En junio de 1902, Juan Pérez de Guzmán calificaba a María Rosa de Gálvez como “La primera mujer en Europa que llevó sus Tragedias al teatro público”. La afirmación, publicada en La Ilustración Española y Americana del día 15 de ese mes, la ligaba a la familia de Bernardo de Gálvez diciendo que era “de la estirpe del heroico vencedor de Panzacola”.
Casi cien años antes, en 1801, se habían estrenado en el teatro del Príncipe de Madrid dos obras teatrales suyas: Alí-Bek y Un loco hace ciento. Estas piezas fueron las primeras de una serie que se vería interrumpida por la temprana muerte de esta escritora en 1806. El principio del siglo XXI ha significado una recuperación de su obra y del interés por su figura, capitaneada por investigadores como Julia Bordiga Grinstein, Helena Establier Pérez, o los malagueños José Luis Cabrera Ortiz y Aurora Luque.
La mayoría de ellos destacan su papel como defensora de la mujer, fruto —como señala Establier— de “su voluntad por hacer de su obra dramática un catálogo de la experiencia femenina en el cambio de siglo y de construir también un proyecto de futuro para la mujer de su tiempo”.
Pero ¿quién era esta mujer? Sabemos que nació en Málaga —según ella misma declaraba en su testamento, otorgado en 1799—, en una fecha indeterminada a finales de 1768, o principios de 1769, y que pasó sus primeros años de vida en la casa de expósitos de Ronda. De donde será recogida por Antonio de Gálvez y Gallardo y su esposa Mariana Ramírez de Velasco, que la adoptarían como hija y harían constar en su testamento —otorgado en Málaga el 23 de julio de 1787— que era hija “de padres ilustres y distinguidos” y, añadían después, “cuyos nombres no manifestamos por justas causas que lo impiden”. Aunque, según Elisa Martín-Valdepeñas, palabras muy similares se incluyeron en el documento de adopción oficial, firmado en Málaga el 20 de junio anterior, cuando María Rosa tenía 18 años. El misterio sobre sus progenitores se ha mantenido así hasta nuestros días, algunos opinan que era hija natural del propio Antonio. Lo cierto es que sus padres adoptivos sí que conocían su ascendencia.
Entraba así María Rosa Antonia de Gálvez y Ramírez de Velasco a formar parte de la “poderosa” familia Gálvez. Su tío adoptivo José, Visitador de Nueva España cuando nace Rosa, llegará a ser Consejero de Indias, en 1772, y Secretario de Estado del Despacho de Indias en 1776, puesto que desempeñaría hasta su fallecimiento en 1787. Desde sus cargos ayudará al resto de sus hermanos a alcanzar altos puestos. Matías, fue nombrado Presidente de la Audiencia de Guatemala, en 1779, y Virrey de Méjico en 1783; Miguel, ministro togado del Consejo de Guerra, en 1784, ministro Plenipotenciario en Prusia, en 1786, y embajador en Rusia, en 1788. Sin embargo, Antonio, en 1778, siendo capitán de Milicias de Canarias, tan sólo obtiene el nombramiento, en propiedad, de Comandante del Resguardo de Rentas Reales de la Bahía de Cádiz y el grado de Teniente Coronel de Infantería; ambos como recompensa a “las ventajas, que su desvelo y entereza han producido a la Real Hacienda, y a la Nación” en el tiempo que había servido interinamente el mismo puesto que ahora se le daba en propiedad; cargo que seguía ocupando cinco años más tarde, pero ya como Coronel de los Reales Ejércitos. Su primo Bernardo, hijo de Matías, será nombrado Capitán General de la Luisiana y Florida, en 1781, Capitán General de Cuba, en 1784, y Virrey de Méjico en 1785.
María Rosa fue educada en los cánones establecidos en la época para una joven miembro de familia distinguida; quizá en ese tiempo aprende francés, que luego le será tan útil en su carrera literaria. Pero pronto cambiará su vida.
Poco antes de otorgar testamento, el 13 de julio de 1787, Antonio de Gálvez había dado licencia a su hija para contraer matrimonio con un joven teniente de navío, José de Irisarri y Sarti; sin embargo, el enlace no llegó nunca a realizarse. Pero años después, en 1799, María Rosa de Gálvez reconoció en su testamento que era madre de una niña, de “diez años, poco más o menos”, llamada María Josefa de la Pastora Irisarri y Gálvez e hija natural de aquel.
