 1830 y 1840 resultó atractiva por los mismos motivos; no causaba daño y hasta podía ofrecer mejoría. De hecho, proporcionaba algunos beneficios tangibles. La actividad física liviana, el descanso, los masajes y los soportes externos para la rigidez, el dolor y la deformidad del tronco o los miembros ayudaban a que los pacientes se sintieran mejor y se recuperaran de su enfermedad. Los médicos ortopedistas ofrecían su arte sin el curanderismo pomposo de aquellos que indicaban las purgas, las abrasiones, las diluciones seriadas y los gerentes de los spas. Por estos motivos, en las primeras décadas del siglo XIX, el porcentaje relativamente pequeño de la población que padecía enfermedades musculo esqueléticas buscaba un tratamiento ortopédico. En realidad, el término ‘ortopedia’ empezó a aparecer en la bibliografía médica estadounidense a fines de la década de 1830, cien años después de que Andry lo acuñara.

En los Estados Unidos, los empresarios, los médicos y los ciudadanos comprometidos que unían esfuerzos para abrir hospitales comenzaron a mostrar interés por la ortopedia en la década de 1860. Fogoneros norteamericanos que merecen mención fueron:

 

John y Buckminster Brown

Pionero y considerado padre de la ortopedia norteamericana, John Ball Brown (1784–1862) fundó en 1838 la Boston Orthopaedic Institution en el Massachusetts General Hospital. Graduado en su ciudad natal se formó en Dorchester y regreso a Boston en 1812.

John Ball Brown (d)

En 1837 perdió a su hijo mayor por una afectación espinal –espondilitis tuberculosa, mal de Pott – que afectó también a su hijo menor; razón por la que dedicó todos sus esfuerzos a combatir esta patología esquelética a partir de 1838, dedicándose a la cirugía ortopédica.

“Having lost my eldest son […] by inflammation of the great spinal cord, and having now my second son confined to his bed by a lateral curvature of the spine, my attention has been forcibly drawn to the study and treatment of spinal disease generally, and to the correction of other deformities of the human body, such as distortion of the limbs, club feet, etc.”

En 1839 realizó la primera tenotomía subcutánea en EE.UU. para la corrección del pie zambo.

Su hijo, Buckminster Brown (1819–1891), a pesar de su pronunciada escoliosis continuó el trabajo de su padre, siendo el primer cirujano americano dedicado en exclusiva a la ortopedia. En 1861, tras haberse formado en el exterior, abrió junto a su padre The House of the Good Samaritan Hospital (Casa del Buen Samaritano), un pequeño hospital privado en Boston. En 1883 donó 40.000 dólares a Harvard para establecer el Profesorado de Ortopedia John Ball y Buckminster Brown en esa institución.

 

Lewis A. Sayre

Casi simultáneamente, Lewis Sayre (1820-1900) abrió un dispensario ortopédico en el Bellevue Hospital de Nueva York. Brown es considerado como el primer médico que se dedicó en forma exclusiva a la ortopedia, y Sayer es reconocido como el primer profesor de Cirugía Ortopédica de los EE.UU.; su carrera la desarrolló en la New York University, que después se llamó Bellevue Medical Collage.

 

James Knight

En 1863 fundó en New York el Hospital for the Ruptured and Crippled -quebrados y tullidos-. No realizaban procedimientos quirúrgicos, sino que aplicaban a todos los pacientes algún tipo de dispositivo. En 1871 comenzó́ a trabajar con Virgil Gibney, procedente del Bellevue y que había recibido influencia de Sayre. Según el punto de vista de Knight, este le inculcó a Gibney la idea incorrecta de que los trastornos musculo esqueléticos podrían responder más rápida y exitosamente a la cirugía que al reposo prolongado y los dispositivos ortopédicos. Knight y Sayre lideraron líneas antagónicas entre tratamiento conservador y el quirúrgico, con Gibney entre los dos. Knight llamaba a Sayre mentiroso, avaro y arrogante; y rehusó tratamientos quirúrgicos en su hospital hasta su muerte. La situación cambió cuando tras la misma, en 1887, Gibney fue nombrado jefe de cirugía del hospital.

