Héroes y villanos

 

Estaba yo en el hospital, hace unos meses, recién operado, y vino a verme mi nieta Julieta, de diez años, con una carta que decía: “Es la superación de las dificultades lo que hace a los hombres héroes” (Louis Kossuth). ¡Ánimo, abuelo! Y, pegada a la carta, una foto de todos sus hermanos.

Lo primero que pensé es que la frase se la habrían dictado sus padres. Pero no. Había sido ella sola quien la había encontrado en Google. ¡Vaya –me dije –, yo no hubiera sabido elegirla mejor!

Y esa magnífica frase del escritor húngaro me ha servido para reflexionar sobre quiénes son los verdaderos héroes de esta sociedad nuestra y quiénes los villanos, que pululan a nuestra vera, en nuestra calle, en nuestra empresa o en el mismísimo Parlamento Nacional.

En efecto, lo que convierte una persona en un héroe no es su popularidad, no es su éxito en los negocios, en la ciencia, en el deporte o en la política. Es su capacidad para superar las dificultades. A partir de ahí no será difícil reconocer a los auténticos héroes que conviven con nosotros y que merecen nuestra admiración y respeto:

Los que sacrifican su vida por cuidar a un hijo enfermo, a un anciano o a un amigo; las víctimas de un atropello, de una violación o de una calumnia; los enfermos y discapacitados; los que han perdido el trabajo con el que sostener a su familia; los que huyen de las guerras y de la hambruna; los desahuciados por la codicia de los más fuertes… Siempre y cuando lo estén viviendo con ese espíritu de superación que los hace merecer el título de héroes.

 

Por otra parte, tampoco es difícil reconocer a los villanos. En general, son los causantes de buena parte de las desgracias que aquejan a nuestras víctimas. Gente sin escrúpulos y sin moral, que provocan guerras, estafas y robos de todo tipo, por distintos motivos, que suelen ser el odio, la envidia, la codicia o la soberbia.

No es fácil, hoy en día, oír que alguien haya avalado a un amigo para comprar su casa, o que se haya atrevido a separar a dos peatones enzarzados en una pelea, o que haya dejado una nota en un vehículo aparcado al que había abollado su puerta.

No es fácil que alguien arriesgue su vida para salvar a un desconocido, ni es fácil superar la muerte de un hijo en un accidente de tráfico, cuando el conductor circulaba, ebrio, a una velocidad excesiva.

A todos ellos, víctimas del azar, unas veces, y de los villanos otras, a todos aquellos que buscan superar sus dificultades con paz interior, fortaleza y constancia, me gustaría hoy felicitar y reconocer como verdaderos héroes.

 

Queda por otra parte algo que decir de los villanos, y es que pertenecen a todas las clases sociales. Los hay pobres y los hay ricos. Igual que ocurre con los héroes. Aunque en este caso se parecen más a las sanguijuelas, que chupan la sangre de sus víctimas para alimentar su propio ego.

Es propio de villanos robar unas gafas de sol o robar millones en el Consejo de Administración de una gran empresa. Es de villanos traficar con drogas, con armas o con personas. Es de villanos engañar al prójimo, sea en la banca, vendiendo participaciones preferentes, sea en un puestecillo del mercado o en el Parlamento.

 

Pero no todos pecan por codicia. Hay otros que lo hacen desde la soberbia, pensando que son superiores al resto, y otros, en fin, que combinan ambos sentimientos, pensando sacar algún rédito de esa supuesta superioridad que les otorga su raza o su desarrollo económico, por razones a menudo ajenas a sus propios méritos.

Y, en ese sentido, ¿quién se atrevería a valorar las secuelas del odio que algunos políticos están sembrando en España, dividiendo familias y pueblos y causando daños irreparables en sus vidas, por razones espurias de codicia y soberbia?

–  ¡Nadie! – respondería yo, apelando a la historia. Pues bien, esos señores, esos que así contemplan y contaminan el mundo, desde la calle o desde el Parlamento, también son villanos.

Por eso, nada me ha parecido tan justo como reconocer a los verdaderos héroes de nuestro entorno, que tratan de superar sus dificultades con esperanza y entereza, y desvelar la mezquindad de aquéllos que llamo villanos, y que se conducen como tales, con aparente solvencia, categoría y éxito.

 

  José Mª Porta Tovar.

                       Psiquiatra


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