El nacimiento de esta niña debió producirse, pues, poco antes de su matrimonio con otro militar, José Cabrera y Ramírez, pariente lejano de los Gálvez, el cual tuvo lugar en julio de 1789. Lo cierto es que Antonio de Gálvez dotó generosamente a su hija adoptiva, con más de 1.200.000 reales, lo que podría considerarse por algunos como un acicate para que el futuro marido acogiese a la, entonces, madre soltera. Quizás por esto el matrimonio no llegó a cuajar y fue una sucesión de disputas y separaciones que llegarían a los tribunales, puede que por el carácter de José Cabrera, aficionado al juego y a dilapidar la fortuna.
Fruto del matrimonio fue una hija, Mariana Cabrera y Gálvez, a la que su abuela Mariana Ramírez de Velasco se refería en su testamento otorgado en 1793. Poco antes había fallecido Antonio de Gálvez en Madrid, el 29 de diciembre de 1792, dos días después de haber concertado con José Cabrera aumentar el capital de la dote en otros 70.000 reales, llegando así a 1.337.509 reales.
Por aquel entonces las relaciones matrimoniales entre José y María Rosa, ya debían estar bastantes deterioradas. Las ausencias del esposo del domicilio conyugal eran cada vez más frecuentes. Al mismo tiempo, María Rosa de Gálvez se vio obligada a viajar a Madrid en repetidas ocasiones para atender asuntos legales relacionados con el reparto de la herencia paterna. En 1796 se traslada el matrimonio a Puerto Real, pero la convivencia familiar siguió deteriorándose.
María Rosa debió de trasladarse definitivamente a Madrid hacia 1800, ya que a finales de 1799 se declaraba todavía “vecina de Málaga” y residente en la Corte. Un año después, en 1801, se estrenaban sus primeras piezas teatrales y se iniciaba su camino como escritora.
El alejamiento definitivo de su esposo, nombrado en 1803 para un cargo en la representación diplomática de España en Estados Unidos, y la protección de Manuel Godoy han sembrado en algunos investigadores la duda sobre la verdadera relación con este último.
Al margen de su azarosa vida, su producción literaria, hecha pública en apenas cinco años, comprende en cuanto al teatro 9 comedias, 5 originales y el resto traducidas del francés, y 8 tragedias; respecto a la lírica, 12 odas, 1 silva, 1 elegía, 1 romance heroico y 1 octava real. Mientras las obras dramáticas se publican o se estrenan entre 1801 y 1806, la mayoría de las poéticas ven la luz en 1804, agrupadas en el primer tomo de sus Obras poéticas, ya que los otros dos recogen siete de sus tragedias: Saúl, Safo, Florinda, Blanca de Rossi, Amnon, Zinda y La Delirante. Los tres tomos, fueron publicados por la Imprenta Real con la firma de ‘María Rosa de Gálvez de Cabrera’.
Sólo tres poemas se publican por separado: Viaje al Teyde, en 1805, y, ya en 1806, En elogio de las fumigaciones de Morvo y En elogio de la Marina española. La primera de sus odas estaba dedicada al Príncipe de la Paz, Manuel Godoy, y glosaba su papel en la campaña de Portugal de 1801, luego conocida como la ‘Guerra de las Naranjas’. La última, la dedicó a la Armada Española con ocasión del desgraciado combate de Trafalgar, el 21 de octubre de 1805. Unos meses más tarde de la publicación de esta oda, muere María Rosa de Gálvez (octubre de 1806) y es sepultada en la madrileña iglesia de San Sebastián.
Quizás por la firma de sus Obras Poéticas, Málaga reconoce y recuerda a María Rosa de Gálvez con una calle nombrada ‘Escritora Gálvez Cabrera’, una humilde vía situada a orillas del arroyo Gálica, al otro lado de la carretera de Olías. En cambio, no se la menciona, ni se incluye a su padre, en la Plaza de los Gálvez recientemente inaugurada en las proximidades de la estación de ferrocarril, ni en el monumento en ella instalado. ¿Estamos a tiempo de reparar este olvido? Recuperemos su verdadero apellido: Gálvez y Ramírez de Velasco; recuperemos la memoria de su padre, Antonio de Gálvez, y de ella misma incluyéndolos, al menos, en la reseña histórica que el callejero municipal ofrece para la plaza de los Gálvez.
Pedro Luis Pérez Frías
Doctor en Historia y miembro del Grupo de Investigación HUM333 “Crisol Malaguide”,
Universidad de Málaga