 

Las organizaciones médicas aparecieron pronto en los EE.UU. En el siglo XVIII se formaron diversas sociedades locales y estatales: en 1735 la Boston Medical Society y en 1749 la de Nueva York. La proliferación de sociedades locales y estatales generó un caos en la regulación médica norteamericana; la necesidad de unificar criterios dio lugar a la unión de diferentes sociedades para fundar la American Medical Association  (AMA) en 1847.

Los médicos que se llamaban a sí mismos ortopedistas y cirujanos ortopedistas no tenían un núcleo común y necesitaban unirse para establecer estándares, tratar el perfeccionamiento de sus técnicas y avanzar en su profesión. Esto se logró en 1887 con la fundación de la American Orthopaedic Association (AOA) que realizó su primer congreso anual en la New York Academy of Medicine el 15 y 16 de junio de 1887.

Portada de la web del Journal of Bone and Joint Surgery (JBJS)

En 1903 el comité creado para evaluar las posibilidades de publicar una revista de ortopedia dio a conocer su título: American Journal of Orthopaedic Surgery. En 1918 Mark Rodgers, su director, supo que los cirujanos ortopedistas ingleses acababan de fundar la British Orthopaedic Association (BOA), y sugirió́ que los miembros de la AOA le ofrecieran a la BOA el uso de la revista como publicación oficial. Ahora, el American Journal of Orthopaedic Surgery sería para los dos países. Veintidós años después de su lanzamiento en 1896,el American Journal of Orthopaedic Surgery se convirtió en Journal of Orthopaedic Surgery y en 1922 en  Journal of Bone and Joint Surgery (JBJS), que conserva en la actualidad.

Los dos logros más importantes que encaminaron la ortopedia hasta nuestros días fueron la creación, principios de la década de 1930, del American Board of Orthopaedic Surgery (ABOS) y de la American Academy of Orthopaedic Surgeons (AAOS). Ambas impulsadas desde la AMA.

 

Veamos ahora más fogonazos importantes asociados a conflictos bélicos:

En 1918, el japonés Kenji Takagi examinó por vez primera la rodilla de un cadáver con un cistoscopio y más tarde, con Watanabe, sentó las bases de lo que hoy es la cirugía artroscópica.

En la I Guerra Mundial se utilizaron tracciones para alinear las fracturas y el entablillamiento de los miembros como sistema de inmovilización. Se debió a Lorenz Böhler la creación de tratamientos para evitar la gangrena y las amputaciones de los soldados provenientes del frente.

Durante la II Guerra Mundial (1940), el traumatólogo alemán Küntscher (1900-1972) diseñó un sistema para tratar las fracturas diafisarias de tibia y fémur en los hospitales de campaña mediante la inserción de clavos de acero inoxidable en la porción intramedular del hueso, sin abrir el foco de fractura.

Durante la Guerra de Vietnam, los traumatólogos americanos popularizaron el sistema de fijación y tratamiento de fracturas abiertas mediante la osteosíntesis con fijadores externos. Consistía en introducir unas agujas en porciones sanas del hueso y anclar sobre ellas unas rótulas que sostuvieran una barra rígida, permitiendo desde el exterior que se mantuviera el hueso alineado y estable.

Una importante aportación fue debida al soviético Gavriili Llizarov (1952), que diseñó un sistema basado en la forma de una rueda de bicicleta con sus radios para aplicar agujas tensadas sobre los huesos, tanto para el tratamiento de fracturas como para el alargamiento de extremidades.

Sin duda, uno de los logros más importantes fue la primera sustitución total de cadera por una prótesis total cementada por John Charnley, prestigioso traumatólogo inglés. Fue pionero en la creación de prótesis de metal e implantes de polietileno de elevada densidad.

 

Y de España, ¿qué?

Hagamos patria. Les contaré lo que se me alcanza.

A las frases de Ignacio Ponsetí –sí, el del método Ponseti para la corrección del pie zambo-sobre los avatares de nuestra Isabel I, la Católica, como impulsora de los hospitales de campaña en la remota toma de Málaga hay que añadir importantes hitos, logrados por un trío de ases coetáneos.

