El Parque Natural de los Lagos de Plivitce, más allá de la imaginación

 

Mª Ángeles Jiménez
Farmacéutica y socia de Número de la SEMA

 

Entrar en el Parque Natural de los Lagos de Plivitce (Plitvička jezera, en croata) es acceder a uno de los secretos más bellos de Croacia. Asomarse a su magnitud y colorido requiere dejarse llevar por la atracción de lo desconocido, y al poner los pies allí ya sabes que eso no es difícil. Cualquier intento de describir con palabras ese lugar se quedará siempre en un escarceo vano de comunicación, porque trasmitir a otros las emociones que despierta es una tarea de éxito imposible. La imaginación se queda corta porque solo la inmersión de los sentidos puede acercar a esta maravilla de la naturaleza.

La formalidad de los datos, aunque fáciles de exponer y admirar, no prepara para el festival visual y sonoro que es el parque. Este lugar único está situado en la región de Lika, al oeste de la península balcánica. Creado por la acción milenaria del agua sobre la piedra caliza, el milagro de las reacciones químicas se experimenta aquí a la vista de todos. Lo que caracteriza al lugar es la distribución de los bancos de rocas porosas, barreras tobáceas, que actuando como represas separan los espacios, dando lugar a los lagos y facilitando las espectaculares cascadas. Lo habitual es que este fenómeno de creación se deba al carbonato cálcico que contiene el agua y puede iniciarse cuando un objeto, por ejemplo, un árbol, cae en un arroyo y a ese núcleo se van adhiriendo poco a poco los cristales de la sal. De esta forma, con el paso del tiempo, se crea una barrera rocosa capaz de convertir la corriente de agua en un lago y el flujo de agua va erosionando el paisaje y dando lugar a las cascadas. Para aumentar la singularidad, el efecto de las variaciones estacionales en el volumen acuoso y el desgaste de las barreras tobáceas hacen que los lagos de Plitvice cambien constantemente de forma.

Los números del parque son impresionantes. Ocupa una superficie total cercana a las 30.000 hectáreas, de las que 22.000 están cubiertas de bosques. La hidrografía ha configurado en este singular paisaje 16 lagos, a distinta altitud, que están comunicados por 92 cataratas y cascadas. Declarado Parque Natural en 1949, entró a formar parte del patrimonio de la UNESCO en 1979, con una ampliación en el año 2000.

El trabajo de preservación y mantenimiento de este espacio natural es constante y exhaustivo, una condición fácil de entender y apoyar para cualquier amante de la naturaleza. Además del control químico y microbiológico de las aguas, la flora y la fauna están esmeradamente protegidas. La vegetación del parque es una mezcla de alpina y mediterránea, y la creación de comunidades con las distintas variedades tiene relación con los microclimas existentes, las características del suelo y las distintas alturas. El paisaje boscoso está compuesto al 90% por hayas, con abetos y pinos como complemento. Para aumentar el placer de los amantes de la Botánica -como es mi caso-, son relativamente fáciles de ver algunas de las múltiples especies de las preciosas orquídeas que lo habitan. En cuanto a la fauna, se han avistado más de 120 especies de animales en el territorio que ocupa el parque y de ellas 70 especies crían directamente en él.

Los visitantes son muy bienvenidos a Plitvice, pero la actividad humana, sin duda la más peligrosa para los entornos naturales, está muy restringida en su interior. Solo son visitables 8 km cuadrados del valle, y siempre dentro de las siete rutas turísticas habilitadas para recorrer el sistema de lagos. La mayoría de estas rutas discurren en paralelo a la corriente de agua, la cruzan y en algunos casos llevan al visitante -la mayoría boquiabiertos a esas alturas- al pie mismo de las pequeñas y grandes cascadas. Por suerte, el espectáculo visual y sonoro a lo largo de las transiciones por los caminos, protegidos por vallas y soportados en ciertos tramos por pasarelas de madera habilitadas para sortear el torrente hidráulico, que materialmente pasa bajo los pies, crea una poderosa adherencia hacia la magia que envuelve al lugar.

El recorrido termina para los visitantes con el cruce en barco de uno de los lagos. El espectáculo de sonido, hasta entonces absorbente por la rapidez de las corrientes, desaparece al completo. Al surcar la tranquilidad de las aguas, la travesía se vuelve magnéticamente silenciosa. Solo cabe concentrarse en cada uno de los detalles circundantes e intentar no perderse ninguno. Las exuberantes isletas sobresaliendo de la superficie, las pequeñas cascadas provocadas por el agua que se desliza desde las elevaciones circundantes o los troncos de los árboles que bordean el lago y cuyas raíces están sumergidas en las riberas; un rico universo que reclama de mil y una formas la atención. Mientras tanto, la pequeña embarcación que nos transporta surca con lentitud las aguas, el festival de colores continúa. Jugando con la variedad de los matices, el verde grisáceo que brota de las profundidades del lago se abraza con el de la masa boscosa, y el tono blanquecino del cielo encapotado parece acompañar con un ligero llanto la despedida de los visitantes. Por suerte, el festival de sensaciones, color y sonido quedarán para siempre retenidos en la memoria.

 

Fotografías: Mª Ángeles Jiménez

 


epistemai.es – Revista digital de la Sociedad Erasmiana de Málaga – ISSN: 2697-2468
Jiménez MA. El Parque Natural de los Lagos de Plivitce, más allá de la imaginación. epistemai.es [revista en Internet] 2025 octubre (27). Disponible en: http://epistemai.es/archivos/8943

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