 

Manuel Bastos Ansart (1887-1973)

Manuel Bastos Ansart (Zaragoza, 22 de julio de 1887 – Barcelona, 21 de enero de 1973) médico traumatólogo español. Estudiante brillante, logró el grado de Bachiller en 1900. Estudio en la Facultad de Medicina de Zaragoza, a lo largo de su carrera obtuvo diferentes premios, entre ellos el Virgili, distinción que se otorga a los cirujanos más eminentes de España en memoria del prestigioso cirujano ilustrado Pedro Virgili. Se licenció con Premio Extraordinario en 1907. En septiembre de ese año ingresa en la Academia Médico Militar. En 1908 es destinado al Hospital Militar de Carabanchel y en 1909 a Melilla participando en múltiples operaciones de guerra. Regresó a la península en mayo de 1910 y en 1911 es ascendido al empleo de Médico primero y destinado, como director, al Hospital Militar de Alhucemas. En 1912 pasó a prestar sus servicios en el Ministerio de la Guerra en Madrid, tiempo que aprovechó para presentar su tesis doctoral en la Facultad de Medicina, obteniendo el grado de doctor el 8 de octubre. En 1913 ocupa plaza de Profesor auxiliar de Patología Quirúrgica de la Facultad de Medicina de Madrid, y en 1915 la de Médico de la Real Casa. En 1920 ingresa en el Cuerpo de Médicos de la Beneficencia.

En 1921 realizó un viaje de estudios a Alemania y a finales de julio del citado año regresó de Berlín como Jefe del Equipo Quirúrgico, en el Hospital Base instalado en Málaga –primera planta del Hospital Civil- para atender a los heridos de la Campaña de África. Por aquellas fechas tenía reunidos suficientes datos sobre el curso consecutivo de los fracturados de guerra que había tratado a partir de 1921, y en un trabajo que se publicó entonces daba cuenta del método de cura por apósito enyesado, aplicable no solo en fracturas simples, sino en las conminutas, además de complicadas con heridas, como solían ser las de guerra. Este método lo dio a conocer años después en su libro titulado Las Heridas por Arma de Fuego. Más adelante Trueta lo llevó a Inglaterra y se extendió por todo el mundo con el nombre de ‘Método Español de Cura Oclusiva’ o ‘de Orr-Bastos-Trueta’.

En 1936 con el estallido de la Guerra Civil y durante el asedio de Madrid fue trasladado a San Sebastián donde trabajó en el hospital de sangre ubicado en el Hotel Londres. Tuvo que huir a Francia y volvió a la península por Barcelona, llegando de nuevo a Madrid al Hospital Militar de Carabanchel que debido al avance de los sublevados fue evacuado, pasando todo el personal junto con los heridos, más de mil, y todos sus enseres y material quirúrgico al Hotel Palace, que pasó a ser denominado Hospital Militar Quirúrgico. Al Palace vinieron a buscarle solicitando atención médica para Buenaventura Durruti. No pudo salvar la vida del líder anarquista ya que la herida era mortal de necesidad. Cuenta Ansart la cara de alivio que pusieron los compañeros que lo estaban tratando de urgencia mientras aguardaban su llegada; temían que personaje tan famoso muriera en sus manos pues ello suponía el riesgo de ser acusados de traición por los anarquistas. Se desconoce si el disparo que lo mató fue fortuito o intencionado.

En agosto de 1937 Bastos recibió orden de desplazarse a Alcoy (Alicante), para hacerse cargo del Servicio de Cirugía del Hospital Sueco-Noruego, que pasaría a denominarse Hospital Militar Base de Alcoy. Bastos Ansart tuvo gran relación con el médico noruego Kristian Gleditsch y su mujer Nini Haslund, quienes gestionaban el Hospital Sueco-Noruego.

Logotipo actual de la Sociedad Española de Cirugía Ortopédica y Traumatología (SECOT)

Autoridad internacional en el tratamiento de heridas de guerra, creó el primer Instituto Ortopédico y de Rehabilitación de Inválidos, era vicepresidente de la Academia Medicoquirúrgica Española y fundador de la SECOT. Publicó numerosos artículos y libros sobre el tratamiento de las fracturas y de heridas por arma de fuego. Al finalizar la guerra y tras la conversión del hospital en prisión, fue detenido y condenado por ayuda a la República; aunque posteriormente fue indultado. Tras trabajar durante un tiempo en el Hospital Civil de Castellón de la Plana, en 1943 se trasladó a Barcelona donde siguió ejerciendo. Conocida su puesta en libertad su presencia fue reclamada por las principales universidades y sociedades médicas europeas y americanas, para asistir como invitado o conferenciante a diferentes congresos y reuniones.

Su vida profesional estuvo totalmente dedicada a la traumatología y la ortopedia, y sus investigaciones se centraron en la patología osteoarticular y en la reumatología. Para valorar esta dedicación, hay que tener presente que la cirugía de todo tipo estaba por esos años bajo la influencia de los cirujanos generales que no veían con buenos ojos el desarrollo de especialidades dentro de su campo de trabajo.

 

Josep Trueta (1897-1977)

Josep Trueta fue profesor emérito de cirugía ortopédica en la Universidad de Oxford. Graduado en Barcelona accedió a la jefatura quirúrgica de la Caja de Provisión y Socorro en 1929. Profesor de Cirugía en Barcelona desde 1935 se vio implicado en la atención a los heridos en la Guerra Civil, esto le llevó a popularizar el método oclusivo de Winnet Orr. Al terminar la Guerra en 1939 se exilio a Londres, donde su experiencia en la atención a los heridos en los bombardeos aéreos fue muy valorada recibiendo invitaciones a Oxford y como asesor del Ministerio de Sanidad inglés.

En 1949, fue elegido como ‘Nuffield Chair of Orthopedic Surgery’ en Oxford y mantuvo este puesto hasta 1966, en que tras su retiro regresó a Cataluña donde  falleció en 1977. Su reputación fue reconocida como profesor emérito por la Universidad de  Oxford, y miembro honorífico del Royal College of Surgeons of England and of Canada, y del American College of Surgeons. Ademas Oficial de la Légion d’Honneur y Doctor Honoris Causa de de diversos centros mundiales.

En Oxford fundó el Disabled Living Research Centre y fue uno de los primeros en responder al desastre de la talidomida. Encabezó la lucha contra las complicaciones esqueléticas de la hemofilia estableciendo pautas que siguen en boga. Sentó las bases de los modernos tratamientos de la osteoartritis y osteomielitis.

 

Ignacio V. Ponsetí (1914-2009)

Ignasi Ponsetí i Vives (e)

Ignacio V. Ponsetí (Menorca, Islas Baleares, 3 de junio de 1914 – 18 octubre de 2009) fue un médico español especializado en ortopedia. Abandonó España tras la Guerra Civil y se convirtió en miembro del cuerpo docente y médico practicante en la Universidad de Iowa. Es reconocido globalmente como creador del método epónimo (estándar en la actualidad) para el tratamiento del pie zambo o pie bot, también denominado ‘talipes equinovarus’.

Ponsetí era hijo de relojero y previamente a cursar sus estudios de Medicina ayudó a su padre en la reparación de relojes. Estudió medicina en la Universidad de Barcelona. Poco tiempo después de graduarse, estalló la Guerra Civil Española. Ponsetí ejerció como teniente médico en el ejército republicano y ascendió a capitán en el Servicio de Ortopedia y Fracturas. Sin ambulancias, utilizaba la ayuda de transportistas locales para llevar heridos a Francia. Tras la guerra se trasladó a Francia y después a México, donde ejerció durante dos años. Un colega le ayudó a llegar a Iowa en 1941 para estudiar ortopedia con Arthur Steindler, allí residió desde 1944 como miembro del hospital de la Universidad.

En la década de 1950, Ponsetí desarrolló su método como una técnica no quirúrgica que utiliza yesos, seguida de una férula de abducción, para corregir la afección congénita denominada pie zambo. Reconocido mundialmente por el método que lleva su nombre; fue profesor emérito en el Departamento de Cirugía Ortopédica de la Universidad de Iowa.

 

Y, finalmente, un reconocimiento personal a mi primer maestro. Don Enrique Queipo de Llano, presidente de la SATO en la década de los 80. En el Hospital Civil Provincial lo conocí como alumno de la primera promoción de la Facultad de Medicina de Málaga, de la que era profesor. En el Civil estaba el famoso ‘Pabellón Infantil’, originalmente construido para tratar la epidemia de poliomielitis. Allí ocupe plaza de alumno interno desde tercero o cuarto de carrera. Ulteriormente como dije mi vida cambió. Pero esa es una historia que, me temo, no es de su interés.

 

 

  Javier Pérez Frías*, Irene de Gálvez, Nuria García Agua, MC López.

*Catedrático de Pediatría. Hospital Materno Infantil. De la UMA, SEMA y ASEMEYA.

 

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